Lo cazaron en la selva, cuando era muy pichón. A golpes de hacha voltearon el árbol donde tenía su nido. Lo vendieron en la ciudad. Preso en una jaula, entre cuatro paredes pasó toda su vida, hasta que fue abandonado. Lo recogió la familia Schlenker, que en las cercanías de Quito tiene un refugio para animales tristes. Ese guacamayo nunca había visto un pariente. Ahora no se entiende con los demás guacamayos, ni con loro ninguno, ni se entiende con él. Acurrucado en un rincón, tiembla y chilla, se arranca las plumas a picotazos, tiene el pellejo sangrante y desnudo.
Pobre bicho, digo. Más solo, imposible. Pero Abdón Ubidia, que me ha llevado al refugio, me presenta al solo más solo del mundo. Es el último aguti paca, o cuy de monte, que pasa las noches caminando en círculos y pasa los días escondido bajo el tronco hueco de un árbol caído. El es el único de su especie que queda vivo. Todos los suyos han sido exterminados. Mientras espera la muerte, no tiene a nadie con quien conversar.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
Eduardo Galeano
Fotografía de internet