Cuentan las crónicas este ritual de la agonía. Hace dos siglos, en la ciudad de Salvador de Bahía, las familias copetudas convocaban a cuantos médicos pudieran pagar, nunca menos de tres o cuatro, y a veces más, en torno al lecho del moribundo. Numeroso público se apiñaba en el dormitorio para escuchar a los galenos.
Después de examinar al enfermo, cada médico pronunciaba una conferencia sobre el caso. Eran discursos solemnes, que el público, a viva voz, iba comentando:
-¡Apoyado!
-¡No! ¡No!
-¡Muy bien!
-¡Se equivoca el doctor!
-¡De acuerdo!
-¡Qué disparate!
Culminada la primera ronda, los facultativos volvían a exponer sus puntos de vista en nuevos discursos.
El debate duraba tanto como la respiración del hombre o mujer en agonía. Algunos moribundos demoraban el último suspiro, porque era de mal gusto interrumpir el trabajo de la Ciencia; pero otros se marchaban de este mundo cuanto antes, con tal de no seguir escuchando aquella oratoria interminable.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
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