Esto de las tres patas no sería tan problemático si no fuera por ese pequeño, diminuto y terrible detalle:
Lo dramáticamente importante es que yo no puedo elegir que suceda ninguna de estas tres cosas. Se dan o no se dan, no dependen de mi decisión. Yo no decido quererte, no decido confiar en vos y no decido que me gustes. Por mucho que yo me esfuerce no hay nada que yo pueda hacer si no me pasa.
Por eso, la intimidad es algo que se da cuando, en una relación de dos, a ambos nos están pasando estas tres cosas: nos queremos, confiamos en el otro y nos sentimos atraídos. El resto lo podemos construir.
Ni siquiera podemos hacer nada para querer a alguien que ya no queremos, para que nos guste alguien que ya no nos gusta ni para confiar en alguien en quien ya no confiamos.
Por supuesto, no estoy diciendo que sentir o no sentir estas tres cosas sea independiente de lo que el otro sea o haga. Es más, sin demasiado trabajo nos podemos dar cuenta de que si está bien es cierto que no puedo hacer nada para quererte, para que me atraigas o para confiar en vos, vos si podés hacer algo.
Yo puedo hacer cosas para que vos te des cuenta de que soy confiable, y puedo hacer cosas para tratar de agradarte y para despertar en vos amor por mi.
Pero no hay nada que yo pueda hacer para sentir lo mismo por vos si no está sucediéndome.
Si mi afecto, mi atracción y mi confianza dependen de alguien, es mucho mas de vos que de mi.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
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