Vosotros estáis dormidos porque, si no, ya no necesitaríais venir a este curso. Si ya lo vierais todo con ojos nuevos, ya no necesitaríais venir a despertaros.
Pero, si sois capaces de reconoceros dormidos, ser conscientes de que no estáis despiertos, ya es un paso. Pues lo peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus sueños con la realidad. Lo primero que se necesita para despertar es saber que estáis durmiendo y estáis soñando.
La religión es una cosa buena en sí, pero en manos de gente dormida puede hacer mucho daño. Y lo podemos ver muy claramente por la historia de una religión que, en el nombre de Dios, cometió tantas barbaridades creyendo que hacía el bien. Si no sabes emplear la religión en esencia, en libertad, sin fanatismos ni ideologías de un color u otro, puedes hacer mucho daño y, de
Para despertar hay que estar dispuesto a escucharlo todo, más allá de los cartelitos de «buenos» y «malos», con receptividad, que no quiere decir credulidad. Hay que cuestionarlo todo estando atento a descubrir las verdades que puedan encerrar, separándolas de lo que no lo son. Si nos identificamos con las teorías sin cuestionarlas con la razón — y sobre todo con la vida — y nos las tragamos almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos. No has sabido asimilar esas verdades para hacer tus propios criterios. Hay que ver las verdades, analizarlas y ponerlas a prueba una vez cuestionadas.
«Haced lo que os digo» — dice Jesús —. Pero no podremos hacerlo si antes no nos transformamos en el hombre nuevo, despierto, libre, que ya puede amar.
«Aunque diera todo a los pobres, y mi cuerpo a las llamas — dice, Pablo —, ¿De qué me serviría si no amo?». Este modo de ver de Pablo se consigue viendo, y nace, ese modo de ser, de estar despierto, disponible y sin engaños.
Del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello
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