Mi idea del autoconocimiento empieza por recordar que:
No es que uno tenga un cuerpo, sino que uno es un cuerpo.
No es que uno tenga emociones, sino que uno es las emociones que siente.
No es que uno tenga una manera de pensar, sino que uno es su manera de pensar.
En definitiva, que cada uno de nosotros es sus pensamientos, sus sentimientos, su propio cuerpo y es, al mismo tiempo, algo más: su esencia.
Cada uno de nosotros debe saber que es todo aquello que la alegoría del carruaje nos ayuda a integrar.
Si pretendo saberme, debo empezar por mirarme con una mirada ingenua.
Sin prejuicios, sin partir desde ningún preconcepto de cómo debería yo ser.
Nunca podré saberme si me busco desde la mirada crítica.
Es bastante común y, digo yo, bastante siniestro, analizar nuestras acciones y pensamientos con frases del estilo:
“¡Qué tarado que soy!”
“Tendría que haberme dado cuenta...”
“¿Cómo puedo ser tan estúpido?”
“¡¡Me quiero matar!!”
Etc., etc.
Yo digo que si uno pudiera transformar eso en una actitud más aceptadora, más cuidadosa, si uno
pudiera decir:
“Me equivoqué. La próxima vez puedo tratar de hacerlo mejor...”
“Quizá sea bueno tomar nota de esto...”
“Lo hice demasiado a la ligera, mi ansiedad a veces no me sirve...”
“De aquí en adelante voy a buscar otras alternativas...”
Entonces los cambios serían paradójicamente más posibles.
Nadie hace un cambio desde la exigencia.
Nadie se modifica de verdad por el miedo.
Nadie crece desde la represión.
Qué bueno sería dejar de estar ahí, criticones y reprochadores...
Este es el único camino porque, en realidad, yo voy a tener que estar conmigo por el resto de mi vida, me
guste o no. Corta o larga, mucha o poca, es mi vida, y voy a tener que estar a mi lado.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
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