El reloj hace tic tac, está funcionando; luego se para: no preguntas a dónde ha ido el tic tac, ¡eso no tendría sentido! No ha ido a ningún sitio. No se ha ido en absoluto, simplemente se ha parado; era un mecanismo y algo ha ido mal en él, puedes reparar el mecanismo y entonces habrá tic tac de nuevo. ¿Es la muerte como un reloj que se para? ¿Sólo eso?
Si es así, no es un misterio. No es nada, en realidad. ¿Pero cómo va a desaparecer la vida tan fácilmente? La vida no es mecánica. La vida es consciencia. El reloj no es consciente. Tú puedes escuchar el tic tac, el reloj nunca lo ha escuchado. Tú puedes escuchar el latido de tu propio corazón. ¿Quién es ese que escucha? Si sólo el latido del corazón es la vida, entonces, ¿quién es éste que escucha? Si la respiración es la única vida, ¿cómo puedes darte cuenta de tu respiración?
Por eso, todas las técnicas orientales de meditación utilizan la consciencia de la respiración como una técnica sutil, porque si te vuelves consciente de tu respiración, entonces, ¿quién es esta consciencia? Debe de ser algo que está más allá de la respiración, porque puedes observarla, y el observador no puede ser el objeto. Puedes ser testigo de ella; puedes cerrar los ojos y ver cómo tu respiración entra y sale. ¿Quién es el que ve, el testigo? Debe ser una fuerza separada que no depende de la respiración. Cuando la respiración desaparece, es un reloj que se para, pero, ¿a dónde va esta consciencia? ¿A qué lugar se va esta consciencia?
Osho.
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