lunes, 5 de septiembre de 2022

NO EXISTE EL DOLOR INSOPORTABLE


 

DESAPRENDER


Un yogui decía: «No me digáis nunca que un ser humano no puede cambiar». La frase 
más estúpida y mediocre es aquella de «soy como soy». No, uno puede empezar a ser como quiera ser. Eres desasosegado, puedes cultivar el sosiego; tienes odio, puedes comenzar a desplegar tu entendimiento y compasión; eres perezoso, actualiza tus energías de diligencia. El andamiaje de nuestra psicología puede «desaprenderse» para mejorarse. Pero no hay milagros en este sentido. Cambia el que se hace la firme resolución de cambiar y pone los medios oportunos para ello. 

Un maestro de arquería le dijo a su discípulo: «Amigo, yo te doy el arco, te doy la flecha y te enseño a disparar, pero, desde luego, yo no voy a tensar el arco por ti ni a apuntar la flecha por ti».

Ramiro Calle



Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet

domingo, 4 de septiembre de 2022

PIENSAS QUE ES INSOPORTABLE


 

EL HIPNOTIZADOR MUNDO DE LAS OPINIONES


¿Por qué debería hacer caso de mis opiniones si ninguna de ellas me dice la verdad?

¿Has observado alguna vez, de forma detallada, el mecanismo de la creación de una opinión? Y, sobre todo, ¿has observado sus efectos en ti y en lo que te rodea?

Sabemos que una opinión es una interpretación que da fe de nuestra versión de los hechos, y no una descripción fehaciente de la realidad. A pesar de ello, usamos las opiniones como herramientas descriptivas, con la intención de poder comprender lo que sucede y poder dar así una respuesta coherente ante ello.

Esta forma de responder al mundo a través de nuestro punto de vista implica que nuestra respuesta nunca se ciña a la realidad, sino a nuestra perspectiva personal, perdiendo, de este modo, toda coherencia. Otra forma de verlo sería darnos cuenta de que nuestras respuestas ante cualquier situación son simples réplicas de nuestra forma de ver las cosas. De ahí que nuestras decisiones y nuestros actos sean resultado de una previa interpretación personal de algo que en realidad no entendemos ni conocemos.

A esta forma de actuar la llamamos reaccionar, y al reaccionar, en lugar de crear comprensión, lo que hacemos es accionar nuestra incomprensión. Esto implica un nivel nulo de creatividad y un impedimento al conocimiento.

Una opinión nubla nuestra mirada a la hora de conocer lo que sucede ante nosotros, e incluso nubla la mirada interna que nos muestra quienes somos. No somos una opinión y la vida tampoco lo es. Sin embargo, nos seguimos relacionando los unos con los otros convulsivamente desde nuestras opiniones. ¿Adivinas por qué? Porque pensamos que sin ellas no podríamos vivir. Llegamos a ser tan arrogantes que pensamos que sin nuestras opiniones este mundo no tendría sentido.

Ahora bien, imagínate desprenderte en este mismo momento de toda opinión. ¿Puedes intuir tu estado mental? Muchas personas aún no ven la paz y la presencia que existe detrás de nuestra cortina de opiniones. Aún se percibe esta posibilidad de «libre de opiniones» como una seria amenaza a la cordura.

Vinculamos la pérdida del uso de la razón a un caos inminente, sin percatarnos de que en realidad esto es también una opinión. Esta última opinión acerca de la pérdida de opiniones es básica para los «opinadores» (Homo Sapiens Opinador), pues sin ella seríamos conscientes de nuestra profunda ignorancia. Eso nos degradaría de Homo Sapiens (hombre sabio) a Homo Insciens (hombre ignorante) y nuestro estado evolutivo actual de Homo Sapiens Arrogante no nos permitiría jamás dicha degradación.

Hoy en día, no saber nada aún es signo de desprestigio personal y de mucha inseguridad. Sin embargo, asumir nuestra ignorancia nos da pistas muy claras de dónde no se encuentra el conocimiento. En el hipnotizador mundo de las opiniones sólo existe el intento infructuoso de convertir interpretaciones imaginadas en hechos verdaderos.

Una opinión es un capricho selecto de la mente que lo usa para formar un punto de vista y desde él establecer su propia realidad. Desde nuestra realidad personal damos origen al resto de juicios y opiniones que se justifican unas a las otras dando un falso sentido a nuestras respuestas, comportamientos, actitudes y hábitos. Todo esto finalmente es usado para fabricar una identidad propia llamada «yo soy así», pero que no se sustenta en ninguna realidad estable. A esta identidad autofabricada a base de opiniones subjetivas la llamamos «yo».

El «yo» no es más que un mero punto de vista. Un anecdótico punto de vista rodeado de la vastedad infinita y eterna de la conciencia. No es de extrañar, entonces, que cuando vivimos afincados en nuestro «yo» eso incluya sentir soledad y aislamiento. No es de extrañar tampoco que desde nuestro «yo» necesitemos ser respetados, reconocidos, amados, encontrados, valorados. ¿Qué sentido tiene sostener y aferrarse a un punto de vista que para poder existir tiene que hacerlo de forma aislada y en contraposición a todo?

Es posible que al leer estas palabras tu mente ya haya opinado que opinar, entonces, debe de ser malo. Esto, de nuevo, es una reacción. También la llamamos el «más de lo mismo», y es en el mundo del «más de lo mismo» donde viven la mayoría de las culturas y sociedades de los últimos miles de años.

Lo que exponemos aquí, al igual que en el resto de este libro, no tiene la intención de que opines sobre ello ni de que cambies tus opiniones. Lo que opinas ahora no nos interesa para nada. Nos interesa el potencial creativo que escondes detrás de tus opiniones.

Fíjate que esto no es un menosprecio a tu manera de pensar personal. En realidad es un aprecio a tu potencial como ser universal. No es que estemos menospreciando la paja, sino que estamos apreciando el grano que, al ser una semilla, está llamado a dar fruto.

Dicho esto, puedes, si lo deseas, acompañarnos y descubrir tu potencial creativo que está llamado a viajar conscientemente dentro del mundo opinado y convertirlo en una vía de transformación profunda.

Observa y verás. Sin duda verás que detrás de cada sensación o emoción que sientes hay una opinión tuya generándolas. Una vez vistas, pregúntate si esta opinión acerca de esta persona o acerca de esta situación concreta es totalmente cierta. Luego puedes preguntarte, cómo viviría esto que sucede sin mi opinión, cómo vería a esta persona sin mi opinión.

Observa de nuevo y verás, también, que este tipo de autocuestionamiento pasa por alto lo que opinamos, porque su atención está puesta en la verdad y no en nuestra versión de la verdad. Fíjate como todo lo que pensamos tiene implícita la sensación de que es verdad por el mero hecho de que nosotros lo pensamos. A esto muchos lo han llamado seguridad en uno mismo, pero se llama arrogancia.

Esta modalidad de pensamiento está de moda desde hace ya unos miles de años. Y es extraño porque, a pesar de que ya caducó hace mucho, por alguna razón misteriosa seguimos prefiriendo vivir bajo este estilo mental. Esto se debe a su invisibilidad. La arrogancia suele ser invisible porque ella misma es un desenfoque, y al ser un desenfoque no permite ver con claridad. Es por eso por lo que los arrogantes no sabemos que lo somos. Fascinante ¿verdad?

Lo más interesante de este modo de pensamiento arrogante no es su desenfoque, sino su gran potencial de reenfocarse. De la arrogancia a la humildad sólo hay un paso de distancia y este paso es la honestidad. Sólo los humildes son conscientes de su arrogancia mental y la aceptan gustosamente debido a su gran honestidad. La honestidad es el final de la lucha contra uno mismo. El final del miedo a ver lo que uno ve de sí mismo con esa mirada desenfocada.



Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet

sábado, 3 de septiembre de 2022

EL INFIERNO ES PRODUCTO DEL PENSAMIENTO, NADA MÁS


 

EL HUEVO DE ORO


Un pasaje de un texto sagrado:

Esto dice el Señor: Había una vez una gansa que ponía cada día un huevo de oro. La mujer del propietario de la gansa se deleitaba en las riquezas que aquellos huevos le procuraban. Pero era una mujer avariciosa y no podía soportar esperar pacientemente día tras día para conseguir el huevo. De modo que decidió matar a la gansa y hacerse con todos los huevos de una vez. Y así lo hizo: mató a la gansa y lo único que consiguió fue un huevo a medio formar y una gansa muerta que ya no podría poner más huevos.

¡Hasta aquí la palabra de Dios!

Un ateo oyó este relato y se burló: «¿Esto es lo que llamáis palabra de Dios? ¿Una gansa que pone huevos de oro? Eso, lo único que demuestra es el crédito que podéis dar a eso que llamáis “Dios”…».

Cuando leyó el texto un sujeto versado en asuntos religiosos, reaccionó de la siguiente manera: «El Señor nos dice claramente que hubo una gansa que ponía huevos de oro. Y si el Señor lo dice, tiene que ser cierto, por muy absurdo que pueda parecer a nuestras pobres mentes humanas. De hecho, los estudios arqueológicos nos proporcionan algunos vagos indicios de que, en algún momento de la historia antigua, existió realmente una misteriosa gansa que ponía huevos de oro. Ahora bien, preguntaréis, y con razón, cómo puede un huevo, sin dejar de ser huevo, ser al mismo tiempo de oro. Naturalmente que no hay respuesta para ello. Diversas escuelas de pensamiento religioso intentan explicarlo de distintos modos. Pero lo que se requiere, en último término, es un acto de fe en este misterio que desconcierta a la mente humana».

Hubo incluso un predicador que, después de leer el texto, anduvo viajando por pueblos y ciudades, urgiendo celosamente a la gente a aceptar el hecho de que Dios había creado huevos de oro en un determinado momento de la historia.

Pero ¿no habría empleado mejor su tiempo si se hubiera dedicado a enseñar las funestas consecuencias de la avaricia, en lugar de fomentar la creencia en los huevos de oro? Porque ¿no es acaso infinitamente menos importante decir «¡Señor, Señor!», que hacer la voluntad de nuestro Padre de los cielos?



Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

viernes, 2 de septiembre de 2022

DIRECCIONES DE LA MIRADA


 

EL MONARCA DE LA MENTE


Observa al vacío monarca de la mente; misterioso, sutil, insondable, carente de forma y 
de sustancia y, sin embargo, con gran poder espiritual, capaz de extinguir mil problemas y de perfeccionar diez mil virtudes. Aunque vacío en esencia, puede ser un guía. Si lo observas no tiene forma; si lo llamas, tiene una voz. Actúa como un gran líder espiritual; como una disciplina mental que transmite las escrituras.

De manera parecida a la sal en el agua, como la sustancia adhesiva del color, no cabe duda de que está allí, aunque no puedas ver su forma; así es el monarca de la mente; morando en el interior del cuerpo y saliendo y entrando a través de los sentidos responde libremente a los seres según sus diferentes estados, sin nada que se lo impida, triunfando en todo cuanto lleva a cabo.

Cuando comprendes lo fundamental, percibes la mente; cuando percibes la mente, ves a Buda. La mente es Buda y Buda es la mente. Al ser consciente de la mente búdica, la mente búdica es consciente de Buda. Si quieres realizarte pronto, disciplina tu mente, regúlate a ti mismo. Una vez purificados los hábitos y la mente, la mente misma es Buda; no existe otro Buda que el monarca de la mente.

Si quieres alcanzar la Budeidad, no permitas que nada te oscurezca. Aunque la esencia de la mente sea el vacío, la sustancia de la codicia y de la ira tiene solidez. Para entrar por la puerta que conduce a la fuente, siéntate con el cuerpo erguido y sé Buda. Una vez alcanzada la otra orilla, obtendrás las perfecciones.

Si buscas el camino, observa tu propia mente. Al hacerlo descubrirás que Buda está dentro de ti, y dejarás de buscarlo fuera, la mente es Buda, y Buda es la mente. Si tu mente es clara, percibes a Buda y comprendes la mente que percibe. La mente no está separada de Buda y Buda no está separado de la mente. A no ser por Buda, todo sería insondable; nada se podría comprender.

Si te apegas a la vacuidad, y permaneces en la quietud, fluctuarás hasta llegar a hundirte: la mente de los budas y bodisatvas no permanece en este estado. Las personas elevadas que han conseguido aclarar su mente comprenden este místico mensaje; al sublimar el cuerpo y la mente de modo natural, sus acciones se vuelven inmutables. De ahí que el sabio libere su mente para que sea libre e independiente.

No digas que el monarca de la mente carece de naturaleza esencial; de hecho, puede hacer que el cuerpo físico lleve a cabo acciones incorrectas o correctas. No es ni el ser ni el no-ser, se oculta y manifiesta con absoluta libertad. Aunque la mente en esencia sea vacía, puede ser vulgar o santa: por lo tanto te animo a que la cuides con gran esmero, un momento de extravío y puedes volver a fluctuar y hundirte.

El conocimiento de la pura y clara mente es equiparable al valor del amarillo oro para el mundo; todo el tesoro espiritual de sabiduría está en el cuerpo y en la mente. El tesoro espiritual no-creado no es ni superficial ni profundo. Los budas y bodisatvas comprendieron esta mente primordial; para los que tienen la suerte de encontrarla, no pertenece al pasado, ni al futuro, ni al presente.

Fu Shan-hui (487-569)



Extracto del libro:
Las enseñanzas del ZEN
Thomas Cleary
Fotografía de internet

jueves, 1 de septiembre de 2022

TOTALIDAD O DIVISIÓN


 

ESTO ME PERTENECE


Una anciana falleció y fue llevada por los ángeles ante el 
Tribunal.

Pero al examinar su historial, el Juez descubrió que aquella mujer no había realizado un solo acto de caridad, a excepción de cierta ocasión en que había dado una zanahoria a un mendigo famélico.

Sin embargo, es tan grande el valor de un simple acto de amor que se decretó que la mujer fuera llevada al cielo por el poder de aquella zanahoria.

Se llevó la zanahoria al tribunal y le fue entregada a la mujer.

En el momento en que ella tomó en su mano la zanahoria, ésta empezó a subir como si una cuerda invisible tirara de ella, llevándose consigo a la mujer hacia el cielo.

Entonces apareció un mendigo, el cual se agarró a la orla del vestido de la mujer y fue elevado junto con ella; una tercera persona se agarró al pié del mendigo y también se vio transportado.

Pronto se formó una larga hilera de personas que eran llevadas al cielo por aquella zanahoria. Y, por extraño que pueda parecer, la mujer no sentía el peso de todas aquellas personas que ascendían con ella; y además, como ella no dejaba de mirar al cielo, ni siquiera las veía.

Siguieron subiendo y subiendo, hasta llegar prácticamente a las puertas del cielo. Entonces la mujer miró hacia abajo, para echar una última ojeada a la tierra, y vio toda aquella hilera de personas detrás de ella.

Aquello la indignó y, haciendo un imperioso ademán con su mano, gritó:

¡Fuera! ¡Fuera todos de ahí!

¡Esta zanahoria es mía!.

Pero, al hacer aquel imperioso gesto, soltó la zanahoria por un momento... y se precipitó con todos hacia abajo.

Hay un solo motivo de todos los males de la Tierra: y es pensar: ¡Esto me pertenece!



Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet
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