viernes, 15 de abril de 2022

CAMBIO PERMANENTE


 

NADA PUEDE PROTEGERTE DEL CAMBIO


Conocí a un hombre que era millonario antes de cumplir los cuarenta. Trabajaba con ahínco y siempre conseguía lo que quería: más dinero del que jamás podría necesitar; una casa grande y lujosa; una compañera cariñosa y muy bella; unos hijos encantadores, inteligentes, obedientes y trabajadores; montones de amigos; adulación, y respeto. Se retiró a los treinta y siete años. 

Literalmente el día después de haberse retirado, estaba sentado solo en casa y, de repente, aquel sentimiento vacío, incompleto, añorante del hogar afloró de nuevo..., el mismo sentimiento que había tenido siendo adolescente, el mismo sentimiento que le había hecho dejarse la piel trabajando para conseguir sus millones, el mismo sentimiento del que se había pasado la vida tratando de escapar. Era el sentimiento que, supuestamente, el dinero, la gran casa, la esposa y la familia harían desaparecer. Eso es lo que el mundo le había prometido.

Ahora se encontraba ante un serio problema. Tenía lo que quería, y aún se sentía incompleto. Aún añoraba el hogar. ¿Qué demonios le pasaba? Ya no contaba con la distracción del trabajo. Ahora, frente a frente de nuevo con el sentimiento de carencia, no tenía forma de escapar de él.

Aquella tarde, el joven millonario se tomó una copa. Luego otra. Y otra. Muy pronto se había hecho adicto a la bebida. Reemplazó su adicción al trabajo con una adicción al alcohol. Después de todo, tenía que eliminar como fuera su sensación de carencia cósmica.

La historia de este hombre es un perfecto ejemplo de cómo es imposible satisfacer al buscador, incluso cuando consigue lo que quiere. El sentimiento de carencia básico que experimentamos no lo puede acallar nada de cuanto existe en el mundo del tiempo y el espacio. Conseguir lo que deseas no erradica tu añoranza intrínseca de tu hogar.

Y hay otro problema, un problema que los budistas siempre han tenido presente: en un mundo que es totalmente impermanente, en un mundo de cambio constante, en un mundo que en última instancia escapa a cualquier tentativa tuya de controlarlo, incluso si consigues lo que quieres, puedes luego perder lo que tienes. En definitiva, la vida no ofrece ninguna clase de seguridad. Lo que aparece, siempre desaparece.

En lo más hondo, sabemos que nada, absolutamente nada, puede protegernos de la posibilidad de perder lo que tenemos, y por eso sentimos tal ansiedad en nuestra vida. Ahora que tenemos una casa nueva, nos preocupa la posibilidad de quedarnos sin trabajo y no poder atender los pagos en el plazo previsto. Ahora que tenemos dinero más que abundante en nuestra cuenta bancaria, nos preocupa que pueda quebrar la economía y que nuestros ahorros se queden en nada. Por muy feliz que seas en la relación con tu pareja, te preocupa que pueda dejarte, enfermar o algo aún peor. Te preocupa que tus hijos se hagan daño. Te preocupa tu cuerpo, todo lo que podría ocurrirle. Y sabes que nada —ni tu gran casa, ni los muebles, ni tu vistoso automóvil, ni la piscina, ni todo el dinero que tienes en el banco, ni siquiera tu amado gurú espiritual— puede protegerte de una pérdida potencial, del cambio, de la impermanencia, del rumbo que toman las cosas.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

jueves, 14 de abril de 2022

HIJOS DE LA INTENSIDAD NO DE LA COMODIDAD


 

EL JARDINERO Y SU RECOGEDOR DE HOJAS SECAS AUTOMÁTICO


¿Por qué tendemos a ir hacia la comodidad si somos hijos de la intensidad?

La mayoría de los jardineros y barrenderos, hoy en día, usan un aparato ventilador que sopla todo cuanto encuentra a su paso, a modo de lobo feroz en el cuento de Los tres cerditos. De esta manera logra agruparlo y recogerlo de una vez. En una ocasión, vi como un jardinero usaba uno de estos aparatos para deshacerse de las hojas secas de un jardín. En este caso en particular, las hojas se acompañaban, como si fueran un rebaño, hacia un pequeño camino de arena ajeno a la propiedad.

Desde la perspectiva del jardín, las hojas ya no existen y por lo tanto ha sido correctamente limpiado. Sin embargo, si ampliamos la perspectiva más allá de los límites del jardín, seremos conscientes de las hojas secas que no se recogieron y que quedaron expatriadas en el camino de arena.

La mayoría de las personas trata sus emociones y sus sentimientos de la misma manera que el jardinero trató a las hojas secas. Si lo que sentimos no nos gusta o es incómodo, tratamos de apartarlo de nuestra conciencia escondiéndolo más allá de ella, al otro lado de sus límites. De este modo convertimos a nuestro inconsciente en un vertedero emocional de sentimientos y emociones que nunca desaparecen.

Hasta ahí, mera descripción. Lo verdaderamente interesante empieza cuando un día el jardinero, sintiéndose insatisfecho en su jardín, desea ir más allá de sus límites y trata de abrirse paso por el camino de arena al que ya no puede acceder como antes, debido a la gran cantidad de hojas acumuladas a lo largo de tanto tiempo. Hay tantas hojas esperando ser recogidas que ni tan siquiera se intuye dónde está ese hermoso camino de arena.

Cuando alguien se atreve a ampliar sus horizontes personales, suele encontrarse con algo «misterioso» que no se lo permite hacer. Ese «algo misterioso» es miedo a sentir cada una de las emociones que fueron evitadas a lo largo de toda la vida. El miedo siempre apunta hacia aquello que necesita ser atendido para poder seguir avanzando. Pero para nuestra «conciencia jardinero» esto va a vulnerar una de nuestras decisiones olvidadas: ¡no quiero sentir esto!
Sin darnos cuenta, con esta curiosa decisión de no sentir lo que sentimos, validamos y fortalecemos nuestros límites. De este modo, nuestra personalidad se convierte en nuestro jardín privado (consciente), pero ajena al «vertedero emocional» con el que la hemos rodeado (inconsciente).




Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet

lunes, 11 de abril de 2022

¿QUÉ TAL SI ESTÁ BIEN CARECER ALGO?


 

INTERES POR LO EXTERNO PERO TAMBIÉN POR LO INTERNO


El vivo interés por todo lo que nos rodea es magnífico, pero también hay que avivar el 
interés por autoconocerse y explorar o examinar los estados internos. 

La vía del autoconocimiento es la que realmente nos hará más sosegados y nos permitirá saber cómo somos y qué queremos modificar en nosotros mismos; también descubriremos las causas de nuestro sufrimiento interior y estaremos así mejor preparados para despojarnos de esas espinas. 

El autoconocimiento se realiza no mediante la lectura de libros o la asistencia a conferencias de doctos notables, sino mediante la observación de nosotros mismos y la autovigilancia.


Ramiro Calle


Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet
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