domingo, 20 de febrero de 2022

¿QUIERES UNA MUERTE FÁCIL?


 

ESPACIO Y TIEMPO, LA GRAN PARADOJA EN MOVIMIENTO


El espacio y el tiempo son un espejismo en el que nos hemos habituado a vivir.

Permíteme compartir contigo una posibilidad. Esta posibilidad es parte de mi vivencia como ser humano y, si bien dice mucho de mi ignorancia, también expone mi locura.

De joven, un día, por alguna razón que desconozco, empecé a percibir de forma esporádica que lo que me rodeaba no estaba ahí en verdad. De repente empecé a ver como si una textura se hubiera interpuesto entre mis ojos y lo que veía.

Actualmente son muy conocidos los filtros que añadimos a nuestras fotografías cuando las editamos para que queden mejor. En el caso que menciono en el párrafo anterior fue como si un filtro de sutilidad se hubiera añadido a mi mirada. El resultado era que veía lo que siempre había visto pero sin la densidad o materialidad a la que estaba acostumbrado.

Hoy en día sé que lo que viví en esos tiempos fue justo al revés. Una capa de densidad había sido eliminada de mi mirada. Eso me permitió pensar que la realidad posiblemente era mucho más sutil e inconsistente de lo que yo había llegado a creer. Que la realidad que tanto había tocado, olido, visto, mojado, arrugado, huido e incluso perseguido no era un hecho, sino una imagen en mi mente.

En esos momentos pude ser consciente de que eso que veía, y que yo había llamado durante tantos años realidad, tan sólo era un estado de la mente, y además un estado mental más cercano al sueño que a la vigilia. A pesar de que podía seguir palpándolo e incluso andar por él, su irrealidad era demasiado evidente.

Los seres humanos hemos logrado fabricar un estado de la mente que nos permite andar por mundos mentales autofabricados y vivirlos como realidades incuestionables. Y aquí llegó la palabra clave, «incuestionables». La característica básica de esos estados de la mente es que la mente que los fabrica no los cuestiona, porque cree ser hijo de ese mundo en lugar de ser su creador.

En estos casos, uno no es consciente de que uno mismo no vive dentro de esos mundos, sino que esos mundos existen sólo dentro de él. Ahora imagínate por un momento a un ser que cree vivir separado del resto. Cuando ese ser fabricase una realidad, toda ella sería fabricada bajo esa creencia, de modo que todos los seres de su misma condición también se percibirían separados los unos de los otros.

En ese mundo existirían muchas versiones de ese mismo ser, pero ninguna de esas versiones sería consciente de ser un mismo ser, ni tampoco lo sería de su origen unitario. No resultaría difícil, en ese mundo, encontrar a dos personas que al verse por la calle pensaran que son personas distintas, cuando en realidad serían el mismo ser que fabricó ese mundo desunido.

Como esas dos personas no pensarían más que sus propios pensamientos, jamás podrían comprender la unidad en la que se basa la realidad.

Aquí viene mi ignorancia, no sé cómo todo esto llega a suceder. He olvidado la mecánica de los mundos imaginados, como por ejemplo el nuestro. Es posible, incluso, que nunca lo haya sabido. Pero sí sé que para que exista un mundo así se precisa de una decisión y que, una vez tomada, ésta se desvanezca del recuerdo. Así es como se mantiene en pie el mundo de la imaginación.

Es lo mismo que cuando sueñas un sueño y no recuerdas que estás en la cama soñando ese sueño. Cuando estás dentro del sueño te conviertes en un personaje y no recuerdas que estás en la cama soñándolo; has olvidado al soñador. Al no percibirse, éste queda fuera de su realidad. El personaje soñado no es quien decidió soñar y por esa razón no cree vivir en un mundo soñado.

Aquí viene mi locura, soy consciente de que no existo. ¡Tremenda paradoja! Sergi es el personaje de una mente dormida. Soy consciente de que soy un personaje construido a base de ideas mentales de una mentalidad humana que no existe. Es como si estando soñando, de repente, te dieras cuenta de que estás dentro de tu propio sueño y por lo tanto no existes, que no eres más que un personaje fabricado por una conciencia que está dormida.

Sabiendo esto, empecemos nuestro viaje, pero recuerda que en el fondo de lo que se trata es de despertar y no de llegar a alguna parte.



Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet

sábado, 19 de febrero de 2022

¿ME ACOMPAÑAS?


INTRODUCCIÓN: 

«He desplegado unas alas de confianza en el espacio y he planeado hacia el infinito, dejando atrás lo que otros se han esforzado por ver desde la distancia. Aquí no había un arriba ni un abajo, ni un límite ni un centro. He visto que el Sol tan sólo era otra estrella y que las estrellas eran otros soles, cada uno de ellos escoltado por otras tierras como la nuestra. La revelación de tal inmensidad fue como enamorarse.»
Giordano Bruno (1548-1600)



A finales del siglo xvi el monje dominico Giordano Bruno tuvo una revelación en la que pudo ver más allá de los establecimientos intelectuales, espirituales y científicos de su época. En un contexto en el que no había libertad de pensamiento y en el que se daba por hecho que la Tierra era el centro del universo, Giordano vio un reino infinito donde nuestro Sol no era más que un sol entre muchos otros y nuestra Tierra no era más que un planeta de entre muchos otros planetas. Giordano terminó su estadía en nuestro mundo quemado en la hoguera por ser fiel a un conocimiento que desafiaba a toda una época. Él simplemente se había enamorado de la libertad.

Todo ser humano consciente o inconscientemente busca paz mental. Esta paz tan anhelada sólo llega hasta este mundo a través de una mente liberada de sus asfixiantes fronteras personales, que aparentan darle cobijo y seguridad. No es real la seguridad que ofrecen los límites de nuestra personalidad.

Todo ser humano que se pregunte, desde lo más profundo de su corazón, por la realidad que existe más allá de su concepción personal de las cosas, tiene derecho a encontrarla. Dicho encuentro, sin embargo, siempre va a desafiar cualquier establecimiento humano de la clase y de la época que sea. De hecho, el cuestionamiento, en sí mismo, ya nos resulta desafiante.

He visto un mundo humano en el que sólo se refleja la unidad de la conciencia universal. Colectivos de personas organizados por la naturaleza de su unidad, inherente a un universo amoroso. Todos al servicio de los demás y cada uno de ellos dentro de un estado de perfecta realización, sin rastro de miedo psicológico. En ese estado, el amor, la paz y la creatividad son los únicos habitantes de la mente, una mente en perfecto equilibrio con el corazón y un corazón que abraza sin miedo nuestras partes más básicas e instintivas.

Giordano Bruno dijo que la revelación de tal inmensidad fue como enamorarse, porque descubrió que el conocimiento y el amor son la misma cosa. Y he aquí nuestra gran ignorancia: el conocimiento y el amor son la misma cosa. Se requiere tan sólo un ser humano para despertar a tu mente de esa ignorancia, y ese ser humano eres tú mismo ejerciendo tu derecho a conocer la verdad que encierras dentro de tu olvido.

Cuando estoy ante audiencias de centenares de personas, me gusta proponerles el siguiente experimento: les invito a levantar un brazo a la cuenta de tres. «Asegúrate de levantar sólo tu brazo», les pido. «Levanta sólo el tuyo», insisto. Cuando se escucha el tres en la sala, el levantamiento del brazo de una persona termina siendo el de todos los centenares de personas que ocupan la sala. Cuando un ser humano decide encontrar la paz en él y sólo en él, encuentra la paz de todos los seres humanos. Sin embargo, raramente somos conscientes de la paz que escondemos dentro de nosotros mismos, detrás de nuestras historias. Cuando alguien me pregunta cómo conseguirlo, le respondo: «No conozco el cómo, pero sí el dónde». ¿Me acompañas?



Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía tomada de internet

PODRÍA DECIRSE (SOBRE EL CONOCIMIENTO ACUMULATIVO)


 

PODRÍA DECIRSE (SOBRE LAS OPORTUNIDADES)

 


EL GUERRERO


"puedo decir del amor que tuve
que no es inmortal puesto que es llama
pero que es infinito en tanto dure..."
Vinicius de Moraes

El cuerpo gigantesco del guerrero sumerio estaba arado de cicatrices y su piel curtida por el sol y la nieve.

Su nombre era Jormá, y cuenta esta historia que cierta vez, mientras cabalgaba con tres de sus amigos de una ciudad a otra, sufrieron una emboscada a manos de sus más crueles enemigos.

Los cuatro guerreros combatieron con fiereza pero sólo Jormá consiguió sobrevivir, sus tres amigos cayeron muertos durante la lucha.

Ensangrentado y exhausto, Jormá se dió cuenta de que necesitaba descansar, reponer fuerzas y sanar sus heridas.

Miró a su alrededor en busca de un lugar seguro y divisó una pequeña caverna excavada en una montaña cercana.

Casi arrastrándose llegó hasta allí y una vez dentro de la cueva, extendió sobre el piso su piel de osos y se quedó profundamente dormido.

Horas o días después, lo despertó el hambre.

Sintió que su estómago reclamaba algo caliente. Todavía dolorido Jormá decidió salir a juntar algunas ramas y troncos secos para prender un pequeño fuego en su guarida transitoria y comer así un poco de la carne salada que llevaba consigo.

Cuando la luz de las llamas iluminó el interior del refugio, el guerrero no podía creer lo que veía: El reducto que había encontrado no era simplemente una cueva, era un templo, un templo excavado en la roca.

... Por las inscripciones y los símbolos, el sumerio descubrió que el templo había sido construido en honor a un sólo dios...

El dios Gotzú.

Jormá había aprendido a desconfiar de las casualidades , y quizás por eso no dudó en pensar que sus pasos habían sido conducidos hasta la cueva por el mismísimo dios del templo, para poder así guardar su sueño.

Jormá concluyó que esta era una señal:

Desde entonces encomendaría su espalda al dios Gotzú.

Se quedaría allí hasta que sus heridas curasen.

Mientras tanto, prendería un gran fuego debajo del altar que presidía la inmensa imagen en piedra del dios y cazaría algún animal al que sacrificar en su honor.

Cinco días y cinco noches más estuvo el guerreo en la cueva de la montaña, reponiéndose y honrando a Gotzú.

Durante ese tiempo nunca dejó que se apagara la llama que iluminaba el altar.

Al sexto día, Jormá se dio cuenta de que era hora de seguir su camino, y quiso dejar, antes de partir, una ofrenda a Gotzú en señal de gratitud.

- Una llama eterna - pensó - pero ¿cómo conseguirla?

Jormá salió de la cueva y se sentó en una roca al borde del sendero a meditar sobre el problema.

Sabía que un poco de aceite ayudaría a mantener la llama, pero no era suficiente.

Pensó, por un momento que quizás debía buscar mucha leña, tanta como para que nunca se consumiera; tanta, que durara eternamente... pero rápidamente se dio cuenta de lo vano del esfuerzo... mucha madera aumentaría la intensidad del fuego pero no la duración de la llama...

Un monje, de túnica blanca, que caminaba por el sendero se detuvo frente a Jormá.

Tal vez de puro curioso o quizás por la sorpresa de ver a un guerrero en tan reflexiva actitud, el caso es que el monje se sentó frente al sumerio y se quedó inmóvil mirándolo como si pasara a ser parte del paisaje.

Horas después, cuando el sol ya caía, Jormá, todavía seguía pensando...

Lo ocupaba tanto su problema que no se sorprendió demasiado, cuando el monje le habló:

- ¿Qué te pasa guerrero?. Parece preocupado... ¿Puedo ayudarte?.

- No lo creo - dijo el guerrero - Esta cueva, mi señor, es el templo del dios Gotzú, a quien hace cinco lunas he consagrado como mi protector, el destinatario de mis oraciones, el objeto último de mi lucha. Pronto deberé partir y quisiera honrarlo eternamente, pero no sé como conseguir que la llama que he encendido dure para siempre.

El monje meneó la cabeza y como si hubiera adivinado el camino que había recorrido el pensamiento del guerrero le dijo:

- Para que la llama sea eterna, necesitarás algo más que madera y aceite...

- ¿Qué cosa? - Se apuró a preguntar Jormá - ¿Qué más necesito?.

- Magia - dijo el monje secamente.

- Pero yo no soy mago, ni sé de magia.

- Sólo la magia puede conseguir que algo sea eterno.

- Yo quiero que la llama sea eterna - dijo el guerrero... y siguió - ... Si consigo la magia, ¿Me puedes asegurar que la llama para Gotzú será eterna?.

- ¿Asegurar?. Hace una semana ni siquiera sabías de la existencia de este templo a Gotzú... y hoy quieres para él, un homenaje eterno. Esto es lo que hoy deseas... ¿Es que acaso tú puedes asegurar que tu deseo será eterno?...

Jormá hizo silencio.

El guerrero se dio cuenta de que nadie podía afirmar la eternidad de un deseo...

El monje volvió a menear la cabeza y se puso de pie...

Se acercó a Jormá, y apoyándole la mano abierta en el pecho, y le dijo:

- Te diré un secreto:

¡La magia sólo dura mientras persiste el deseo!



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

jueves, 17 de febrero de 2022

LA ESPERANZA ES UNA FORMA DE POSTERGAR LA VIDA


 

LA MUERTE CONSCIENTE


 

ILUSION


Había una vez un campesino gordo y feo
que se había enamorado (¿cuándo no?)
de una princesa hermosa y rubia...

Un día, la princesa - vaya a saber por qué -,
le dió un beso al feo y gordo campesino...
y mágicamente éste se transformó
en un esbelto y apuesto príncipe
(por lo menos así lo veía ella...)
(por lo menos... así se sentía él.)



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet
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