lunes, 4 de octubre de 2021

TÚ DESAPARECES, Y ERES TODO..., O TODO DESAPARECE, Y TÚ NO ERES NADA


 

VIDA SIN SUEÑOS


 

17. TACAÑO EN ENSEÑANZA


Un joven médico de Tokio llamado Kusuda se encontró con un 
colega que había estado estudiando zen. El joven doctor le preguntó qué era el zen.

«No puedo explicarte lo que es», replicó su amigo, «pero una cosa es cierta. Si comprendes el zen, no tendrás ningún miedo a morir».

«Eso está bien», dijo Kusuda. «Lo probaré. ¿Dónde puedo encontrar un maestro?».

«Ve a buscar al maestro Nan-in», le dijo su amigo.

De modo que Kusuda fue al encuentro de Nan-in. Llevaba una daga de nueve pulgadas y media de longitud para determinar si el maestro tenía o no miedo a morir.

Cuando Nan-in vio a Kusuda exclamó: «Hola, amigo. ¿Cómo estás?

¡Hace tanto tiempo que no nos veíamos!».

Esto dejó perplejo a Kusuda, quien replicó: «Nunca antes nos habíamos visto».

«Tienes razón», contestó Nan-in. «Te he confundido con otro médico que está aquí recibiendo instrucción».

Con dicho comienzo, Kusuda perdió su oportunidad de poner a prueba al maestro, de forma que preguntó de mala gana si podría recibir la enseñanza zen.

Nan-in dijo: «El zen no es una tarea difícil. Si eres médico, trata a tus pacientes con amabilidad. Eso es zen».

Kusuda visitó a Nan-in tres veces, y en cada ocasión Nan-in le dijo lo mismo. «Un médico no debería perder su tiempo aquí. Ve a casa y ocúpate de tus pacientes».

Para Kusuda no estaba claro en qué modo esa enseñanza podía erradicar el miedo a la muerte. Así que, en su cuarta visita, se quejó: «Mi amigo me dijo que cuando se estudia zen se pierde el miedo a la muerte.

Cada vez que vengo, lo único que me dices es que me ocupe de mis pacientes. Eso ya lo sé. Si esto es a lo que llamáis zen, no te visitaré más».

Nan-in sonrió y dio unas palmaditas al doctor. «He sido muy estricto contigo. Permíteme darte un koan». Y a continuación le di el koan de Joshu para que trabajara, siendo éste el primer supuesto para la iluminación recogido en el libro La entrada sin puerta.

Kusuda consideró con atención el problema de Mu (la nada o no cosa) durante dos años. Al final creyó haber encontrado una respuesta, pero su maestro comentó: «Aún no».

Kusuda continuó meditando durante otro año y medio. Su mente se volvió plácida. Los problemas se disiparon. El vacío, la no-cosa o nada se convirtió en la verdad. Atendía bien a sus pacientes y, sin ni siquiera darse cuenta, se liberó de la preocupación sobre la vida y la muerte.

Entonces, cuando visitó a Nan-in, su viejo maestro se limitó a sonreír.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

domingo, 3 de octubre de 2021

EL CENTRO DEL DOLOR


 

DESCUBRIENDO EL MANANTIAL (EL SEÑOR DE LAS PALABRAS)


Una enseñanza que nos ayuda a realizar este proceso de desbloquear la bodichita (corazón/mente abierto o iluminado) es la de los tres señores del materialismo. Se trata de las tres formas en que intentamos protegernos de este mundo fluido e indefinible, de las tres estrategias que usamos para obtener una ilusión de seguridad.

El segundo de los tres señores del materialismo es el señor de las palabras.

Representa la forma en que usamos cualquier tipo de ideas para que nos den una ilusión de seguridad sobre la naturaleza de la realidad. Cualquier «ismo» —político, ecológico, filosófico o espiritual— puede usarse incorrectamente de este modo. El término de «políticamente correcto» es un buen ejemplo de cómo funciona este señor. Cuando creemos que nuestra opinión es la correcta, podemos volvernos muy intolerantes y estar predispuestos en contra de los errores de los demás.

Por ejemplo, ¿cómo reacciono cuando mis opiniones sobre el Gobierno son cuestionadas? ¿Cómo reacciono cuando los demás no están de acuerdo con mis ideas sobre la homosexualidad, los derechos de la mujer o el medio ambiente? ¿Qué ocurre cuando la opinión que tengo sobre fumar o beber es puesta en tela de juicio?

¿Qué es lo que hago cuando alguien no comparte mis convicciones religiosas?

Los nuevos practicantes suelen adoptar la meditación o las enseñanzas budistas con gran entusiasmo. Sentimos que formamos parte de un grupo nuevo, estamos contentos de tener una nueva perspectiva. Pero ¿juzgamos entonces a la gente que ve el mundo de distinta manera? ¿Nos cerramos a los demás porque no creen en el karma?

El problema no yace en las propias creencias, sino en cómo las usamos para experimentar la sensación de tener un suelo bajo nuestros pies, para creer que tenemos razón y que el otro está equivocado, para evitar sentir la inquietud de no saber lo que nos está ocurriendo. Esto me recuerda a un individuo que conocí en los años sesenta cuya pasión era protestar contra las injusticias. Cuando parecía que un conflicto iba a resolverse, se sumía en una especie de pesimismo. Pero cuando surgía una nueva injusticia que defender, volvía a estar eufórico.

Jarvis Jay Masters es un amigo mío budista que ahora está en el pabellón de los condenados a muerte. En su libro Finding Freedom, explica qué sucede cuando nos dejamos seducir por el señor de las palabras.

Una noche mientras estaba sentado en la cama leyendo, su vecino Omar le gritó:

«Eh, Jarvis, pon el canal siete». Jarvis lo puso quitando el sonido. Al mirar las imágenes que aparecían en la pantalla vio una muchedumbre enfurecida agitando los brazos. Preguntó a su vecino: «¿Eh, Omar, qué ocurre?». Y éste le contestó: «Es el Ku Klux Klan, Jarvis, están chillando y gritando que los negros y los judíos tienen la culpa de todo».

Unos minutos después Omar gritó: «Eh, mira lo que sale ahora por la tele».

Jarvis miró la pantalla y vio a una multitud manifestándose que agitaba pancartas, mientras algunas personas eran detenidas por la policía. Dijo: «Sólo con verlos adivino que están enojados por algo. ¿Pero por qué gritan?». Omar le contestó:

«Jarvis, es una manifestación de ecologistas. Están pidiendo que cesen la tala de los bosques, las matanzas de las focas y todo lo demás. ¡Fíjate en esa mujer que protesta furiosamente con el micrófono y toda esa gente gritando!».

Al cabo de diez minutos Omar volvió a llamarle: «¡Eh, Jarvis! ¿Aún estás mirando la tele? ¿Ves lo que sale ahora?». Jarvis levantó los ojos y esta vez vio a mucha gente trajeada con una expresión de estar furiosa por algo. Preguntó: «¿Qué les ocurre a esos tipos?». Y Omar le respondió: «Jarvis, son el presidente y los senadores de Estados Unidos que se están peleando y discutiendo delante de las cámaras de la televisión nacional, cada uno intenta convencer al público de que el otro tiene la culpa de la terrible situación económica existente».

Jarvis respondió: «Bueno, Omar, de lo que sí estoy seguro es de que esta noche he aprendido algo interesante. Aunque vistan como el Ku Klux Klan, como los ecologistas o con caros trajes, todas esas personas tienen la misma expresión furiosa en sus rostros».

Tener una convicción razonable sobre algo que creemos que es correcto, puede llevarnos a dejarnos atrapar por el señor de las palabras. Sin embargo, descubrir que nos indignamos al defender nuestra convicción es un signo de que sin duda hemos ido demasiado lejos y de que nuestra capacidad para cambiar está bloqueada.

Las creencias y los ideales se han convertido en otra forma de levantar muros.



Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

sábado, 2 de octubre de 2021

LA VIDA Y SU INMENSA COMPASIÓN


 

DESCUBRIENDO EL MANANTIAL (EL SEÑOR DE LA FORMA)


Una enseñanza que nos ayuda a realizar este proceso de desbloquear la bodichita (corazón/mente abierto o iluminado) es la de los tres señores del materialismo. Se trata de las tres formas en 
que intentamos protegernos de este mundo fluido e indefinible, de las tres estrategias que usamos para obtener una ilusión de seguridad. Esta enseñanza nos anima a familiarizarnos con las estrategias del ego, para ver claramente cómo seguimos persiguiendo la comodidad y la tranquilidad de un modo que tan sólo fortalece más aún nuestros miedos.

El primero de los tres señores del materialismo se denomina el señor de la forma. Representa la manera en que nos refugiamos en los objetos externos para obtener una sensación de seguridad. Empezamos observando los métodos que usamos para huir: ¿Qué hago cuando me siento ansioso, deprimido, aburrido o solo?

¿Intento sentirme mejor con la «terapia de ir de compras»? ¿O me refugio en el alcohol y la comida? ¿Intento animarme tomando drogas, practicando el sexo o buscando aventuras? ¿Prefiero retirarme en la belleza de la naturaleza o en el delicioso mundo que me proporciona una buena novela? ¿Lleno el espacio llamando por teléfono, navegando por Internet o mirando la televisión durante horas? Algunos de estos métodos son peligrosos, en cambio otros son divertidos o incluso bastante benignos. Lo importante es que podemos abusar de cualquier sustancia o actividad para huir de la sensación de inseguridad. Cuando nos volvemos adictos al señor de la forma, estamos creando las causas y las condiciones para que el sufrimiento aumente. No podremos obtener una satisfacción duradera por mucho que lo intentemos. En lugar de ello, los sentimientos de los que intentamos huir se volverán más fuertes.

Una analogía tradicional para el dolor que causa el señor de la forma es un ratón atrapado en una ratonera porque no ha podido resistirse al queso. El Dalai Lama ha dado la vuelta a esta analogía de un modo muy interesante. Cuenta que cuando era niño y vivía en el Tíbet, solía intentar atrapar ratones no porque deseara eliminarlos, sino porque quería ser más listo que ellos. Dice que los ratones del Tíbet deben de ser más inteligentes que los ratones corrientes, porque nunca logró atrapar ninguno. En lugar de ello se convirtieron en sus modelos de conducta iluminada. Le dio la impresión de que, a diferencia de la mayoría de nosotros, aquellos ratones habían llegado a la conclusión de que lo mejor para ellos era renunciar al efímero placer que les producía un pedacito de queso a cambio del duradero placer de vivir. Él nos animó a seguir su ejemplo.

Al margen de cómo nos dejemos atrapar, nuestra reacción habitual no es la de sentir curiosidad por lo que nos está ocurriendo. No nos dedicamos a investigar de manera natural las estrategias del ego, sino que la mayoría nos limitamos a buscar ciegamente algo familiar que asociamos con que nos hará sentir mejor y después nos preguntamos por qué no estamos satisfechos. La aproximación radical a la práctica de la bodichita es prestar atención a lo que hacemos. Sin juzgarlo, aprendemos a aceptar con suavidad cualquier cosa que nos ocurra. Y, al final, puede que decidamos dejar de lastimarnos como solemos hacerlo.



Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

viernes, 1 de octubre de 2021

EL DESPERTAR ESPIRITUAL ES MUY SENCILLO


 

16. NO LEJOS DEL ESTADO DE BUDA


Un estudiante de la universidad visitó en una ocasión a Gasan y le 
preguntó: «¿Has leído alguna vez la Biblia cristiana?».

«No, léemela», dijo Gasan.

El estudiante abrió la Biblia y leyó desde San Mateo: «¿Y por qué preocuparse por lo que vestiréis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen. No trabajan, ni hilan, pero os digo que ni aún Salomón en toda su gloria se atavió como uno de ellos... De modo que no os inquietéis por el día de mañana, pues el mañana traerá su propia inquietud”.

Gasan dijo: “Quienquiera que dijera tales palabras, lo considero un hombre iluminado».

El estudiante continuó leyendo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abre».

Gasan remarcó: «Eso es excelente. Quienquiera que dijera eso no se halla lejos del estado de Buda».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

ERES LA VIDA


 

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