jueves, 30 de septiembre de 2021

LO HABITUAL


 

CODICIA


Cavando para montar un cerco que separara mi terreno de el de mis vecinos, 
me encontré enterrado en el jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.

A mi no me interesó por la riqueza, sino por lo extraño del hallazgo.

Nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales...

Después de desenterrar el cofre, saqué las monedas y las lustré.
(¡Estaban tan sucias y herrumbradas las pobres!).

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente las fui contando...

Constituían en sí mismas una verdadera fortuna.

Sólo por pasar el tiempo empecé a imaginarme todas las cosas que se podrían comprar con ellas...

Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro...

Por suerte...

Por suerte no era mi caso...

Hoy vino un señor a reclamar las monedas.
Era mi vecino.

Pretendía sostener, el muy miserable, que las monedas las había enterrado su abuelo y que por lo tanto le pertenecían a él.

Me dio tanto fastidio...

... que lo maté!

Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas 
se las hubiera dado,
porque si hay algo que a mí no me importa,
son las cosas que se compran con dinero...
Pero, eso sí,
no soporto la gente codiciosa...



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

martes, 28 de septiembre de 2021

EL PELIGRO DE LA FALSA ESPIRITUALIDAD


 

15. SHOUN Y SU MADRE


Shoun llegó a ser un maestro de soto zen. Cuando aún era estudiante, su padre murió, dejándolo al cuidado de su anciana madre.

Siempre que Shoun iba a la sala de meditación, llevaba consigo a su madre. Pero al estar acompañado por ella, cuando visitaba monasterios no podía cohabitar con los monjes. De modo que construyó una pequeña casa y allí cuidó de ella. Se dedicó a copiar sutras y versos budistas, y de esta forma recibía unas pocas monedas para comer.

Cuando Shoun compraba pescado para su madre, la gente se burlaba de él, pues se sabe que un monje no debe comer pescado. Pero a Shoun no le importaba. Su madre, sin embargo, se sentía dolida al ver que se reían de su hijo. Por fin, un día le dijo a Shoun: «Creo que voy a ordenarme monja. Puedo hacerme vegetariana también». Así lo hizo, y se dedicaron a estudiar juntos.

Shoun era muy aficionado a la música y tocaba con destreza el arpa, que también tocaba su madre. En las noches de luna llena solían tocar juntos al unísono.

Una noche, una joven pasó por su casa y oyó la música. Profundamente impresionada, invitó a Shoun a visitarla la noche siguiente y a tocar para ella. Él aceptó la invitación. Algunos días después, se encontró con la joven en la calle y le dio las gracias por su hospitalidad.

La gente se rió de él. Había estado en la casa de una mujer de la calle.

En cierta ocasión, Shoun tuvo que ir a un templo algo distante para dar una conferencia. Unos meses más tarde, regresó a casa y vio que su madre había muerto. Sus amigos no habían sabido dónde encontrarle, de modo que el funeral ya se estaba celebrando.

Shoun se dirigió hacia la comitiva y dio un golpe en el ataúd con su bastón. «Madre, tu hijo ha vuelto», dijo.

«Estoy contenta de ver que has regresado, hijo», respondió él por su madre.

«Sí, yo también estoy contento», contestó Shoun. Entonces anunció a las personas que le rodeaban: «El funeral ha terminado. Podéis enterrar el cadáver».

Cuando Shoun se hizo mayor, supo que su fin se acercaba. Pidió a sus discípulos que se congregaran a su alrededor a la mañana siguiente, y les dijo que iba a morir al mediodía. Mientras quemaba incienso ante los retratos de su madre y de su maestro, escribió un poema:

Durante cincuenta y seis años he vivido lo mejor que he podido, 
Cumpliendo mi propósito en este mundo.
Ahora que la lluvia ha cesado, las nubes desaparecen, 
En el cielo azul hay una luna llena.

Sus discípulos le rodearon, recitando un sutra, y Shoun falleció durante la invocación.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

lunes, 27 de septiembre de 2021

NUESTRA ARMADURA NO NOS PROTEGE


 

LA SABIDURÍA DE BUDA


Buda cruzaba un pueblo. Un grupo de gente que estaba en su contra se reunió alrededor de él y se puso a insultarlo gravemente. Él escuchó en silencio, con infinita paciencia. En realidad, debido a su paciencia, aquella gente empezó a inquietarse. Empezaron a sentirse incómodos, porque si insultas a un hombre y él escucha como si escuchara música, hay algo que va mal. ¿Qué es lo que está sucediendo?
Empezaron a mirarse unos a otros y uno le preguntó a Buda, ‘¿Qué ocurre? No entiendes lo que te estamos diciendo?’

Buda le dijo, ‘Guardo silencio precisamente porque lo entiendo. Yo no puedo castigarme a mí mismo por su estupidez. Son ustedes los que deciden si insultarme o no insultarme, pero es mi libertad aceptar o no aceptar el insulto. No pueden obligarme a que acepte sus insultos. Simplemente los rechazo; no valen nada. Pueden recuperarlos. Rehuso aceptarlos’.

La gente estaba asombrada. No podían entender de qué iba aquello. Le dijeron, ‘Por favor, explícanoslo’.

Él les dijo, ‘Siéntense y escuchen. En el último pueblo que atravesé, la gente vino a mí con dulces y guirnaldas, pero mi estómago estaba lleno y por esto les dije, ‘No puedo comer nada más. Por favor retiren sus regalos y dénselos a los que encuentren por el pueblo como prasad. Es mi regalo para la gente del pueblo’. ¿Qué creen que hicieron?’

Uno dijo, ‘¿Debieron de ir al pueblo y distribuir los dulces’. Buda le dijo, ‘Ahora escucha. Qué harás tú? Has venido con tus insultos y yo te digo que mi estómago está lleno y que no voy a aceptarlos. Y ahora, pobres desgraciados, qué harán? Tendrán que regresar y repartirlos por el pueblo’.



FUENTE: OSHO: ‘El Verdadero Sabio’, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com
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