viernes, 17 de septiembre de 2021

LA VIDA ES FÁCIL, LA VIDA ES PLACENTERA


 

LA PUERTA DEL TEMPLO


Había una vez un hombre rico, llamado Heizayemon, 
que se esforzaba por alcanzar en su vida las virtudes recomendadas por los antiguos sabios.

Como hombre serio y estudioso, Hei-zayemon solía gastar con liberalidad parte de su riqueza en actos de benevolencia, de caridad y de ayuda a los pobres.

Muchos niños de familias menesterosas eran rescatados gracias a su intervención, y personalmente financiaba la construcción de numerosos puentes y caminos en su provincia para beneficio de la gente.

Cuando murió, Hei-zayemon estipuló en su testamento que su legado fuera utilizado para continuar obras de beneficencia generación tras generación, lo cual fue cumplido por sus hijos y por sus nietos.

Se dice que un día apareció en la puerta de Hei-zayemon cierto monje budista. Parece que este religioso había oído hablar de la generosa y abundante magnanimidad de este hombre, inhabitual entre los ricos de aquella época, y había ido para pedirle dinero con el objeto de construir la puerta de un templo.

El filántropo se rió en la cara del monje y le dijo: «Yo ayudo a la gente porque no puedo soportar verla sufrir. ¿Qué tiene de malo un templo sin puerta?»



Extracto del libro:
Antología Zen
Cien historias de iluminación
Versión de Thomas Cleary
Fotografías tomadas de Internet

jueves, 16 de septiembre de 2021

ESTADO DE NO ACEPTACIÓN


 

LA VIDA ESTA LLENA DE MISTERIO


...Hay un gran silencio y reposo que impregna todas estas palabras, y es desde esa íntima quietud desde la que hablo. Este libro es todo él una carta de amor, de la quietud a la quietud..., de quien verdaderamente soy a quien verdaderamente eres.

Solía trabajar como voluntario en un sanatorio, y pasaba mucho tiempo con personas que se encontraban en las últimas semanas, días o incluso horas de su vida. Con frecuencia, los pacientes me confesaban que hasta aquel momento, en que el telón estaba a punto de caer, no habían abierto realmente los ojos a la obra que estaba en escena; era entonces cuando habían empezado a darse cuenta de lo preciosa que es la vida..., de lo preciosa que había sido siempre. Muchos de ellos se lamentaban. Lamentaban no haber saboreado la vida al máximo, lamentaban no haber amado lo suficiente. Se arrepentían de haberse guardado sus sentimientos por miedo al rechazo, y de no haber sido más sinceros y abiertos en sus relaciones. Se arrepentían de haber trabajado hasta enfermar, luchando por un futuro que nunca llegó y que ya no iba a llegar. Si hubieran sabido que la vida tenía otros planes para ellos, tal vez habrían abierto los ojos antes.

Algunos pacientes, hasta que se les arrebató el tiempo, no empezaron a explorar la vida de verdad. Ya no tenían tiempo para seguir viviendo de esperanzas y sueños; solo tenían tiempo para vivir. Algunos empezaron a experimentar con algún arte, otros estaban aprendiendo a tocar un instrumento, o a cantar o a bailar, por primera vez. Conocí a una mujer que, por fin, había reunido el valor suficiente para grabar su álbum de debut. Llevaba toda una vida escondiéndose, cantando en la ducha cuando estaba sola, protegiéndose del ridículo y el rechazo. Y ahora, en las últimas semanas de su vida, cuando ya no tenía nada que perder, cantaba con todo su corazón, como si nadie la estuviera escuchando, como si de hecho estuviera muerta y no hubiera ya nada que temer. El ridículo y el rechazo habían dejado de ser sus enemigos.

Un día me senté a jugar al ajedrez con una paciente. Apenas hablamos mientras jugábamos. Tenía la cabeza afeitada, y era patente su debilidad tras meses de quimioterapia. Pero estuvo tan presente conmigo durante la hora, más o menos, que pasamos juntos, tan en el aquí y el ahora, tan embelesada con la vida, tan fascinada por todo como un recién nacido... «Jaque mate», dijo con una sonrisa al tiempo que acorralaba a mi rey. Murió aquella misma noche, pero mientras jugamos estuvo más viva, más receptiva a experimentar, más enamorada del momento presente que muchos a los que todavía les quedan otros cincuenta años de vida. Estar presente no tiene nada que ver con el tiempo.

¿Por qué hacen falta, normalmente, situaciones de vida extremas para que recuperemos la percepción de la magia y el misterio de la vida? ¿Por qué esperamos, por regla general, a estar a punto de morir para descubrir en nuestro interior una profunda gratitud hacia la vida tal como es? ¿Por qué nos agotamos buscando amor, aceptación, fama, éxito o iluminación espiritual en el futuro? ¿Por qué trabajamos, o meditamos, hasta dejarnos la vida en ello? ¿Por qué posponemos la vida? ¿Por qué nos contenemos? ¿Qué es lo que buscamos, exactamente? ¿A qué esperamos? ¿De qué tenemos miedo?

¿Llegará la vida que tanto anhelamos en algún momento futuro, o está siempre mucho más cerca?

Este libro trata sobre la integridad de la vida y sobre la posibilidad de descubrir esa integridad ahora mismo; no el año que viene, ni mañana, ni «algún día», sino ahora mismo, en mitad de la experiencia presente, en mitad de lo que quiera que esté sucediendo, incluso si lo que está sucediendo es malestar, dolor o el anhelo de ser libre.

Este libro trata sobre la necesidad de que averigües quién eres realmente, más allá de quien piensas que eres, más allá de quien te han contado que eres, del cuento que te cuentas sobre quién eres y de todos los conceptos e imágenes que tienes de quién eres. Y trata sobre la necesidad de descubrir las diferentes maneras en que, al olvidarnos de quiénes somos e intentar construir y mantener lo que básicamente resulta ser una imagen falsa de nosotros mismos, obra del pensamiento, entramos en guerra con la experiencia presente, con los demás y con el planeta. Nuestro conflicto interno se convierte en un conflicto externo, pues, cuando hay guerra dentro de mí, entro en guerra contigo; lo que rechazo de mí lo rechazo en el mundo, y ese rechazo desemboca en toda clase de sufrimientos. Nos hacemos adictos a ciertas sustancias o a ciertos hábitos, algunos de ellos incluso aparentemente buenos, para eludir lo que no nos gusta de nosotros. Batallamos contra las emociones dolorosas. Buscamos a otra persona y una relación que nos complete. Queremos, desesperadamente escapar del malestar gracias a la iluminación.

En este libro, voy a sostener permanentemente una lupa sobre el lugar de nosotros donde nace el conflicto, ya que el lugar donde el conflicto empieza es también el lugar donde puede terminar.

Se calcula que, solo en el siglo XX, los seres humanos se las arreglaron para matar a más de doscientos millones de otros seres humanos en guerras y genocidios. Parecemos ser los únicos organismos del planeta que hacemos daño y matamos a nuestros semejantes no solo para protegernos físicamente, no solo en la lucha por el alimento o el territorio, sino también para defender nuestras imágenes. Matamos en nombre de cualquier clase de imagen: ideologías, filosofías, sistemas de creencias, caminos espirituales, perspectivas del mundo...; matamos cada vez que intentamos crear una imagen del cielo que hay en las alturas, cada vez que intentamos imponer nuestra imagen del mundo a otros seres humanos distintos de nosotros. Matamos en nombre de imágenes de la realidad, de imágenes de lo que es verdadero y es falso, imágenes de quiénes somos y de quiénes son los demás en relación con nosotros..., imágenes que rara vez, por no decir nunca, se corresponden con la realidad. ¿Dónde puede acabar esta violencia?



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 15 de septiembre de 2021

LA MEJOR RELIGIÓN DEL MUNDO




 

LA RELIGIÓN QUE NOS PREOCUPA


Muy pocas personas viven realmente. Mejor dicho, muy pocas han redescubierto 
la vida. No podrán volver a descubrirla hasta que no comprendan cuál es la falsedad que nuestra cultura, nuestra sociedad y - en cierta medida, siento decirlo - muchas de las religiones del mundo han implantado. Poner esto en evidencia es lo que me propongo hacer en esta última parte.

LA RELIGIÓN QUE NOS PREOCUPA

Me ocuparé muy brevemente de la religión. Para ello, me serviré de una historia acerca del inventor del arte de hacer fuego. 

Una vez que lo hubo inventado, recogió todos los elementos necesarios y se dirigió hacia el Norte, donde se encuentran tribus que viven temblando de frío. Y les enseñó el nuevo arte y sus ventajas. Y los tribeños se interesaron; todos aprendieron a hacer fuego y a utilizarlo para cocinar y para producir objetos. Y antes de que tuvieran tiempo de agradecer al inventor, éste había desaparecido. No quería recibir ningún agradecimiento; sólo quería que la gente se beneficiara con el fuego. Se dirigió a otra tribu, e intentó interesarla también en el invento. Pero allí tropezó con un obstáculo: los sacerdotes comenzaron a darse cuenta de la popularidad que estaba alcanzando el inventor y de cómo disminuía la influencia de ellos sobre la gente. Entonces decidieron librarse de él. Lo envenenaron. La sospecha de que los autores habían sido los sacerdotes cundió entre la gente. Entonces, los sacerdotes mandaron hacer un enorme retrato del inventor, lo colocaron en el altar principal del templo y crearon una liturgia, un ritual, para honrarlo. Año tras año la gente acudía a rendir homenaje al gran inventor y a los elementos para hacer fuego.

Los rituales eran observados fielmente, pero no se producía fuego. Había rituales, recordación, gratitud, veneración pero nada de fuego. " ¿por qué me llamáis ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que digo?"

¿Qué nos dice Él? ¡Amad, amad! Eso es lo que nos dice ¿Cuál es el mayor obstáculo para amar? Aquello a lo que me referí hoy: nuestra programación nuestros apegos obsesivos; eso es lo que pone obstáculos, como espero mostrarte en lo que resta.

La mejor religión del mundo es la religión llamada "Amor", no la religión llamada" ¡Señor, Señor!". ¿Quién lo dice? El propio Jesucristo. Y nosotros, los cristianos, no podemos nunca perder eso de vista.

Para referirme a la gracia y al esfuerzo necesario para ayudar a recibirla, contaré la hermosa historia del judío piadoso que cierta vez le dijo a Dios:

- Señor; mira cuan fervientemente te he servido toda mi vida; ¿no es así?

Por supuesto, no obtuvo ninguna respuesta.

- Es así - se respondió a sí mismo.

- Nunca te he pedido nada; ¿no es así?

- Es así --dijo él mismo, contestando de parte de Dios; por supuesto. Y agregó:

- Ahora te pediré un solo favor y Tú no puedes decirme que no. Durante toda mi vida te he servido, he observado la Ley, he respetado los derechos, he hecho el bien a la gente, he cumplido tus mandamientos...

Hazme tan sólo este favor: permíteme ganar la lotería y así podré retirarme en paz y con seguridad.

Él estaba convencido de que Dios le concedería su deseo, y esperaba, esperaba; pasaba todas las noches rezando. Después de seis meses nada había pasado. Y una noche, en plena frustración, gritó:

- ¡Dios, dame una oportunidad permíteme ganar la lotería!

Imagina el susto que sufrió cuando oyó una voz que le respondió:

- ¡Date una oportunidad tú mismo¡ ¡compra un billete!

No había comprado un billete. Bueno eso tiene que ver con el esfuerzo y la gracia.

¡Compra tu billete! Asegúrate de tener un billete. Asegúrate de estar usando el entendimiento. No puedes esperar que se produzcan milagros, como bien lo sabes.

Observa, comprende, cambia, como resultado de usar el entendimiento.



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet

martes, 14 de septiembre de 2021

SÉ AMOR Y SÉ LUZ


 

CONTECTADO CON TODO


 

DARSE CUENTA



Este cuento está inspirado en un poema de un monje tibetano,
Rimpoche, y que reescribí según mi propia manera de decir, para
mostrar una característica más de nosotros, los humanos.

Me levanto una mañana,
salgo de mi casa,
hay un pozo en la vereda,
no lo veo,
y me caigo en él.

Día siguiente...
salgo de mi casa,
me olvido que hay un pozo en la vereda,
y vuelvo a caer en él.

Tercer día,
salgo de mi casa tratando de acordarme
que hay un pozo en la vereda,
sin embargo
no lo recuerdo,
y caigo en él.

Cuarto día,
salgo de mi casa tratando de acordarme
del pozo en la vereda,
lo recuerdo,
y a pesar de eso,
no veo el pozo
y caigo en él.

Quinto día,
salgo de mi casa,
recuerdo que tengo que tener presente
el pozo en la vereda
y camino mirando el piso,
y lo veo
y a pesar de verlo,
caigo en él.

Sexto día,
salgo de mi casa,
recuerdo el pozo en la vereda,
voy buscándolo con la vista,
lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Séptimo día,
salgo de mi casa
veo el pozo,
tomo carrera,
salto,
rozo con la puntas de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.

Octavo día,
salgo de mi casa,
veo el pozo,
tomo carrera,
salto,
llego al otro lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido,
que festejo dando saltos de alegría...
y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo.

Noveno día,
salgo de mi casa,
veo el pozo,
tomo carrera,
lo salto,
y sigo mi camino.

Décimo día,
me doy cuenta
recién hoy
que es más cómodo
caminar...
por la vereda de enfrente.



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet
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