miércoles, 15 de abril de 2020

LA CUERDA AL CUELLO


Un hombre pretendió un día ser un profeta superior a todos los demás. Le pusieron una cuerda al cuello y lo llevaron ante el sultán. Curioso por conocer el origen de aquella aberración, la multitud se reunió como un hormiguero.

«Si la pobreza es un signo de profecía, decía la gente, entonces todos somos profetas. Todos somos semejantes y todos hemos venido igualmente del otro mundo. ¿Qué hay de extraordinario en eso?

—Hay una cosa que vosotros ignoráis, respondió el hombre. Vosotros habéis venido a la tierra por decisión del destino, pero habéis viajado en la ignorancia, como un niño que duerme, inconsciente de las etapas. Habéis atravesado muchas comarcas en la embriaguez o en el sueño. Nada habéis sabido del camino de lo alto y del camino de lo bajo. Nosotros hemos recorrido el universo con nuestros cinco sentidos y en las seis direcciones, despiertos y alegres. Hemos visto el origen y la finalidad, porque nuestros guías conocían bien el camino».

El pueblo pidió al sultán que torturase a aquel hombre para dar ejemplo, pero el sultán notó que el hombre era tan delgado que un simple papirotazo lo habría matado. Su cuerpo era casi transparente.

El sultán se dijo entonces que más valía probar con la dulzura pues un lenguaje tierno hace salir a la serpiente de su guarida.

Hicieron salir al pueblo y el sultán, lleno de paciencia y de dulzura, le preguntó de dónde venía y se informó sobre sus condiciones de vida.

«¡Oh, sultán! respondió el hombre, mi casa es el país de la salvación y mi dirección es el país de la reprobación. No tengo ni morada ni amigos. ¿Cómo podría un pez vivir en tierra?».

Para provocarlo, el sultán le preguntó:

«¿Cuál es tu plato preferido?». Después: «¿Qué has bebido para estar así ebrio por la mañana?

—¡Si tuviera pan, replicó el hombre, no pretendería ser un profeta!».

Profetizar ante tal sultán es como esperar que una montaña muestre corazón. Lo único que puede hacer una montaña es devolver las palabras que se le dirigen. Al hacer eso, se burla. De nada sirve hablar de vida a un cadáver. Pero habla de oro o de mujeres y todos te seguirán sin preocuparse siquiera de su propia existencia. Diles: «Una hermosa mujer está enamorada de ti. ¡Ve! te espera». Correrán enseguida en la dirección que les indiques.

Pero, si hablas el lenguaje de la verdad y dices: «¡En este efímero universo preparémonos para el universo de la verdad! ¿Qué importa lo efímero puesto que es posible la eternidad?». Sabe entonces que querrán matarte ¡y no creas que hacen eso para proteger su religión!

El sultán preguntó:

«¿Qué es la revelación? ¿Qué beneficio saca de sus actividades un profeta?

—Todo lo que dice un profeta termina por suceder, respondió el hombre. ¿Puede existir un reino que no desee unirse a él? ¡La revelación de un profeta, sin hablar siquiera de mí, es como la inspiración en el corazón de una abeja! La revelación que Dios hizo a la abeja ha llenado su morada de miel. ¡Por su revelación, Dios ha llenado de miel el universo! Y, como el hombre posee la luz del corazón, su revelación no podría valer menos que la de una abeja».



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

martes, 14 de abril de 2020

SECRETOS DE SALUD


DOS POSIBILIDADES


En todo momento, existen dos posibilidades. Una es enfocar toda nuestra curiosidad, atención y pasión en lo que sucede. La otra es enfocar esa misma curiosidad, atención y pasión en aquello que no sucede, aquello que no está presente, o en lo que pensamos debería o no estar sucediendo. En cada momento, la pregunta es: ¿A qué le dedica usted su atención? ¿Está permitiendo que suceda lo que es o luchará contra ello, intentando cambiarlo de algún modo?

Cuando nos enfocamos en lo actual, nuestra experiencia de ello permite apertura, se torna más grande, rica y completa. Pero cuando nos enfocamos en lo que no es (el pasado, futuro o cualquier otro pensamiento sobre lo que es), nuestra experiencia de ese momento se contrae y limita, se llena de sufrimiento y lucha, porque es inevitable la lucha contra lo que es, cuando nos enfocamos en lo que no es.

Si observamos, descubrimos que la mayor parte del nuestro tiempo estamos en oposición a lo que es y nos orientamos hacia lo que no es.

La vida se trata mayormente de intentar mejorar las cosas y disfrutar más, eliminar aquello que nos causa dolor. De modo constante, evaluamos nuestra experiencia, buscando los defectos y formas de mejorarla.

Tenemos la tendencia a enfocarnos en lo que anda mal o en aquello que podríamos hacer para mejorarlo. Como resultado, nuestra atención y consciencia se limitan.

Una vez nos percatamos del tiempo que pasamos luchando contra lo que es, la tendencia es luchar contra ello— intentar cambiar esa disposición de querer cambiarlo todo. Pero eso solo cambia el contenido de nuestra lucha: ahora estamos luchando contra la tendencia de intentar provocar cambios. Sufrimos por el hecho de que estamos sufriendo.

La otra posibilidad es simplemente percatarse de cuánto usted sufre, sin intentar hacer nada sobre ello. Solo acepte el hecho de que usted no permite mucho; reconozca que eso es así. Simplemente estamos condicionados a luchar contra lo que es, y este condicionamiento también es parte de lo que es.

Una vez dejamos a un lado la oposición, es posible ver como toda nuestra lucha viene de la idea de un yo. Sin la suposición de que algo es mi experiencia, no tendría mucho sentido intentar cambiar nada en el momento. Nuestro esfuerzo y lucha por cambiar lo que es, solo tiene sentido si hay un yo. Todo cumple con el propósito de mantener viva la idea de un yo. De hecho, la lucha es el yo. Cuando no hay lucha, no existe el yo. Todo nuestro sufrimiento es el resultado de tener y mantener una identidad.

Una vez reconocemos esto, nuestra tendencia es intentar corregir—cambiar la creencia acerca de quiénes somos. Nos enfocamos en eliminar la identificación, la cual se enfoca, una vez más, en lo que no es.

Aún sufrimos porque estamos en guerra contra nuestra tendencia por identificarnos. En lugar de aceptar lo que es (nuestra tendencia a identificar), nos orientamos hacia cómo pensamos que debería ser: Yo debería saber más, no debería estar identificando. Ya debería saber quién soy en realidad.

Otra posibilidad es estar realmente presente con esta tendencia de identificar sin hacer ningún esfuerzo por cambiar. Si eso es lo que está pasando, entonces eso es; simplemente, déjelo ser así. Le puede sorprender todo, incluyendo el hecho de que se presente la sensación de un yo. Verá que tan irreal es esa sensación de un yo, pero no luche por eliminarla. Ya no está la suposición de que algo anda mal y necesita ser mejorado.

Cuando por fin acepta que el momento sea justamente como es —incluso el hecho de que nos identificamos con un yo y por tanto luchamos con el momento— entonces podrá reconocer e incluir una mayor parte de la experiencia en su consciencia. Si estamos dispuestos a estar presentes y a permitir la identificación y lo que acontece, entonces también es posible notar algo más allá de la identificación, algo más allá de nuestra lucha y esfuerzo por mantener un yo. A lo que me refiero, por falta de una mejor palabra, es a Ser.

Junto a la consciencia de identificación, y la lucha y sufrimiento inherentes en ella, está la consciencia del ámbito más amplio de Ser, en el cual todo está sucediendo. Cuando vemos que el yo es, y ha sido siempre una mentira, pero no nos apartamos de esa consciencia ni nos juzgamos por ella, ni intentamos eliminar el yo, entonces podemos percatarnos de que junto con la lucha inherente en el yo, existe una bella, rica Presencia, o Ser, que está permitiendo todo, incluso la experiencia de un yo. Llegamos a ver que esa lucha del yo, solo abarca un porcentaje minúsculo de nuestra experiencia completa y que ésta lucha tiene lugar en un mar de permisividad. Esta permisividad es Ser.

Cuando permitimos, incluimos en nuestra consciencia aquello que permite, y que Es, que en realidad es lo que somos. Este reconocimiento puede ser una experiencia revolucionaria o una silente, ya que Ser en realidad es algo muy familiar. Cada momento de permisividad en realidad ha sido un momento de vivir el Ser.



Extracto del libro:
Eso es eso
aka Nirmala
Fotografía tomada de internet

domingo, 12 de abril de 2020

UNA MENTE CONTROLADA CONDUCE HACIA LA FELICIDAD


¿CUÁL ES EL TESORO DE ÉSTE MOMENTO?


Estar en el momento presente 
¿CUÁL ES EL TESORO DE ÉSTE MOMENTO?

¿Cuál es el tesoro de éste momento? Están sucediendo tantas cosas ahora mismo mientras usted lee estas palabras. Pensamientos, sentimientos, deseos, sensaciones y todo un mundo de objetos y eventos acontecen en este preciso instante. Sin embargo, muchas veces buscamos la felicidad, satisfacción, libertad e incluso nuestra naturaleza real, más allá del momento. Cuando busca más allá del momento actual, lo más que encontrará es una idea o una fantasía. Eso significa no estar presente en el momento actual, no es que esté en otro lugar, sino que está mirando en otra dirección. El único otro lugar de mirar es su propia mente, una historia de otro tiempo, o incluso una historia del momento presente.

El peligro es que nuestras historias son muy convincentes. La mente es buena cuentista. De vez en cuando, una de nuestras historias se convierte en realidad: eso que imaginábamos sucede, aunque nunca exactamente como imaginamos. Y si somos honestos, debemos admitir que esto rara vez sucede. Sin embargo, cualquier estudiante de psicología podría decirle que una recompensa intermitente es más poderosa que un premio constante. La recompensa es tan fuerte cuando una historia de nuestra mente se hace realidad, que simplemente olvidamos las numerosas veces que esas historias resultaron irrelevantes.

¿Dónde está la recompensa más constante? ¿En qué podemos fijar nuestra atención que sea preciso y verdadero? Algo que podemos decir sobre la experiencia del momento presente es que siempre es precisa y verdadera. No tenemos que preguntarnos si se convertirá o no en realidad, ¡ya lo es! El contenido de nuestra experiencia del momento presente siempre es real. Incluso los pensamientos que surgen en el momento presente son reales. Son innegables nuestros pensamientos, incluso cuando el contenido de ellos no sea real. Así que cada experiencia que vivimos en el presente es real. Tiene algo de verdad, realidad y sentido, a diferencia del contenido de nuestros pensamientos, los cuales pueden carecer o no de sentido.

Si nuestra experiencia del momento presente siempre es real y verdadera, ¿Por qué le dedicamos tan poca atención? ¿Por qué no nos llenamos de asombro y curiosidad frente a este desfile sin fin de experiencias verdaderas y reales que se presentan cada momento? El que no estemos fascinados por lo que acontece en el momento presente no es debido a ninguna carencia del presente, sino a un simple mal entendido: pensar que lo que importa es lo que ocurre, cuando lo que da satisfacción y valor al momento es la conciencia de lo que sucede.

Si nuestro enfoque está en los acontecimientos, entonces siempre podría estar sucediendo algo mejor. Y como nuestra mente es buena en indicarnos que debe o no suceder, tenemos la tendencia a enfocarnos en lo que podría o debería estar sucediendo. Si lo que importa es lo que sucede, entonces tiene sentido enfocar nuestra atención en lo que deseamos que suceda, o en aquello que no deseamos que suceda con la esperanza de poder prevenirlo. Si lo que importa es el contenido de nuestra experiencia, y por tanto el contenido de nuestros pensamientos, entonces por supuesto pondremos atención al contenido de nuestros pensamientos.

Pero, ¿qué tal si lo más importante es estar consciente de lo que sucede? ¿Qué tal si lo que de veras importa es, tanto la naturaleza de la consciencia, como la calidad específica de nuestra consciencia en este momento? Este es el gorila de nueve mil libras que está en la habitación, pero del cual nadie habla. La conciencia del presente es una característica constante de cada momento. Esta conciencia es un completo misterio, y aún así, es la fuente de toda alegría, paz, felicidad, satisfacción y amor que hemos vivido. Podría parecer que la satisfacción y felicidad provienen de lo acontecido, pero en realidad provienen del flujo de consciencia hacia eso que acontece.

Reconocer esta verdad fundamental sobre la fuente de alegría, paz y amor puede simplificar su vida de modo dramático. Resulta que no es de tanta importancia lo que está sucediendo. El tesoro real de este momento siempre se halla en la consciencia del momento, no en el contenido de la experiencia. Así que no es tan importante si está ocurriendo algo mejor o no. Descubrir esta simple perspectiva es como descubrir que vive en una tienda de dulces: ¡Doquiera que mire hay algo bueno!

Más alla de eso, está el reconocimiento de que este suministro infinito de golosinas es lo que usted es en realidad. Usted no es el contenido de su experiencia; usted es la consciencia que otorga vida y alegría a cada experiencia. ¡No hay que preocuparse por lo que suceda! Nada de lo que suceda puede cambiar lo que usted es, y usted es el tesoro más grande. Esta escondido a simple vista, justo frente a usted, siempre en la experiencia presente.



Extracto del libro:
Eso es eso
aka Nirmala
Fotografía tomada de internet

sábado, 11 de abril de 2020

AFRONTAR EL MIEDO (PANDEMIA 2020?

INTELIGENCIA Y BESTIALIDAD


LA ACTITUD ANTE LA NATURALEZA


Analizando las diferencias entre Japón y México, veo tres especialmente importantes: la educación, la religión y la actitud hacia la vida misma y la naturaleza.

LA ACTITUD ANTE LA NATURALEZA

En cada acto importante de la vida, planta un árbol: cuando te cases cuando tengas un hijo, cuando entres a la primaria, antes de cualquier evento realmente importante, planta un árbol. Si tu papá y tu mamá plantaron un árbol cuando naciste, a ese árbol -que tiene ahora unos 20 años- lo quieres, porque significa mucho para ti. Pero si aquel árbol lo siembra el gobierno me importa un comino, y es el mismo. Por eso es importante que hagamos nuestras propias cosas, para que las amemos.

La juventud tiene que ser emprendedora. Nos quejamos de la contaminación y de la erosión, pero si cada cual plantara un árbol en cada momento importante de su vida, el país sería otro.



Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet
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