La monotonía y la soledad de una vida tranquila estimulan la mente creativa.
(Albert Einstein)
Se cuenta que a mitad del proyecto Apollo, que culminaría en 1969 con el viaje de Armstrong, Collins y Aldrin, el presidente de Estados Unidos hizo una visita por sorpresa a las instalaciones de la NASA.
Mientras avisaban a los jefes del proyecto para que pusieran al día a J. F. Kennedy, este se quedó esperando en la recepción, donde un humilde conserje sacaba brillo al mostrador. Una tarea claramente monótona y sin alicientes.
Por pura cortesía, Kennedy preguntó al hombre:
—Y usted ¿a qué se dedica?
El conserje respondió orgulloso:
—Ayudo al hombre a llegar a la Luna.
Esta pequeña historia demuestra cómo aquella misión colectiva consiguió impregnar a todos, incluyendo a quien ocupaba el escalafón más bajo de la organización y tenía una tarea rutinaria.
Pocas son las personas que se toman la empresa como algo suyo que hay que impulsar. Lo común es oír expresiones del tipo: «Total, para lo que me pagan...». Y así nos luce el pelo.