«¿PARA QUÉ PROFUNDIZAR?»
DE UN PENSAMIENTO SIMPLISTA A UN PENSAMIENTO COMPLEJO
«No hay mayor pecado que el de la estupidez.»
OSCAR WILDE
Hace poco tuve la posibilidad de conversar con un experto en neurociencia, que en sus treinta años de práctica profesional ha realizado infinidad de investigaciones y estudios sobre el funcionamiento profundo del cerebro y su estructura interna. La charla no fue muy fluida que digamos, porque en todos los temas que tocamos el hombre terminaba reduciéndolo todo al funcionamiento de las neuronas. Desde su punto de vista, el arte, la guerra o el amor no son otra cosa que el resultado de conexiones bioquímicas. El siguiente diálogo reproduce la parte final de nuestra conversación, cuando yo le pregunté sobre la ética y la influencia de la cultura:
—¿No cree que la cultura es la principal responsable de la ética o la moral?
—No habría cultura sin cerebro.
—Bueno, pero hay animales que tienen cerebro y no poseen una sociedad en el sentido amplio del término.
—El cerebro está más desarrollado en el ser humano.
—Pero estará de acuerdo conmigo en que «cerebro» y «cultura» interaccionan permanentemente, ¿o no?
—No puede haber nada sin cerebro.
—Sí, claro, y tampoco sin átomos ni moléculas, pero no creo que sea correcto explicar la maravilla de la Capilla Sixtina, sólo por poner un ejemplo, como un resultado de los postulados de la física cuántica... El arte requiere de un nivel de análisis distinto. El cerebro está allí; es una condición necesaria pero no suficiente para explicar el fenómeno de la vida humana.
—Usted toca temas que no son mi especialidad. Le dejo el arte a los artistas; la psicología, si es que existe, a los psicólogos, y la economía, a los políticos. Yo estudio el cerebro...
—¿Y los valores?, ¿la mente?