martes, 13 de diciembre de 2016
lunes, 12 de diciembre de 2016
EL MORIBUNDO
Cuentan las crónicas este ritual de la agonía. Hace dos siglos, en la ciudad de Salvador de Bahía, las familias copetudas convocaban a cuantos médicos pudieran pagar, nunca menos de tres o cuatro, y a veces más, en torno al lecho del moribundo. Numeroso público se apiñaba en el dormitorio para escuchar a los galenos.
Después de examinar al enfermo, cada médico pronunciaba una conferencia sobre el caso. Eran discursos solemnes, que el público, a viva voz, iba comentando:
-¡Apoyado!
-¡No! ¡No!
-¡Muy bien!
-¡Se equivoca el doctor!
-¡De acuerdo!
-¡Qué disparate!
Culminada la primera ronda, los facultativos volvían a exponer sus puntos de vista en nuevos discursos.
domingo, 11 de diciembre de 2016
TAO TE KING: PRINCIPIO 13
El favor es tan humillante como el miedo.
El honor es un mal tan grande como el de ser un
individuo.
«El favor es tan humillante como el miedo»,
¿qué quiere decir esto?
Los favores son algo inferior.
Cuando nos los otorgan, estamos como atemorizados.
Al perderlos, estamos como atemorizados.
Eso es lo que significa.
«El honor es un mal tan grande como el de ser un
individuo»,
¿qué quiere decir esto?
Si sufro grandes males
se debe a que soy y tengo una persona.
Si no fuese un individuo,
¿qué males podrían ocurrirme?
sábado, 10 de diciembre de 2016
AUTOINCONCIENCIA
Dios
Conciencia
Unidad
Dualidad
La ira está allí; si te das cuenta, desaparece. El amor está allí; si te das cuenta, se cristaliza más. Entonces, el amor es parte de la existencia, y la ira, parte del sueño. Si no tienes conciencia, existes; si tomas conciencia, te disuelves, ya no estás allí; entonces Dios existe. Y ambos no pueden existir juntos: es tú o Dios. No hay alternativa y no hay compromiso posible. No puedes decir: "Cincuenta y cincuenta; un poco yo y un poco Dios." No; no es posible. A ti no se te encuentra fácilmente, y a Dios sí. Entonces, autoconciencia no es la expresión correcta, pues en ella se emplea la palabra "conciencia" y se trata de un estado muy inconsciente. Sería mejor, si me permites, llamar a la autoconciencia, autoinconciencia. Cuando sientes que estás, algo está mal.
Dice Chuang Tzu: "Si el zapato no te entra, tomas conciencia del pie. Si el zapato te entra, te olvidas del pie." Por un dolor de cabeza, adquieres conciencia de la cabeza. Si desaparece el dolor de cabeza, ¿dónde está la cabeza? junto con el dolor de cabeza, desaparece también la cabeza. Cuando algo no anda bien, se vuelve como una herida. Cuando estás enfermo, existe la así llamada autoconciencia. Cuando todo anda bien, hay armonía y no hay discordia (el zapato no te aprieta, todo está perfectamente bien), no se produce la autoconciencia. Entonces, existes. De hecho, existes por primera vez; pero no hay autoconciencia. Por ejemplo: cada vez que estás enfermo, tomas conciencia del cuerpo. Estás débil, tienes fiebre, algo anda mal en el cuerpo: adquieres conciencia del cuerpo. Duele: tienes conciencia corporal. Cuando el cuerpo está absolutamente bien, saludable, en estado de bienestar, no tienes conciencia de él. No es que no sepas que estás sano, pero no es necesaria autoconciencia alguna. Simplemente, estás sano. Te rodea un estado de bienestar.
Pero en este estado no hay división entre el estado y quien lo conoce. Eres uno con él. No es que sientas el bienestar: eres el bienestar; entonces, ¿quién sería consciente de él? No hay división: ¿quién tomaría conocimiento de él? Sólo en la enfermedad ingresa la división. Eres uno absolutamente con el cuerpo cuando éste está sano. Cuando el cuerpo está enfermo, se abre una fisura; te rompes en pedazos y ya no eres uno con el cuerpo. El cuerpo existe por un lado, y tú, por otro.
En la meditación, eres uno con tu conciencia; entonces, ésta no funciona y existe como una mente. Eres uno con ella, no hay división. Cuando no hay división y aparece la unidad, toda la autoconciencia desaparece. Déjame que lo repita, porque puedes malinterpretarlo: no es que desaparece el yo; sólo desaparece la autoconciencia.
Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet
viernes, 9 de diciembre de 2016
CUATRO PASOS HACIA LA SABIDURÍA (TERCER PASO)
TERCER PASO A LA SABIDURÍA
El tercer paso: Nunca se identifique con dicho sentimiento (los que están en usted); éste no tiene nada que ver con el "yo". No defina su ser esencial en función de ese sentimiento. No diga: "Yo estoy deprimido". si quiere decir que la depresión está ahí, eso está bien; si quiere decir que la melancolía está ahí, eso está bien. Pero no diga: Yo estoy melancólico. Usted se está definiendo en función de este sentimiento. Ésa es su ilusión: ése es su error. Hay una depresión ahí en este momento, hay sentimientos lastimados ahí en este momento, pero déjelos, déjelos solos. Eso pasará. Todo pasa, todo. Sus depresiones y emociones no tienen nada que ver con la felicidad. Son el movimiento del péndulo. Si ve emociones, prepárese para la depresión ¿Quiere su droga? Prepárese para la resaca. El péndulo se mueve de un extremo a otro.
Esto no tiene nada que ver con el "yo"; no tiene nada que ver con la felicidad. Es el "mi". Si usted recuerda esto, si se lo dice a usted mismo mil veces, si ensaya estos tres pasos mil veces, lo logrará. Es posible que no necesite hacerlo ni tres veces. No lo sé; no hay ninguna regla. Pero hágalo mil veces y hará el mayor descubrimiento de su vida. ¿Qué importan esas minas de oro en Alaska? ¿ Qué va a hacer con ese oro? si no es feliz no puede vivir. De modo que encontró oro. ¿Qué importa? Usted es un rey; usted es una princesa. Usted es libre: ya no le importa ser aceptado o rechazado, eso no importa. Los psicólogos nos dicen que es muy importante tener un sentimiento de pertenencia. ¡Paja! ¿Para qué quiere usted pertenecer a alguien? Eso ya no importa.
jueves, 8 de diciembre de 2016
JUECES DE LA VERDAD
El que se erige en juez de la verdad y el conocimiento es desalentado por las carcajadas de los dioses.
Según explica el divulgador Eduard Punset en uno de sus artículos, nuestro cerebro hace una división automática entre «nosotros» y «ellos», utiliza la mayor parte de la energía que recibe para imaginar y predecir. Todo ello crea divisiones y límites que nos separan de los «otros», cimentando prejuicios y miedos, a partir de temores instintivos, para mantenernos alerta ante los que no forman parte de nuestra «tribu».
Estos prejuicios y fobias forman parte de nuestra cultura cotidiana. Los encontramos en los que sienten verdadera pasión por un equipo y odian al rival, hasta en quienes evitan a una persona solo por su sexo o su color de piel.
Según la biología, esta es una función natural en muchos animales y que sirve para proteger la manada y marcar territorio. En los seres humanos son sentimientos viscerales que nos hacen emitir juicios de valor, a menudo injustificadamente.
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