lunes, 17 de octubre de 2016

LOS DOS HALCONES*


Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor le comunicó que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que no sabía qué le sucedía al otro: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, e incluso había que llevarle el alimento hasta allí.

El rey mandó llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió; por la ventana de sus habitaciones, el monarca veía que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus súbditos solicitando ayuda, y a la mañana siguiente vio al halcón volar ágilmente por los jardines.

—Traedme al autor de ese milagro —dijo.

En seguida le presentaron a un campesino.

OBSERVAR LA MENTE


domingo, 16 de octubre de 2016

CANTO NOCTURNO, DEL PUEBLO NAVAJO


Casa hecha de alba, 
casa hecha de luz del atardecer, 
casa hecha de nube oscura... 
La nube oscura está en la puerta 
y de nube oscura es el sendero que asoma 
bajo el relámpago que se alza... 
Dichoso, pueda yo caminar. 
Dichoso, con lluvias abundantes, pueda caminar. 
Dichoso, entre las muchas hojas, pueda caminar. 
Dichoso, por el rastro del polen, pueda caminar. 
Dichoso, pueda caminar. 

OÍR EL SILENCIO


sábado, 15 de octubre de 2016

ALMOHADA DEL ESTE, ALMOHADA DEL OESTE


Esta historia es ahora cosa del pasado. En la provincia de Chen-Si, cerca de la ciudad de Choan, había en aquel tiempo un hombre que alimentaba en su corazón un odio implacable contra el señor, Yang-Yu -Wei. Los motivos de este odio eran oscuros y lejanos, pero Yang tenía que morir. Éste acababa de casarse con una mujer graciosa y bella y de corazón recto. 

Una mañana, el hombre se introdujo en la casa de Yang-Yu-Wei, que estaba ausente. Entonces agarró al padre de la esposa, lo ató, le puso un cuchillo en el cuello y dijo: 

-¡Primera esposa, indícame dónde está tu marido o, si no, corto el cuello al anciano ahora mismo! 

-Te lo diré -dijo la noble esposa, que había conservado la sangre fría-. Suelta a mi padre, vuelve esta noche y entra en la cámara nupcial. Yo duermo sobre la almohada del oeste, mi esposo sobre la del este. Podrás matarlo fácilmente. 

El enemigo soltó al anciano y se fue. 
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