Esta historia es ahora cosa del pasado. En la provincia de Chen-Si, cerca de la ciudad de Choan, había en aquel tiempo un hombre que alimentaba en su corazón un odio implacable contra el señor, Yang-Yu -Wei. Los motivos de este odio eran oscuros y lejanos, pero Yang tenía que morir. Éste acababa de casarse con una mujer graciosa y bella y de corazón recto.
Una mañana, el hombre se introdujo en la casa de Yang-Yu-Wei, que estaba ausente. Entonces agarró al padre de la esposa, lo ató, le puso un cuchillo en el cuello y dijo:
-¡Primera esposa, indícame dónde está tu marido o, si no, corto el cuello al anciano ahora mismo!
-Te lo diré -dijo la noble esposa, que había conservado la sangre fría-. Suelta a mi padre, vuelve esta noche y entra en la cámara nupcial. Yo duermo sobre la almohada del oeste, mi esposo sobre la del este. Podrás matarlo fácilmente.
Durante el día Pao-Tai se dedicó a sus ocupaciones habituales. Parecía quizá un poco más grave y pensativa, pero estaba tranquila y serena como de costumbre. Se encontró con la joven Chu, una concubina muy amiga suya. Las dos se cogieron de las mangas y estuvieron hablando mucho tiempo en susurros. Cuando el esposo regresó, Pao-Tai no le informó de la visita de su enemigo. Yang volvía de un viaje, había tenido un día agotador, se acostó bastante pronto y apoyó la cabeza en la almohada del este. Tras el primer cuarto de la noche, Pao-Tai se levantó:
-¿ Qué haces? -preguntó Yang.
-Tengo que salir un momento -respondió modestamente Pao-Tai.
Cuando volvió dijo:
-Querido señor, estoy un poco indispuesta, ¿ os importaría cambiar de lugar conmigo? Dormiré en la almohada del este, así no os molestaré si tengo que levantarme de nuevo.
Yang, que dormía, aceptó con un gruñido.
***
Un poco antes del alba la oscuridad era todavía muy profunda. El enemigo penetró en la casa. Tenía en la mano su gran sable de guerra. Se fue directamente a la habitación de los esposos y con un solo destello de su hoja cortó la cabeza apoyada en la almohada del este. En aquel momento se inclinó para contemplar de cerca a Yang muerto. Pero vio el rostro pálido de Pao-Tai, con su larga cabellera deshecha. Comprendió que la mujer había intercambiado su lugar con su marido, y su alma conoció el remordimiento y la piedad.
Entonces el odio, que le quemaba el corazón desde hacía tantos años, le abandonó. Hizo juramento de poner fin a la larga venganza que desgarraba a las dos familias. Y Yang fue para él como alguien de la misma carne y los mismos huesos. Así, hubo una esposa que, sin vacilación ni fanfarronadas ni palabras inútiles, ofreció su vida por su marido, y en el mismo impulso subrogó el amor al odio, y la paz al combate. Pero esta clase de mujer es muy rara. Por eso es conocida y honrada en toda la China, y quizá más allá... ·
Así lo cuentan de entre las cosas del pasado.
Andar es zen.
Sentarse es zen.
Tanto si hablo como si me callo,
en paz o bajo la amenaza del sable,
en el eterno Atma todo es inmutable.
Shodoka
El Canto del inmediato Satori
Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet
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