miércoles, 5 de julio de 2017
ACEPTACIÓN
Absorción
Libertad
Plegaria
Divinidad
Totalidad
El todo es naturaleza. Digo el todo: no sólo los árboles, no sólo las nubes. El todo. Sea lo que sea lo que sucedió, ocurrió a causa de la naturaleza. No hay nada que no sea natural: no puede haberlo pues, de ser así, ¿cómo se habría producido? Todo es natural. Entonces, no crees una división: esto es natural y esto no lo es. Sea lo que sea, es natural. Pero la mente se maneja con distinciones, con divisiones. No permitas divisiones; acepta lo que sea, y acéptalo sin analizarlo.
Ya sea que estés en el mercado o en las colinas, estás en la misma naturaleza. En algunos sitios, la naturaleza ha tomado forma de colinas y árboles; y, en otros sitios, se ha transformado en tiendas comerciales.
Una vez que conoces el secreto de la aceptación, hasta el mercado se torna hermoso. El mercado tiene cierta belleza: la vida que reina en él, la actividad, la hermosa locura que circula a su alrededor. ¡Tiene su belleza propia! Y recuerda: las colinas no serían tan hermosas si no existieran los mercados. Las colinas son tan bellas y silenciosas porque existe el mercado comercial. Éste les aporta silencio a las colinas.
martes, 4 de julio de 2017
EL MINERO
El es uno de los fantasmas. Así llama la gente de Sainte Elie a los pocos viejos que siguen hundidos en el barro, moliendo piedras, escarbando arena, en esta mina abandonada que ni cementerio ha tenido nunca, porque tampoco los muertos han querido quedarse.
Hace medio siglo, este minero llegó al puerto de Cayena y se internó en busca de la tierra prometida. En aquellos tiempos, aquí había florecido el jardín de los frutos de oro, y el oro redimía a cualquier forastero muerto de hambre y lo devolvía a casa muy gordo de oro, si la suerte quería y si no lo degollaba algún amigo en un recodo del camino.
La suerte no quiso. Y de nada sirvió la varilla de azogue negro, que era infalible para atrapar al otro fugitivo, ni sirvió de nada el brujo que espantaba la desgracia. Pero este minero sigue aquí, sin más ropa que un taparrabos, comiendo nada, comido por los mosquitos. Y en busca de nada revuelve la arena día tras día, sentado ante la batea, bajo un árbol más viejo que él, que lo defiende de la ferocidad del sol.
SUFRIMIENTO Y FELICIDAD
Contemplándolos en conjunto, observamos que la felicidad y el sufrimiento son iguales, del mismo modo que el calor y el frío. El calor del fuego puede quemarnos hasta morir, así como el frío del hielo puede congelarnos hasta la muerte. Ninguno de los dos es más importante que el otro. Así ocurre con la felicidad y el sufrimiento. En el mundo, todos desean felicidad y nadie desea sufrimiento. En el Nibbana no hay deseo. Sólo hay tranquilidad.
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