sábado, 24 de septiembre de 2022
ESTUDIAR LA MENTE
Los Estudios de la Mente constituyeron un movimiento seglar de autodesarrollo influenciado por el zen. Cierto día, un seguidor de los Estudios de la Mente acudió al Maestro Shósan para preguntarle acerca de lo esencial del budismo.
El Maestro zen dijo: «El budismo no consiste en utilizar tu intelecto discursivo para gobernar el cuerpo. Consiste en utilizar exclusivamente el momento inmediato presente, en no malgastarlo, sin pensar en el pasado o en el futuro.
»Es por ello por lo que los antiguos exhortaban a la gente, en primer lugar, a ser cuidadosos con el tiempo: esto quiere decir vigilar estrictamente la mente, echar todo afuera, sea bueno o malo, y desapegarse del ego.
«Además —continuó el Maestro zen—, para reformar la mente es bueno observar el principio de causa y efecto. Por ejemplo, aunque otros nos odien, no debemos guardarles resentimiento; debemos criticarnos a nosotros mismos, considerando por qué la gente habría de odiarnos sin razón alguna y aceptando que debe existir en nosotros un factor causal, e incluso que deben existir en nosotros otros factores causales, aunque aún desconocidos.
«Manteniendo que todas las cosas son efectos de causas, no hacemos juicios basados en ideas subjetivas. En conjunto, las cosas no ocurren de acuerdo con ideas subjetivas; suceden de acuerdo con las leyes de la Naturaleza. Si mantienes la conciencia de esto, tu mente se volverá muy clara.»
Extracto del libro:
Antología Zen
Cien historias de iluminación
Versión de Thomas Cleary
Fotografías tomadas de Internet
viernes, 23 de septiembre de 2022
EL HIJO MAYOR
El tema del sermón era el del hijo pródigo. El predicador hablaba con honda emoción del increíble amor del Padre. Pero ¿qué había de asombroso en el amor del Padre? Hay miles de padres humanos (y probablemente más madres aún) capaces de amar de semejante modo.
La parábola realmente pretendía ser una indirecta dirigida a los fariseos:
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a El para oírle; y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola…
(Lc 15, 1-2).
¡El protestón! ¡El fariseo! ¡El hijo mayor! Ahí está la finalidad de la parábola.
Estaba Dios un día paseando por el cielo cuando, para su sorpresa, se encontró con que todo el mundo se hallaba allí. Ni una sola alma había sido enviada al infierno. Esto le inquietó, porque ¿acaso no tenía obligación para consigo mismo de ser justo? Además, ¿para qué había sido creado el infierno, si no se iba a usar?
De modo que dijo al ángel Gabriel: «Reúne a todo el mundo ante mi trono y léeles los Diez Mandamientos».
Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer mandamiento. Entonces dijo Dios: «Todo el que haya pecado contra este mandamiento deberá trasladarse al infierno inmediatamente». Algunas personas se separaron de la multitud y se fueron llenas de tristeza al infierno.
Lo mismo se hizo con el segundo mandamiento, con el tercero, el cuarto, el quinto… Para entonces, la población del cielo había decrecido considerablemente. Tras ser leído el sexto mandamiento, todo el mundo se fue al infierno, a excepción de un solo individuo gordo, viejo y calvo.
Le miró Dios y dijo a Gabriel: «¿Es esta la única persona que ha quedado en el cielo?».
«Sí», respondió Gabriel.
«¡Vaya!», dijo Dios, «se ha quedado bastante solo, ¿no es verdad? Anda y di a todos que vuelvan».
Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que todos iban a ser perdonados, se indignó y gritó a Dios: «¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste antes?»
Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
jueves, 22 de septiembre de 2022
SABES QUE TIENES QUE CAMBIAR
Lo ves. Sabes que tienes que cambiar. Te descubres transitando por un camino que te aleja de una antigua imagen de ti, en las antípodas de tu vida actual. Pero es un escenario de malestar tan familiar que te has habituado a dormir entre enemigos que te cuentan que en cualquier momento todo puede desmoronarse. Como en el «síndrome de Estocolmo», en el que los secuestradores acaban formando parte de un alienante territorio confortable, llegas a vivir feliz en la asunción de tu infelicidad. «¿Por qué no apuesto por transformar mi vida?», te preguntas.
Porque llegas a hacerte adicto a ese territorio de arenas movedizas en el que de una manera más o menos torpe aprendes a caminar sobre algunas de sus tantas trampas. Lo malo conocido te conforta como contrapunto a esa responsabilidad sobre tu propia vida que te exige tomar las riendas de tu presente y futuro. Aprendes así a vivir en tonalidad menor, aceptando una vida en la que todo fracaso es culpa del Destino, no tuya. ¡Qué triste! ¿Realmente aspiras a una vida así?
Yo te propongo el otro extremo: poner la casa patas arriba, vaciar los cajones y los armarios, arrancar ese impersonal papel pintado de paredes en las que has dejado de reconocerte, desempolvar tesoros olvidados en el trastero, limpiar tus joyas, reordenar el mobiliario, abrir las ventanas, arrancar las sucias cortinas que vetan el acceso de la luz...
Todo ello para llenar un pequeño saco con lo realmente útil y abandonar esa casa sin sensación de hogar que te ha venido aprisionando durante demasiado tiempo.
Jordi Clotas I Perpinyà
Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet
miércoles, 21 de septiembre de 2022
JONEYED Y EL BARBERO
El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oro al barbero.
Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?».
A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa me vas a dar?».
* * *
Siempre que se ofrece o se busca una recompensa, el amor se hace mercenario.
Una fantasía:
El discípulo clamó al Señor: «¿Qué clase de Dios eres? ¿No te da vergüenza pretender recompensar un servicio hecho con amor?»…
El Señor sonrió y dijo: «Yo no recompenso a nadie; lo único que hago es regocijarme con tu amor».
Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
martes, 20 de septiembre de 2022
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