jueves, 1 de septiembre de 2022
ESTO ME PERTENECE
Pero al examinar su historial, el Juez descubrió que aquella mujer no había realizado un solo acto de caridad, a excepción de cierta ocasión en que había dado una zanahoria a un mendigo famélico.
Sin embargo, es tan grande el valor de un simple acto de amor que se decretó que la mujer fuera llevada al cielo por el poder de aquella zanahoria.
Se llevó la zanahoria al tribunal y le fue entregada a la mujer.
En el momento en que ella tomó en su mano la zanahoria, ésta empezó a subir como si una cuerda invisible tirara de ella, llevándose consigo a la mujer hacia el cielo.
Entonces apareció un mendigo, el cual se agarró a la orla del vestido de la mujer y fue elevado junto con ella; una tercera persona se agarró al pié del mendigo y también se vio transportado.
Pronto se formó una larga hilera de personas que eran llevadas al cielo por aquella zanahoria. Y, por extraño que pueda parecer, la mujer no sentía el peso de todas aquellas personas que ascendían con ella; y además, como ella no dejaba de mirar al cielo, ni siquiera las veía.
Siguieron subiendo y subiendo, hasta llegar prácticamente a las puertas del cielo. Entonces la mujer miró hacia abajo, para echar una última ojeada a la tierra, y vio toda aquella hilera de personas detrás de ella.
Aquello la indignó y, haciendo un imperioso ademán con su mano, gritó:
¡Fuera! ¡Fuera todos de ahí!
¡Esta zanahoria es mía!.
Pero, al hacer aquel imperioso gesto, soltó la zanahoria por un momento... y se precipitó con todos hacia abajo.
Hay un solo motivo de todos los males de la Tierra: y es pensar: ¡Esto me pertenece!
Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet
miércoles, 31 de agosto de 2022
30. TARJETA DE VISITA
Keichu, el gran maestro zen de la era Meiji, estaba al frente de Tofuku, un gran templo de Kyoto. Un día, el gobernador de la ciudad le llamó por primera vez.
Su ayudante le presentó una tarjeta del gobernador que decía: «Kitagaki, gobernador de Kyoto».
–No tengo nada que ver con esa persona –dijo Keichu a su ayudante–. Dile que se vaya.
El ayudante devolvió la tarjeta al tiempo que ofrecía excusas.
–Ha sido un error mío –dijo el gobernador, y con un lápiz tachó las palabras «gobernador de Kyoto»–. Toma, dásela de nuevo a tu maestro.
–Ah, ¿se trata de Kitagaki? –exclamó el maestro cuando vio la tarjeta–. Quiero ver a ese hombre.
Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet
martes, 30 de agosto de 2022
PODEMOS DESAPRENDER LO QUE NOS BLOQUEA
¿Cómo quieres que sea tu vida? ¿Cuántas veces habremos pensado, como dice un tango, «si soy así, qué voy a hacer»? ¡No! Aunque resulte difícil creerlo, nosotros no somos de una determinada manera, sino que podemos cambiar, desaprender lo que nos bloquea y aprender lo que necesitamos para vivir mejor.
Los frutos del miedo provienen de fuentes múltiples y variadas: nuestra historia, nuestra cultura, nuestra biología y la manera de narrar nuestra vida... Más allá del origen, es importante saber que estos frutos no son inmutables. La idea es observar nuestras tendencias, saber que podemos descartar lo que ya no nos sirve y reemplazarlo por algo nuevo y bueno para nuestra vida. A mayor nivel de conciencia, mayor capacidad de elección.
Verónica de Andrés y Florencia Andrés
Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet
lunes, 29 de agosto de 2022
PARÁBOLA 003: TODO ES VANIDAD (AMITABHA & SUKHAVATI)
En una época remota, en cierto país al pie de los Himalayas, vivía una rara especie de monos. Su sangre, de un intenso y translúcido rojo, era altamente valorada como tinte, porque no se desteñía ni se corría. Los monos eran por tanto buscados por mercaderes de telas, así como por reyes y príncipes.
Los monos eran hábiles y listos – expertos en escapar de todas las trampas y redes colocadas para ellos. Sin embargo, tenían dos debilidades: adoraban el sakí y disfrutaban exhibiéndose con zapatos elegantes.
Un día, un grupo de cazadores, habiendo descubierto el paradero de los monos, puso varios barriles enormes de vino en una colina y dejaron que el viento llevase el aroma lejos. También esparcieron cientos de zuecos de madera de vivos colores cerca de los barriles antes de esconderse en los arbustos de alrededor.
Como era de esperar, los monos, atraídos por el aroma del vino, se acercaron a la ladera de la colina. Mirando furtivamente por encima del hombro y vigilando la zona con sus ojos penetrantes, se dijeron unos a otros: “Es muy probable que esto sea una trampa colocada por los hombres del pueblo de abajo. Ya sabéis lo malvados y crueles que son. Si probásemos el vino, nos atraparían y nos matarían por nuestra sangre. Vayámonos de aquí.”
Así que empezaron a correr hacia el bosque, al amparo de los altos y frondosos árboles y de la tupida maleza. No obstante, mientras la manada corría a resguardarse, un par de monos se permitieron echar un vistazo atrás a los barriles de vino. Finalmente, varios volvieron a la colina que acababan de dejar, diciéndose a sí mismos: “Es muy peligroso exponerse de esta forma, más vale que probemos un par de gotas de vino y nos vayamos – recordad, ¡sólo un par de gotas! Si no, ¡seremos capturados y desollados vivos!”...
Entonces furtivamente metieron la mitad de un dedo en los barriles y probaron el vino. Poco tiempo después, metieron todo el dedo y... toda la mano. Pobres monos, antes no podían resistir el simple olor del vino, ¿cómo iban a resistir ahora su sabor? Tras observarles desde una prudente distancia, el resto de la manada pronto vino en tropel alrededor de los barriles. Bebieron y bebieron y bebieron algo más, toda su cautela y renuencia ya olvidadas. Entonces descubrieron los preciosos zuecos, su atavío favorito...
Observando todo esto desde los arbustos, los cazadores esperaron pacientemente a que el vino hiciese efecto. En aquel momento salieron del escondite y rodearon a toda la manada. No había escapatoria posible para los pobres monos, que ¡no sólo estaban borrachos sino también hundidos hacia abajo por los pesados zuecos de madera!.
Nosotros los humanos no somos diferentes a los monos. Nosotros, también conocemos los peligros de los cinco deseos. Aún así, aunque podamos resistirnos a ellos por un tiempo – en determinadas ocasiones – pocos de nosotros puede hacerlo todo el tiempo. Estas son las razones para buscar el renacimiento en la Tierra Pura, un entorno ideal, libre de tentación, libre de sufrimiento:
“En una época infinita en el pasado, el Bhiksu Dharmakara [el futuro Buddha Amitabha] observó el sufrimiento de todos los seres sintientes, y movido por la compasión, prometió crear una tierra pura y perfecta donde todo pudiera ser liberado...”
Editor: no aplica.
Del libro:
Parábolas y Relatos Buddhistas
Fotografía tomada del internet
domingo, 28 de agosto de 2022
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