domingo, 21 de agosto de 2022

LA MIRADA DE JESÚS


En el Evangelio de Lucas leemos lo siguiente:

Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, y el Señor se volvió y miró a Pedro… Y Pedro, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con El, cantaba sus alabanzas, le daba gracias…

Pero siempre tuve la incómoda sensación de que El deseaba que le mirara a los ojos…, cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que El me estaba mirando.

Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que El deseaba de mí.

Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: «Te quiero». Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: «Te quiero».

Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré.



Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

LA TORMENTA PASA


 

DE DENTRO HACIA AFUERA


Si queremos un cambio definitivo de las circunstancias de la vida, se hace necesario que 
tal cambio se verifique primero dentro de nosotros mismos; si internamente no modificamos nada, externamente la vida continuará con sus dificultades. 

Ante todo, es necesario hacernos dueños de nosotros mismos; mientras uno no sepa gobernarse a sí mismo, tampoco podrá gobernar las circunstancias difíciles de la existencia.

Samael Aun Weor



Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet

viernes, 19 de agosto de 2022

SIGNOS DE SUPERIORIDAD


 

EL DOLOR Y EL TIEMPO


A menudo, el dolor va acompañado de una reacción mental estresante, nerviosa, llena de ansiedad y de miedo..., de una avalancha de relatos sobre lo que ocurrirá o no ocurrirá en el futuro. Siento dolor (o miedo o tristeza o cualquier sentimiento desagradable) justo ahora, pero estoy preocupado por cuánto durará, por cuándo terminará o si terminará algún día, por cuánto puede intensificarse. ¿Durará este dolor el resto de mi vida? ¿Se mantendrá como es ahora, o se hará más agudo? ¿Qué pasa si se vuelve insoportable? ¿Qué pasa si acaba matándome? ¿Qué pasa si...?

Se diría que la mente siempre quiere hacer que todo parezca peor de lo que es en realidad. Si te fijas, verás que tu relato de la realidad es siempre mucho peor que la realidad en sí. En la realidad, jamás vas a tener que enfrentarte más que a este momento de dolor. Solo a este momento. Solo a lo que está sucediendo ahora mismo. En el relato, tienes que enfrentarte al dolor en el tiempo. En el relato, ¡tienes que enfrentarte a todo el pasado y el futuro del dolor! Puedes incluso convencerte a ti mismo de que tienes que enfrentarte a toda una vida de dolor, lo cual suena demasiado insoportable incluso como pensamiento; es, literalmente, la idea que la mente tiene del infierno. Pero, en la realidad, la vida siempre es clemente contigo: solo te da este momento, y nunca tienes la experiencia real de una vida de dolor. En la realidad, no existen los conceptos de «siempre», «para siempre» o «sin fin». El infierno es producto del pensamiento, nada más.

Piensa en cuando vas sentado en un avión durante una fuerte turbulencia. Tienes una intensa reacción de estrés, si empiezas a imaginar que la turbulencia podría ser excesiva y hacer que el avión se estrellara. El pensamiento es inigualable contando relatos de catástrofes futuras, pero ¿cuál es la realidad de la situación? El avión atraviesa una zona de viento muy fuerte, y los vaivenes te sacuden de un lado a otro. Esa es la realidad: los bandazos del avión te zarandean en el asiento, ahora mismo. Eso es lo único que está sucediendo. Pero el pensamiento vive en el tiempo, y por tanto dice: «Bueno, en este momento todo parece estar bien, pero en el próximo momento nada estará bien. Ahora mismo la situación es tolerable y estoy vivo, pero solo dentro de un momento se volverá intolerable y moriré. La turbulencia va a empeorar cada vez más». Y como reacción a este relato, pueden aparecer un sentimiento de náusea en el estómago, una falta de aire, presión en el pecho y en la garganta, y palpitaciones. No lo olvides, el cuerpo no conoce la diferencia entre el peligro real y el imaginario. Surge un miedo terrible, como si las cosas fueran a ponerse mucho peor. El cuerpo se prepara para enfrentarse o huir, o, si considero de verdad la posibilidad de que el avión se estrelle, se prepara para la muerte.

Así que ahí estás, sentado en el avión preparándote para la muerte, mientras el piloto tranquilamente guía el avión. Se ha encontrado con turbulencias como esta cientos de veces, y para él no es nada. La verdadera turbulencia está en tu pensamiento. En tu imaginación, ¡vas a bordo de un avión que ya se ha estrellado! En tu imaginación, ya estás experimentando lo inevitable.

Podrías decir: «Ya, pero es posible que un avión se estrelle, así que no estoy completamente loco». A lo que yo te respondería: «Sí, pero el avión no se ha estrellado todavía». Mientras pienses que podría ocurrir, es que no ha ocurrido. En este momento, tu miedo más espantoso todavía no se ha hecho realidad. Y en este, tampoco. Ni en este. De hecho, nunca, jamás llegamos a vivir ese momento tan insoportable del que la mente está tan aterrada. Solo existe el miedo de un momento insoportable; el momento en sí nunca llega. Si las cosas fueran verdaderamente insoportables, si el dolor fuera de verdad demasiado intenso para el cuerpo, si la ira o el miedo fueran de verdad a superarte, si el pesar fuera realmente a hacerte pedazos, el cuerpo se quedaría inconsciente. Mientras permanezcas consciente, soportas lo que quiera que esté sucediendo, aunque pienses o sientas que es insoportable. No existe el dolor insoportable. Como la propia consciencia que eres, si está sucediendo, si aparece en la experiencia presente, lo estás soportando, lo mismo que el océano soporta cualquier ola, incluso aunque la ola se sienta insoportable en el momento.

Puedes sentir que algo es insoportable, que vas a morir, que no eres capaz de aguantar; puedes sentirte totalmente desbordado, impotente y sin esperanza, pero no puedes ser ese algo Insoportable. Ya hemos visto que, como espacio abierto, nunca puedes ser el desesperado, el impotente, el desbordado, pues lo que eres es pura capacidad incluso para el sentimiento aparentemente más sobrecogedor. Puedes sentir que eres incapaz de aguantar, pero lo que eres aguanta siempre, en este momento...; y solo existe este momento. Puedes sentir que estás a punto de morir, pero lo que eres está muy vivo. Como percepción consciente, ya toleras lo que está ocurriendo...; de lo contrario, no estaría ocurriendo. Si fuera de verdad insoportable, si la vida fuera de verdad incapaz de soportar lo que está sucediendo, tú no estarías aquí para saberlo.

Darnos cuenta de esto puede quitarnos el miedo básico a la vida. Nunca alcanzamos el momento insoportable, lo mismo que la ola nunca llega realmente a la playa. En cuanto llega a la playa, deja de ser ola. Por eso nadie ha experimentado nunca la muerte. La muerte no es una experiencia que «tú» puedas tener; la ola no puede experimentar su propia ausencia. En última instancia, no hay nada que temer..., incluso aunque aparezca un miedo atroz.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

AQUELLOS QUE MALTRATAN A OTROS, VIVEN DE ESPALDAS AL AMOR


 

SABIDURÍA


En el Techo del Mundo, o sea en el Tíbet, un peregrino, con 
motivo de una larga peregrinación a uno de los santuarios más sagrados, encontró tres cráneos.

La noticia se extendió por todas partes y llegó hasta el rey.

Los tres cráneos se habían encontrado juntos y nadie sabía de su procedencia. El rey sintió gran curiosidad por el suceso y ordenó que le trajeran los cráneos. Los colocó ante sí, los observó y se preguntó: «¿A quiénes pertenecerían estos cráneos? ¿Qué clase de personas serían sus propietarios?» Y quedó pensativo y se dijo: « Me gustaría saber cual de las tres personas era la más bondadosa».

El monarca era un hombre joven, que valoraba la benevolencia en los seres humanos. Aquellos cráneos le intrigaban. ¿Cómo investigar algo sobre ellos? Entonces le hablaron de un lama médico forense.

Hacedle venir ordenó el rey. Quiero ver a ese lama médico lo antes posible.

Unos días después, procedente de su monasterio en remotas tierras del País de las Nieves, llegó el lama médico.

Tengo conocimiento de que eres no sólo un piadoso lama, sino un gran forense. No te voy a entregar una tarea fácil, pero confío en ti. Mira estos tres cráneos. Los encontró un peregrino en una de sus peregrinaciones.

Estaban juntos y yo no he podido dejar de preguntarme cuál de ellos pertenecía a la mejor persona entre las tres.

¿Podrás averiguarlo?

Necesito unos días, majestad dijo el lama serenamente.

En ese tiempo espero poder traeros una respuesta que os satisfaga.

También yo lo espero concluyó el rey.

El lama médico se llevó los cráneos con él. Durante unos días se encerró en la celda de un monasterio a investigar minuciosamente sobre los mismos. En principio no era una tarea sencilla.

Unos días después, el lama médico acudió a visitar al monarca. El rey no podía disimular su impaciencia.

¿Has descubierto algo?

Sí, señor, tengo la respuesta.

Colocó los tres cráneos sobre una mesa y señaló uno de ellos.

Éste, seguro, era el cráneo de la persona más bondadosa.

¿Seguro? preguntó escéptico el rey -Quiero una explicación convincente.

El lama médico se expresó así:

Cogí uno de los cráneos y pasé un alambre por uno de los oídos y observé que el alambre salía directamente por el otro oído. Sin duda se trataba de una persona a la que lo escuchado a los demás le entraba por un oído y le salía por el otro.

El médico retiró ese cráneo y añadió: Mirad, majestad, este otro cráneo. Lo investigué afondo. Introduje un alambre por el oído y el mismo salió directamente por la boca. Era el cráneo de una persona que, indiscretamente, contaba en el acto todo lo que había escuchado.

El monarca no pudo reprimir la risa. Luego se puso serio y dijo:

¿Y el tercer cráneo?

El lama médico tomó entre sus manos el tercer cráneo y añadió:

Señor, este cráneo es el que pertenecía a la persona más bondadosa. ¿Por qué? Os lo explicaré. Recurrí de nuevo a la prueba del alambre.

Inserté el alambre por uno de los oídos y éste apareció por el corazón. Así se evidencia que esta persona escuchaba con amor a los demás y sabía guardar sus secretos. No era solamente la más bondadosa, sino también la más sabia y prudente.

El monarca, muy complacido, dijo:

Si eres tan buen lama como forense, no dudo de que alcanzarás la iluminación.

El lama médico no quiso ninguna recompensa.

En una humilde mulilla regresó a su monasterio.

MORALEJA: LA BONDAD IMPREGNA PENSAMIENTOS, PALABRAS Y OBRAS.



Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet

miércoles, 17 de agosto de 2022

EMOCIONES NEGATIVAS


 

LA TEORÍA DEL TIEMPO ATMOSFÉRICO Y LAS EMOCIONES


En lo tocante a las emociones, aún vivimos en tiempos 
fetichistas. Imaginamos que somos sofisticados y realistas, que hemos relegado las supersticiones a otra era, a otro tiempo en el que la gente veía un eclipse solar y pensaba que Dios les había abandonado, y gritaban: "¿Qué hemos hecho? ¿Qué tenemos que hacer para que la oscuridad se aleje del sol?". Entonces, después de realizar rituales, evidentemente esta se retira, y se producía una gran alegría y liberación. Estos ritos tenían que repetirse una y otra vez para impedir que volvieran las tinieblas. Cuando finalmente regresaba la oscuridad, había que diseñar nuevos rituales.

Resulta fácil ver las supersticiones del pasado, pero solemos estar ciegos a las prácticas fetichistas de nuestros días. Una de estas es la relación que mantenemos con nuestras emociones. A menudo nos aferramos a ellas como si fueran señales de Dios.

Indicios de estar ungidos o bien de haber sido expulsados del Jardín. Esta relación supersticiosa es causa de mucho sufrimiento.

Por ejemplo, es posible que surja el miedo, tal vez como parte de nuestro equipo genético que está diseñado para la supervivencia. Como somos psicológicamente sofisticados y hemos leído abundantes libros que nos dicen que si hay miedo no puede haber amor, nos preocupa mucho tenerlo. Entonces dedicamos una gran cantidad de tiempo y energía a librarnos de él. Esta es una conducta supersticiosa. Queremos liberarnos de las denominadas emociones negativas y, por eso, para lidiar con ellas, hemos construido sofisticadas técnicas psicológicas y meditativas, distintas ventanillas de escape. Hemos construido todo esto en torno a la creencia de que estas emociones real, e inherentemente, significan algo, en lugar de contemplarlas sencillamente como el tiempo atmosférico. Viene una tormenta y es muy desagradable: ciertas cosas se ven trastocadas, otras quedan arruinadas, pero la tormenta pasa.

Cuando surge la ira, el miedo o la desesperación tenemos la oportunidad de tomar un momento, de no hacer nada con ellos, de no expresarlos ni negarlos, de simplemente estar aquietados siendo ellos. Entonces se revela un descubrimiento maravilloso. 

El sol mismo nunca está eclipsado. Si estás lejos de él y pasa una oculta que lo nubla, parece que el astro hubiera desaparecido, pero, desde el punto de vista del sol, la luz continúa brillando.

¿Qué pasa si retiramos el significado de las emociones? ¿Dónde queda entonces nuestra identidad tal como la conocemos? Tal vez la subcultura con la que te identificas considera que las emociones son una prueba de profundidad. En comparación con la insensibilidad, la experiencia emocional quizá lo sea más; pero en nuestra arrogancia asumimos que nuestras emociones y pasiones son nuestra verdad más profunda. Cuando expresamos externamente estas pasiones, cuando cedemos a ellas o nos identificamos con ellas, en realidad sólo nos distraemos de la verdadera pasión, de la llamada hacia las profundidades donde no hay un "tú".

No te estoy recomendando que no sientas emociones. Te recomiendo que las experimentes completamente hasta su núcleo mismo. Y cuando hablo de experimentar no estoy hablando de expresarlas hacia fuera. La expresión de la emoción tiene su momento y su lugar, pero aquí estamos hablando de experimentar directa y completamente, y es raro que la gente supersticiosa viva fenómenos intensos directa y completamente.

Tal vez uno de nuestros antepasados simplemente experimentó el eclipse de sol sin hacer nada. ¡Qué alivio! Entonces esta persona pudo gritar al resto de la familia humana: "¡En realidad no significa mucho! ¡Es cierto! Se pasa sin que tengas que hacer nada".

Cuando estés dispuesto a experimentar totalmente cualquier fenómeno emocional, sea de enfado o felicidad, miedo o valentía, descubrirás que en realidad ni siquiera existe. Estando dispuesto a experimentar totalmente quien crees ser, descubrirás que en realidad no existe. Solamente lo asumimos, y esa suposición se basa en nuestras sensaciones y en conclusiones con respecto a ellas. Todo ello nos mantiene en la periferia, en la superficie, en lugar de sumergirnos en la profundidad de la experiencia.

Cuando descubres que estas emociones, estos fenómenos sensoriales, en realidad no existen como tú crees que lo hacen; cuando descubres que este pensamiento o fenómeno llamado "yo" en realidad no existe como tú pensabas que existía, entonces averiguas lo que sí existe, lo que la existencia es. ¡Qué descubrimiento! Reconoces que cualquier apariencia que adquiera un fenómeno no es nada, y que no hace falta negarlo ni luchar contra él.



Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...