lunes, 27 de septiembre de 2021

LA SABIDURÍA DE BUDA


Buda cruzaba un pueblo. Un grupo de gente que estaba en su contra se reunió alrededor de él y se puso a insultarlo gravemente. Él escuchó en silencio, con infinita paciencia. En realidad, debido a su paciencia, aquella gente empezó a inquietarse. Empezaron a sentirse incómodos, porque si insultas a un hombre y él escucha como si escuchara música, hay algo que va mal. ¿Qué es lo que está sucediendo?
Empezaron a mirarse unos a otros y uno le preguntó a Buda, ‘¿Qué ocurre? No entiendes lo que te estamos diciendo?’

Buda le dijo, ‘Guardo silencio precisamente porque lo entiendo. Yo no puedo castigarme a mí mismo por su estupidez. Son ustedes los que deciden si insultarme o no insultarme, pero es mi libertad aceptar o no aceptar el insulto. No pueden obligarme a que acepte sus insultos. Simplemente los rechazo; no valen nada. Pueden recuperarlos. Rehuso aceptarlos’.

La gente estaba asombrada. No podían entender de qué iba aquello. Le dijeron, ‘Por favor, explícanoslo’.

Él les dijo, ‘Siéntense y escuchen. En el último pueblo que atravesé, la gente vino a mí con dulces y guirnaldas, pero mi estómago estaba lleno y por esto les dije, ‘No puedo comer nada más. Por favor retiren sus regalos y dénselos a los que encuentren por el pueblo como prasad. Es mi regalo para la gente del pueblo’. ¿Qué creen que hicieron?’

Uno dijo, ‘¿Debieron de ir al pueblo y distribuir los dulces’. Buda le dijo, ‘Ahora escucha. Qué harás tú? Has venido con tus insultos y yo te digo que mi estómago está lleno y que no voy a aceptarlos. Y ahora, pobres desgraciados, qué harán? Tendrán que regresar y repartirlos por el pueblo’.



FUENTE: OSHO: ‘El Verdadero Sabio’, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com

domingo, 26 de septiembre de 2021

HEMOS DEJADO DE ESTAR VERDADERAMENTE VIVOS


 

ILUSIÓN ÓPTICA DE LA MENTE


 

DESCUBRIENDO EL MANANTIAL



Un ser humano forma parte de la totalidad que llamamos «el universo», es una 
parte limitada en el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, a sus pensamientos y sentimientos, como algo separado del resto, lo cual constituye una especie de ilusión óptica de la mente. Esta ilusión supone una prisión para nosotros y nos limita a nuestros deseos personales y al afecto que sentimos por unas pocas personas cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión ampliando el círculo de comprensión y compasión para contener a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en su belleza.

ALBERT EINSTEIN

Mientras excavábamos la tierra para construir los cimientos de nuestro centro de retiro en Gampo Abbey, topamos con un lecho de roca y se abrió en él una grietecilla, por la que un minuto después goteaba agua. Y al cabo de una hora el agua fluía a borbotones y la grieta se había ensanchado.

Encontrar la bondad básica de la bodichita es lo mismo, es como descubrir un manantial de agua viva que había estado cubierto temporalmente por una sólida roca.

Cuando sentimos el centro del dolor, cuando nos sentamos con el malestar sin intentar eliminarlo, cuando somos conscientes del dolor que nos causa la desaprobación o la traición y dejamos que éste nos suavice, son los momentos en que conectamos con la bodichita.

Conectar con ese tembloroso y tierno lugar tiene un efecto transformador.

Permanecer en él puede producirnos una sensación de incertidumbre o ponernos los nervios de punta, pero también nos hace sentir mucho mejor. Estar ahí sin más, aunque sólo sea por un momento, supone un genuino acto de bondad hacia nosotros mismos. Ser lo bastante compasivos para contemplar nuestros propios miedos exige, por supuesto, tener valor, y sin duda parece ir en contra de nuestro instinto, pero es lo que necesitamos hacer.

Es difícil saber si reír o llorar ante la difícil situación de los seres humanos.

Henos aquí llenos de sabiduría y sensibilidad y —sin saberlo siquiera— las cubrimos para protegernos de la inseguridad que sentimos. Aunque tengamos el potencial para ser tan libres como una mariposa, preferimos misteriosamente el pequeño y horrible capullo del ego.

Una amiga mía me contó la situación de sus ancianos padres en Florida: «Viven en una zona sumida en la pobreza y la penuria; la amenaza de violencia parece ser muy real. La forma en que se relacionan con ella es vivir en una comunidad protegida por un muro y vigilada por perros y puertas eléctricas, con la esperanza de que no pueda entrar nada malo. Por desgracia, a los amigos de mis padres cada vez les da más miedo salir de esos muros. Desean ir a la playa o al campo de golf, pero están demasiado asustados como para moverse. Aunque ahora paguen a alguien para que les haga las compras, cada vez se sienten más inseguros. Últimamente incluso tienen miedo del personal autorizado a entrar: de los que arreglan los electrodomésticos, los jardineros, los fontaneros y los electricistas. Su aislamiento está haciendo que sean incapaces de afrontar un mundo imprevisible». Esta situación es muy similar a los mecanismos del ego.

Como Albert Einstein señaló, la tragedia de sentirnos separados de los demás reside en que esta ilusión acaba convirtiéndose en una prisión. Pero lo que es más triste aún es que la posibilidad de ser libres nos turba cada vez más. Cuando se abren las barreras, no sabemos qué hacer. Necesitamos que nos prevengan un poco más sobre lo que se siente cuando los muros empiezan a derrumbarse. Necesitamos que nos digan que tener miedo y temblar forma parte del crecimiento personal y que el desapego requiere valor. No reuniremos el valor para a ir a los lugares que nos dan miedo a no ser que investiguemos de una forma compasiva los mecanismos del ego. Así que hemos de preguntarnos: «¿Qué hago cuando siento que no puedo afrontar lo que me está ocurriendo? ¿Qué es lo que me da fuerza y en qué confío?».

El Buda enseñó que la flexibilidad y la apertura nos dan fuerza interior, y que huir de la vacuidad nos debilita y hace sufrir. Pero ¿hemos comprendido que la clave reside en familiarizarnos con nuestras huidas? Una actitud abierta no surge de luchar contra nuestros miedos, sino de conocerlos a fondo.

En vez de atacar esos muros y barreras con un mazo, lo que hacemos es prestarles atención. Con suavidad y sinceridad, nos acercamos a ellos. Los tocamos, los olemos y llegamos a conocerlos bien. Empezamos un proceso de aceptación de nuestras aversiones y deseos. Nos familiarizamos con las estrategias e ideas que usamos para levantar esos muros: ¿Cuáles son las historias que me cuento? ¿Qué es lo que me repugna y me atrae? Empezamos a sentir curiosidad por lo que ocurre en nuestro interior. Sin juzgar lo que vemos como bueno ni malo, nos limitamos a contemplarlo con la mayor objetividad. Somos capaces de observarnos con sentido del humor, sin que esta investigación nos ponga demasiado serios, moralizadores o tensos. Año tras año, aprendemos a mantenernos abiertos y receptivos a cualquier cosa que surja. Y lentamente, muy poco a poco, las grietas de los muros van ensanchándose y, como por arte de magia, la bodichita acaba fluyendo libremente.


Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

viernes, 24 de septiembre de 2021

A VECES SE TRATA DE DEJAR IR


 

14. UN CAMINO EMBARRADO


En una ocasión, Tanzan y Ekido caminaban juntos por un camino 
embarrado. Caía una fuerte lluvia.

Al doblar un recodo, se encontraron con una encantadora joven vestida con un kimono de seda, que no podía cruzar.

«Ven, muchacha», dijo Tanzan al punto. Y tomándola en sus brazos, la alzó por encima del lodo.

Ekido no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a un monasterio.

Entonces no pudo contenerse más. «Nosotros los monjes debemos mantenernos apartados de las mujeres», dijo a Tanzan, «especialmente si son jóvenes y encantadoras. Es peligroso. ¿Por qué hiciste eso?».

«Yo dejé a la muchacha allí», dijo Tanzan. «¿Tú todavía la llevas contigo?».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

ENCERRADO EN UN LABERINTO


 

jueves, 23 de septiembre de 2021

TIEMPOS


 

EL CUENTO DENTRO DEL CUENTO


Hacía meses que vivía asustado por terribles pensamientos de aniquilación que 
lo atormentaban... sobre todo en las noches.

Se acostaba temiendo no ver el amanecer del día siguiente y no conseguía dormirse hasta que el sol despuntaba, a veces apenas una hora antes de tener que levantarse para ir a su trabajo.

Cuando supo que El Iluminado pasaría la noche en las afueras del pueblo, se dió cuenta de que tenía en sus manos una oportunidad única, ya que no era frecuente que los viajeros pasaran, ni siquiera cerca, de este poblado perdido entre las montañas de Caldea.

La fama precedía al misterioso visitante, y aunque nadie lo había visto, se decía que el maestro tenía las respuestas a todas las preguntas. Por eso esa madrugada, sin que ninguno de su casa lo notara, lo fue a ver a la tienda que le habían avisado, había armado junto al río.

Cuando llegó, el sol recién había terminado de separarse del horizonte.

Encontró al Iluminado meditando.

Esperó respetuosamente unos minutos hasta que el maestro notó su presencia...

En ese momento, y como si lo estuviera esperando, giró hacia él y con una plácida expresión, lo miró a los ojos en silencio.

- Maestro, ayúdame. - dijo el hombre - Pensamientos terribles asaltan mis noches y no tengo paz ni ánimo para descansar y disfrutar de las cosas que vivo. Dicen que tú lo resuelves todo. Ayúdame a escapar de esta angustia...

El maestro sonrió y le dijo:

- Te contaré un cuento:

"... Un hombre rico mandó a su criado al mercado en busca de alimentos. Pero a poco de llegar allí, se cruzó con la muerte que lo miró fijamente a los ojos.

El criado empalideció del susto y salió corriendo dejando tras de sí las compras y la mula. Jadeando, llegó a casa de su amo:

- Amo, Amo!. Por favor, necesito un caballo y algo de dinero para salir ya mismo de la ciudad... Si salgo ya mismo quizás llegue a Tamur antes del anochecer... por favor amo, por favor...!

El señor le preguntó sobre el motivo de tan urgente pedido y el criado le contó a borbotones su encuentro con la muerte.

El dueño de casa pensó un instante y alargándole una bolsa de monedas le dijo:

- Bien, sea. Vete. Llévate el caballo negro que es el más veloz que tengo.

- Gracias amo - dijo el sirviente y, tras besarle las manos, corrió al establo, montó el caballo y partió velozmente hacia la ciudad de Tamur.

Cuando el sirviente se hubo perdido de vista, el acaudalado hombre caminó hacia el mercado buscando a la muerte.

- ¿Por qué asustaste a mi sirviente? - le preguntó en cuanto la vió.

- ¿Asustarlo yo? - preguntó la muerte.

- Sí - dijo el hombre rico - él me dijo que hoy se cruzó contigo y lo miraste amenazante.

- Yo no lo miré amenazante - dijo la muerte - lo miré sorprendida. No esperaba verlo aquí esta tarde, porque se supone que tengo que recogerlo en Tamur esta noche!!

- ¿Entiendes? - preguntó

- Claro que entiendo, maestro, intentar escapar de los malos pensamientos es salir a buscarlos.

Huir de la muerte es ir a su encuentro.

- Así es.

- Tengo tanto que agradecerte, maestro... - dijo el hombre - Siento que desde esta misma noche dormiré tan tranquilo recordando este cuento que me levantaré sereno cada mañana...

- Desde esta noche... - interrumpió el anciano - no habrá más mañanas.

- No entiendo - dijo el hombre.

- Entonces... no entendiste el cuento.

El hombre, sorprendido, miró al Iluminado y vio que la expresión de su cara, ya no era la misma...


Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet
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