sábado, 18 de septiembre de 2021

LA EXCELENCIA DE LA BODICHITA


Sólo puede verse correctamente con el corazón; lo esencial no puede percibirse 
con los ojos.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

Cuando tenía seis años recibí las enseñanzas sobre la esencial bodichita de boca de una anciana que estaba sentada bajo el sol. Ocurrió un día en el que sintiéndome sola, no querida y enojada, paseaba cerca de su casa dando puntapiés a cualquier cosa que se cruzara en mi camino. Fue entonces cuando me dijo riendo: «Pequeña, no dejes que la vida endurezca tu corazón».

Recibí precisamente allí esta primordial enseñanza: podemos dejar que las circunstancias de nuestra vida nos endurezcan y nos hagan cada vez más resentidos y miedosos, o que nos suavicen y nos hagan ser más bondadosos y adoptar una actitud más abierta ante lo que nos asusta. Siempre tenemos estas dos opciones.

Si preguntáramos al Buda: «¿Qué es la bodichita?», puede que nos respondiera que esta palabra es más fácil de comprender que de traducir. Posiblemente nos animara a descubrir su significado en nuestra vida. Que nos tentara añadiendo que sólo la bodichita es capaz de curar, de transformar el corazón más endurecido y la mente más repleta de prejuicios y miedos.

Chita significa «mente», y también «corazón» o «actitud». Y bodi quiere decir «despierto», «iluminado» o «totalmente abierto». A veces el corazón y la mente totalmente abiertos de la bodichita se denominan el punto débil, un lugar tan vulnerable y sensible como una herida abierta. Se equipara, en parte, a nuestra capacidad de amar. Incluso la más cruel de las personas tiene este vulnerable lugar.

Incluso el más fiero de los animales ama a sus crías. Como Trungpa Rimpoché lo expresó: «A todo el mundo le gusta algo, aunque sólo sean las tortillas».

La bodichita se equipara también, en parte, a la compasión: nuestra capacidad de sentir el dolor que compartimos con los demás. Sin darnos cuenta, nos protegemos continuamente de ese dolor porque nos asusta. Levantamos muros protectores hechos de opiniones, prejuicios y estrategias, barreras construidas por el profundo miedo que tenemos a que nos hieran. Y los reforzamos con todo tipo de emociones: con ira, deseos vehementes, indiferencia, celos y envidia, con arrogancia y orgullo. Pero por suerte para nosotros, el punto débil —nuestra capacidad innata de amar y de interesarnos por las cosas— es como una grieta que aparece en estos muros que levantamos. Es una abertura natural en los muros que creamos cuando tenemos miedo. Con la práctica aprendemos a encontrar esta abertura, a captar este momento vulnerable —en el que sentimos amor, gratitud, soledad, bochorno, incompetencia— para despertar la bodichita.

Una analogía para la bodichita es la crudeza de un corazón roto. A veces este corazón destrozado engendra ansiedad y pánico, y otras, ira, resentimiento y acusaciones. Pero bajo la dureza de esta armadura, se oculta la terneza de una genuina tristeza. Éste es el vínculo que mantenemos con todos aquellos a los que alguna vez hemos amado. Este genuino corazón lleno de tristeza puede enseñarnos una gran compasión. Puede volvernos más humildes cuando hemos sido arrogantes y suavizarnos cuando hemos sido crueles. Nos despierta cuando preferimos dormir y es capaz de atravesar nuestra indiferencia. Este continuo dolor del corazón es una bendición que, cuando se acepta plenamente, puede compartirse con los demás.

El Buda dijo que nunca hemos estado separados de la Iluminación. Incluso en la época que más atrapados nos sentíamos, nunca llegamos a perder ese estado despierto, lo cual constituye una revolucionaria afirmación. Hasta gente tan común como nosotros, con sus malos rollos y su confusión, tenemos esta mente de Iluminación llamada bodichita. Esta abertura y calidez de la bodichita es, en realidad, nuestra verdadera naturaleza y condición. Aun cuando nuestra neurosis parece mayor que nuestra sabiduría, incluso en los momentos en que nos sentimos más confundidos y desesperados, la bodichita —como el cielo abierto— está siempre ahí, sin que las nubes que la cubren temporalmente la disminuyan.

Ya que estamos tan familiarizados con las nubes, es natural que las enseñanzas del Buda nos resulten difíciles de creer. Sin embargo, lo cierto es que en medio del sufrimiento, en los momentos más duros, podemos conectar con este noble corazón de la bodichita, porque siempre está a nuestra disposición, tanto en el pesar como en la alegría.

Una joven me escribió para contarme que se había encontrado a sí misma en una pequeña ciudad de Oriente Medio mientras un grupo de gente la rodeaba burlándose, gritándole y amenazándola con arrojarle piedras a ella y a sus amigas por ser americanas. Por supuesto, estaba aterrorizada, pero le ocurrió algo muy interesante.

De pronto, se identificó con cada persona que a lo largo de la historia había sido menospreciada y odiada. Comprendió lo que significaba que te despreciaran por cualquier razón: por tu grupo étnico, pasado racial, preferencia sexual o sexo. Algo en ella se abrió de par en par, y aquella joven se puso en el lugar de millones de personas oprimidas viendo la situación de una nueva forma. Incluso comprendió la humanidad que compartía con aquellos que la odiaban. Esta sensación de mantener una profunda conexión con los demás, de pertenecer a la misma familia, es la bodichita.

La bodichita existe a dos niveles. En primer lugar, está la bodichita incondicional, que constituye una experiencia inmediata carente de conceptos, opiniones y de nuestra habitual sensación de estar atrapados. Es algo tan inmensamente bueno que no puede definirse ni siquiera ligeramente, es como saber visceralmente que no tenemos nada que perder. Y en segundo lugar está la bodichita relativa, que constituye nuestra capacidad de mantener el corazón y la mente abiertos al sufrimiento sin cerrarnos a él.

Quienes se preparan sin reservas para despertar la bodichita incondicional y la bodichita relativa son llamados bodisatvas o guerreros, en este caso no se trata del guerrero que mata y daña, sino del guerrero de la no agresión que escucha los lamentos del mundo. Son hombres y mujeres dispuestos a prepararse en medio del fuego. Prepararse en medio del fuego significa que los bodisatvas-guerreros se meten en las situaciones desafiantes para aliviar el sufrimiento. Y también se refiere a su deseo de ir más allá de las reacciones personales y del autoengaño, para dedicarse a dejar al descubierto la básica e indistorsionada energía de la bodichita. Hay muchos ejemplos de maestros guerreros, de gente como la madre Teresa y Martin Luther King, que reconocieron que el mayor daño procede de nuestra propia y agresiva mente. Ellos dedicaron sus vidas a ayudar a los demás a comprender esta verdad.

También hay mucha gente corriente que se ha pasado toda la vida aprendiendo a abrir su corazón y su mente para ayudar a los demás a hacer lo mismo. Al igual que ellos, podemos aprender a relacionarnos con nosotros mismos y con nuestro mundo como guerreros, a despertar nuestro valor y amor.

Para ayudarnos a cultivar este valor y esta bondad, hay tanto métodos formales como informales. Existen prácticas para alimentar nuestra capacidad de gozar, de no apegarnos, de amar y de derramar lágrimas. También hay personas que nos enseñan a mantenernos abiertos ante la incertidumbre, o que nos ayudan a estar presentes en los momentos que normalmente nos cerraríamos.

Dondequiera que estemos, podemos prepararnos para ser un guerrero. Las prácticas de la meditación, la bondad incondicional, la compasión, la alegría y la ecuanimidad son nuestras herramientas. Con la ayuda de estas prácticas, podemos dejar al descubierto el punto débil de la bodichita. Descubriremos esa terneza que hay en el pesar y en la gratitud. La encontraremos oculta en la rabia más intensa o en el temblequeo del miedo. La localizaremos tanto en la soledad como en la bondad.

Muchos de nosotros preferimos prácticas que no nos causen incomodidad y, sin embargo, al mismo tiempo deseamos curarnos. Pero el aprendizaje de la bodichita no funciona así. Un guerrero acepta que no podemos saber nunca lo que nos ocurrirá a continuación. Podemos intentar controlar lo incontrolable buscando la seguridad y la previsibilidad, deseando rodearnos siempre de comodidad y seguridad. Pero la verdad es que nunca podremos evitar la incertidumbre. El desconocer lo que nos espera forma parte de la aventura y es también lo que nos asusta.

La preparación para desarrollar la bodichita no nos promete un final feliz. En lugar de ello este «yo» que busca la seguridad —que quiere aferrarse a algo—aprende por fin a crecer. La principal cuestión sobre la preparación de un guerrero no es cómo evitar la incertidumbre y el miedo, sino cómo afrontamos las situaciones difíciles. ¿Cómo practicamos ante las dificultades, las emociones y las imprevisibles situaciones de la vida cotidiana?

Con demasiada frecuencia las afrontamos como tímidos pajarillos que no se atreven a dejar el nido. Henos aquí sentados en un nido que está empezando a oler y que ya ha cumplido su función hace mucho tiempo. Nadie viene para alimentarnos.

Nadie hay ya que nos proteja ni nos mantenga calentitos. Y, sin embargo, seguimos esperando a que nuestra mamá ave venga.

Podemos hacernos un gran favor y abandonar por fin ese nido, algo para lo cual es evidente que se necesita valor. También es obvio que podemos recurrir a algunas ayudas útiles para ello. Quizás dudemos de estar a la altura de la tarea de llegar a ser un guerrero, pero en tal caso podemos preguntarnos: «¿Prefiero crecer y afrontar la vida directamente, o vivir y morir lleno de miedo?».

Todos los seres tienen la capacidad de sentir esa terneza, de experimentar sufrimiento, dolor e incertidumbre. Por eso todos podemos alcanzar el corazón iluminado de la bodichita. Jack Kornfield, maestro de la meditación vipásana, nos cuenta haberlo comprobado en Camboya durante la época de los jemeres rojos.

Cincuenta mil personas se volvieron comunistas a punta de pistola, ya que las amenazaron con matarlas si seguían realizando sus prácticas budistas. A pesar del peligro que corrían, instalaron un templo en el campo de refugiados y veinte mil personas asistieron a la ceremonia inaugural. No se realizó ninguna lectura o plegaria, sino que simplemente cantaron continuamente las enseñanzas principales del Buda:

El odio nunca cesa con el odio,
tan sólo desaparece con el amor.
Ésa es una ley antigua y eterna.

Miles de personas cantaron estas palabras y lloraron, sabiendo que la verdad que encerraban era mayor que su propio sufrimiento.

La bodichita tiene esta clase de poder. Nos inspirará y apoyará tanto en los momentos buenos como en los malos. Es como descubrir una sabiduría y un valor que ni siquiera sabíamos que teníamos. Del mismo modo que la alquimia transforma cualquier metal en oro, la bodichita puede, si se lo dejamos hacer, transformar cualquier actividad, palabra o pensamiento en un vehículo para despertar nuestra compasión.




Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

LO ESENCIAL NO PUEDE PERCIBIRSE CON LOS OJOS


 

viernes, 17 de septiembre de 2021

LA VIDA ES FÁCIL, LA VIDA ES PLACENTERA


 

LA PUERTA DEL TEMPLO


Había una vez un hombre rico, llamado Heizayemon, 
que se esforzaba por alcanzar en su vida las virtudes recomendadas por los antiguos sabios.

Como hombre serio y estudioso, Hei-zayemon solía gastar con liberalidad parte de su riqueza en actos de benevolencia, de caridad y de ayuda a los pobres.

Muchos niños de familias menesterosas eran rescatados gracias a su intervención, y personalmente financiaba la construcción de numerosos puentes y caminos en su provincia para beneficio de la gente.

Cuando murió, Hei-zayemon estipuló en su testamento que su legado fuera utilizado para continuar obras de beneficencia generación tras generación, lo cual fue cumplido por sus hijos y por sus nietos.

Se dice que un día apareció en la puerta de Hei-zayemon cierto monje budista. Parece que este religioso había oído hablar de la generosa y abundante magnanimidad de este hombre, inhabitual entre los ricos de aquella época, y había ido para pedirle dinero con el objeto de construir la puerta de un templo.

El filántropo se rió en la cara del monje y le dijo: «Yo ayudo a la gente porque no puedo soportar verla sufrir. ¿Qué tiene de malo un templo sin puerta?»



Extracto del libro:
Antología Zen
Cien historias de iluminación
Versión de Thomas Cleary
Fotografías tomadas de Internet

jueves, 16 de septiembre de 2021

ESTADO DE NO ACEPTACIÓN


 

LA VIDA ESTA LLENA DE MISTERIO


...Hay un gran silencio y reposo que impregna todas estas palabras, y es desde esa íntima quietud desde la que hablo. Este libro es todo él una carta de amor, de la quietud a la quietud..., de quien verdaderamente soy a quien verdaderamente eres.

Solía trabajar como voluntario en un sanatorio, y pasaba mucho tiempo con personas que se encontraban en las últimas semanas, días o incluso horas de su vida. Con frecuencia, los pacientes me confesaban que hasta aquel momento, en que el telón estaba a punto de caer, no habían abierto realmente los ojos a la obra que estaba en escena; era entonces cuando habían empezado a darse cuenta de lo preciosa que es la vida..., de lo preciosa que había sido siempre. Muchos de ellos se lamentaban. Lamentaban no haber saboreado la vida al máximo, lamentaban no haber amado lo suficiente. Se arrepentían de haberse guardado sus sentimientos por miedo al rechazo, y de no haber sido más sinceros y abiertos en sus relaciones. Se arrepentían de haber trabajado hasta enfermar, luchando por un futuro que nunca llegó y que ya no iba a llegar. Si hubieran sabido que la vida tenía otros planes para ellos, tal vez habrían abierto los ojos antes.

Algunos pacientes, hasta que se les arrebató el tiempo, no empezaron a explorar la vida de verdad. Ya no tenían tiempo para seguir viviendo de esperanzas y sueños; solo tenían tiempo para vivir. Algunos empezaron a experimentar con algún arte, otros estaban aprendiendo a tocar un instrumento, o a cantar o a bailar, por primera vez. Conocí a una mujer que, por fin, había reunido el valor suficiente para grabar su álbum de debut. Llevaba toda una vida escondiéndose, cantando en la ducha cuando estaba sola, protegiéndose del ridículo y el rechazo. Y ahora, en las últimas semanas de su vida, cuando ya no tenía nada que perder, cantaba con todo su corazón, como si nadie la estuviera escuchando, como si de hecho estuviera muerta y no hubiera ya nada que temer. El ridículo y el rechazo habían dejado de ser sus enemigos.

Un día me senté a jugar al ajedrez con una paciente. Apenas hablamos mientras jugábamos. Tenía la cabeza afeitada, y era patente su debilidad tras meses de quimioterapia. Pero estuvo tan presente conmigo durante la hora, más o menos, que pasamos juntos, tan en el aquí y el ahora, tan embelesada con la vida, tan fascinada por todo como un recién nacido... «Jaque mate», dijo con una sonrisa al tiempo que acorralaba a mi rey. Murió aquella misma noche, pero mientras jugamos estuvo más viva, más receptiva a experimentar, más enamorada del momento presente que muchos a los que todavía les quedan otros cincuenta años de vida. Estar presente no tiene nada que ver con el tiempo.

¿Por qué hacen falta, normalmente, situaciones de vida extremas para que recuperemos la percepción de la magia y el misterio de la vida? ¿Por qué esperamos, por regla general, a estar a punto de morir para descubrir en nuestro interior una profunda gratitud hacia la vida tal como es? ¿Por qué nos agotamos buscando amor, aceptación, fama, éxito o iluminación espiritual en el futuro? ¿Por qué trabajamos, o meditamos, hasta dejarnos la vida en ello? ¿Por qué posponemos la vida? ¿Por qué nos contenemos? ¿Qué es lo que buscamos, exactamente? ¿A qué esperamos? ¿De qué tenemos miedo?

¿Llegará la vida que tanto anhelamos en algún momento futuro, o está siempre mucho más cerca?

Este libro trata sobre la integridad de la vida y sobre la posibilidad de descubrir esa integridad ahora mismo; no el año que viene, ni mañana, ni «algún día», sino ahora mismo, en mitad de la experiencia presente, en mitad de lo que quiera que esté sucediendo, incluso si lo que está sucediendo es malestar, dolor o el anhelo de ser libre.

Este libro trata sobre la necesidad de que averigües quién eres realmente, más allá de quien piensas que eres, más allá de quien te han contado que eres, del cuento que te cuentas sobre quién eres y de todos los conceptos e imágenes que tienes de quién eres. Y trata sobre la necesidad de descubrir las diferentes maneras en que, al olvidarnos de quiénes somos e intentar construir y mantener lo que básicamente resulta ser una imagen falsa de nosotros mismos, obra del pensamiento, entramos en guerra con la experiencia presente, con los demás y con el planeta. Nuestro conflicto interno se convierte en un conflicto externo, pues, cuando hay guerra dentro de mí, entro en guerra contigo; lo que rechazo de mí lo rechazo en el mundo, y ese rechazo desemboca en toda clase de sufrimientos. Nos hacemos adictos a ciertas sustancias o a ciertos hábitos, algunos de ellos incluso aparentemente buenos, para eludir lo que no nos gusta de nosotros. Batallamos contra las emociones dolorosas. Buscamos a otra persona y una relación que nos complete. Queremos, desesperadamente escapar del malestar gracias a la iluminación.

En este libro, voy a sostener permanentemente una lupa sobre el lugar de nosotros donde nace el conflicto, ya que el lugar donde el conflicto empieza es también el lugar donde puede terminar.

Se calcula que, solo en el siglo XX, los seres humanos se las arreglaron para matar a más de doscientos millones de otros seres humanos en guerras y genocidios. Parecemos ser los únicos organismos del planeta que hacemos daño y matamos a nuestros semejantes no solo para protegernos físicamente, no solo en la lucha por el alimento o el territorio, sino también para defender nuestras imágenes. Matamos en nombre de cualquier clase de imagen: ideologías, filosofías, sistemas de creencias, caminos espirituales, perspectivas del mundo...; matamos cada vez que intentamos crear una imagen del cielo que hay en las alturas, cada vez que intentamos imponer nuestra imagen del mundo a otros seres humanos distintos de nosotros. Matamos en nombre de imágenes de la realidad, de imágenes de lo que es verdadero y es falso, imágenes de quiénes somos y de quiénes son los demás en relación con nosotros..., imágenes que rara vez, por no decir nunca, se corresponden con la realidad. ¿Dónde puede acabar esta violencia?



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 15 de septiembre de 2021

LA MEJOR RELIGIÓN DEL MUNDO




 

LA RELIGIÓN QUE NOS PREOCUPA


Muy pocas personas viven realmente. Mejor dicho, muy pocas han redescubierto 
la vida. No podrán volver a descubrirla hasta que no comprendan cuál es la falsedad que nuestra cultura, nuestra sociedad y - en cierta medida, siento decirlo - muchas de las religiones del mundo han implantado. Poner esto en evidencia es lo que me propongo hacer en esta última parte.

LA RELIGIÓN QUE NOS PREOCUPA

Me ocuparé muy brevemente de la religión. Para ello, me serviré de una historia acerca del inventor del arte de hacer fuego. 

Una vez que lo hubo inventado, recogió todos los elementos necesarios y se dirigió hacia el Norte, donde se encuentran tribus que viven temblando de frío. Y les enseñó el nuevo arte y sus ventajas. Y los tribeños se interesaron; todos aprendieron a hacer fuego y a utilizarlo para cocinar y para producir objetos. Y antes de que tuvieran tiempo de agradecer al inventor, éste había desaparecido. No quería recibir ningún agradecimiento; sólo quería que la gente se beneficiara con el fuego. Se dirigió a otra tribu, e intentó interesarla también en el invento. Pero allí tropezó con un obstáculo: los sacerdotes comenzaron a darse cuenta de la popularidad que estaba alcanzando el inventor y de cómo disminuía la influencia de ellos sobre la gente. Entonces decidieron librarse de él. Lo envenenaron. La sospecha de que los autores habían sido los sacerdotes cundió entre la gente. Entonces, los sacerdotes mandaron hacer un enorme retrato del inventor, lo colocaron en el altar principal del templo y crearon una liturgia, un ritual, para honrarlo. Año tras año la gente acudía a rendir homenaje al gran inventor y a los elementos para hacer fuego.

Los rituales eran observados fielmente, pero no se producía fuego. Había rituales, recordación, gratitud, veneración pero nada de fuego. " ¿por qué me llamáis ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que digo?"

¿Qué nos dice Él? ¡Amad, amad! Eso es lo que nos dice ¿Cuál es el mayor obstáculo para amar? Aquello a lo que me referí hoy: nuestra programación nuestros apegos obsesivos; eso es lo que pone obstáculos, como espero mostrarte en lo que resta.

La mejor religión del mundo es la religión llamada "Amor", no la religión llamada" ¡Señor, Señor!". ¿Quién lo dice? El propio Jesucristo. Y nosotros, los cristianos, no podemos nunca perder eso de vista.

Para referirme a la gracia y al esfuerzo necesario para ayudar a recibirla, contaré la hermosa historia del judío piadoso que cierta vez le dijo a Dios:

- Señor; mira cuan fervientemente te he servido toda mi vida; ¿no es así?

Por supuesto, no obtuvo ninguna respuesta.

- Es así - se respondió a sí mismo.

- Nunca te he pedido nada; ¿no es así?

- Es así --dijo él mismo, contestando de parte de Dios; por supuesto. Y agregó:

- Ahora te pediré un solo favor y Tú no puedes decirme que no. Durante toda mi vida te he servido, he observado la Ley, he respetado los derechos, he hecho el bien a la gente, he cumplido tus mandamientos...

Hazme tan sólo este favor: permíteme ganar la lotería y así podré retirarme en paz y con seguridad.

Él estaba convencido de que Dios le concedería su deseo, y esperaba, esperaba; pasaba todas las noches rezando. Después de seis meses nada había pasado. Y una noche, en plena frustración, gritó:

- ¡Dios, dame una oportunidad permíteme ganar la lotería!

Imagina el susto que sufrió cuando oyó una voz que le respondió:

- ¡Date una oportunidad tú mismo¡ ¡compra un billete!

No había comprado un billete. Bueno eso tiene que ver con el esfuerzo y la gracia.

¡Compra tu billete! Asegúrate de tener un billete. Asegúrate de estar usando el entendimiento. No puedes esperar que se produzcan milagros, como bien lo sabes.

Observa, comprende, cambia, como resultado de usar el entendimiento.



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet
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