miércoles, 1 de septiembre de 2021

EL VALOR DE UN ANCLA DURANTE LAS TORMENTAS




 

MANTRA PARA SOLICITAR AYUDA


El cuarto mantra es un poco más difícil y dice así: «Querido, estoy sufriendo. ¡Ayúdame, por favor!».

Este mantra es adecuado para los momentos en que estás sufriendo y crees que la persona amada es la causa de tu sufrimiento. Si fuese otra la persona la que hubiese actuado mal contigo, sufrirías menos, pero se trata de alguien a quien amas. Por eso, sufres profundamente y lo último que sientes que debes hacer es pedirle ayuda. Prefieres esconderte en tu habitación, cerrar la puerta y ponerte a llorar en soledad. En este caso, el principal obstáculo para la reconciliación y la curación es el orgullo. Según el Buda no hay lugar, en el amor auténtico, para el orgullo.

Cuando sufras de ese modo, debes dirigirte a la persona amada y pedirle que te ayude. Ese es el verdadero amor. Debes ir más allá del orgullo y no dejar que te aísle. Siempre debes dirigirte a la otra persona.

Practica unificando antes tu cuerpo y tu mente y luego dirígete a la persona amada y pronuncia el cuarto mantra: «Querido, estoy sufriendo. ¡Ayúdame, por favor!». Esto es algo tan sencillo como difícil de llevar a cabo.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 31 de agosto de 2021

CUANDO SALES DE LA TORMENTA


 

LA ENTREGA IRRACIONAL O ENFERMIZA


La entrega irracional o enfermiza
(capitulo 7 del libro)

La entrega irracional se rige por un culto a la personalidad y la idealización extrema del ser amado: "Mi pareja lo merece todo: consagración y esfuerzo sin límites de mi parte".

Aunque la abnegación compulsiva puede llegar a ser altamente dañina para quien la ejerce, es vivida por el donante como una forma de sacrifico "placentero". Lo que rige la conducta del sacrificio irracional no es la pulsión de vida sino la pulsión de muerte, una forma de involución que hace que el derecho a la felicidad real y completa sea sólo para el adorado o el elegido. Tal como decía Rousseau: Desgarrar su corazón para cumplir con su deber. Por eso, no debe extrañarnos que de tanto sufrir los rigores de una entrega que aprisiona el yo y de tanto consagrarse a la misión de subalterna o subalterno, la costumbre vaya calando y gustando.

Maquiavelo decía que al Príncipe le convenía primero ser temido y luego amado. En algunos trastornos psicológicos y afectivos, el amor está enganchado firmemente al miedo: temer a la persona, para luego amarla. Muchos esclavos en Grecia y Roma preferían sufrir los más espantosos tormentos antes de traicionar la confianza del amo y los mártires cristianos morían cantando y en pleno éxtasis mientras eran devorados por los leones. ¿Enamorarse del poderoso o del depredador? Es posible; el lavado cerebral también está presente en las relaciones afectivas. El mecanismo consiste en menospreciar a la pareja hasta que ésta se lo crea: "Tú vales lo que yo diga que vales, y vales poco". ¿Masoquismo? No estoy seguro. Más bien ignorancia y confusión: "Es verdad, soy menos que tú, y por eso me honra servirte". Amor de plebeyo, amor padecido.

Una paciente que sufría maltrato por parte de su jefe (insultos, críticas agresivas, mofa) me confesó: "Si él es amable conmigo, mi día cambia... Si no me trata bien, me deprimo y cometo errores. No sé qué me produce su presencia... Es como una mezcla de admiración y miedo.

Quiero agradarle, quiero que me acepte, quiero volverme imprescindible y necesaria para él. A veces creo que lo amo, pero yo no le intereso para nada". Las relaciones de dominancia achican el mundo y las ilusiones quedan ancladas en una realidad tan elemental como patética.

Rousseau, otra vez: "No existe un hombre tan fuerte como para dominar todo el tiempo, a menos que transforme la ley en su fuerza y en deber la obediencia". Entonces: ¿amar u obedecer? No hace falta tener mucha imaginación para asociar las palabras "esposa" y "yugo" con la idea de sometimiento y control policivo. ¿Habrá algo más lúgubre que el "deber conyugal"? Aviso de supervivencia: lo que no saben las personas dóciles y obedientes es que la sumisión, con el tiempo, produce fastidio y menosprecio por parte del que manda (necesitar al esclavo no es amarlo). Así que, cuando alabas, suplicas o rindes reverencia a la persona que supuestamente amas para no perderla, estás generando en ella precisamente lo que quieres evitar: saciedad y desamor.

A continuación, señalaré algunos casos típicos de esclavitud consentida, socialmente admitidos y valorados por la cultura del sacrificio (patologías que aún no están registradas por los sistemas psicológicos y psiquiátricos de clasificación tradicionales). Aunque me concentraré en las mujeres, las más aquejadas sin duda, no excluyo la posibilidad de que algunos hombres también asuman estos patrones de sumisión crónica. Concretamente, haré referencia a la ayuda compulsiva o codependencia (síndrome de la nodriza), la complacencia ilimitada (síndrome de la geisha) y la servidumbre hogareña (síndrome de la empleada).

Las mujeres que no son capaces de ponerle límites al amor pueden desarrollar cualquiera de los tres síndromes o todos a la vez, ya que no son incompatibles entre sí.

Obviamente, los beneficiarios directos de esta entrega patológica defienden el servilismo de sus mujeres diciendo que no es otra cosa que "virtuosismo" ejemplar. A estos hombres no les interesa para nada que sus parejas tomen conciencia, despierten del letargo y defiendan sus derechos de una manera asertiva. Por el contrario la peor pesadilla de cualquier varón con complejo de amo, rey o señor feudal es la rebelión de sus súbditos, no sólo porque perdería sus privilegios materiales, sino porque ya no tendría sobre quién reinar. ¿Habrá peor trauma que el de un príncipe sin reino? Tres formas de involución: amarla voluntad del amo, admirar o envidiar su despotismo y convertirse en instrumento.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

lunes, 30 de agosto de 2021

NOS GUSTA DECIR QUE EL MUNDO ES RESPONSABLE


 

LAS HORAS DEL RELOJ

Un transeúnte le preguntó a un niño:

-Hijo, ¿puedes decirme que hora es?

-Sí, por supuesto -respondió el niño-, pero, ¿para qué necesitas saberla? ¡Está cambiando todo el rato¡



FUENTE: OSHO: ‘El Libro del Niño’, tomado de la dirección internet
www.oshogulaab.com

domingo, 29 de agosto de 2021

SIN QUERER SABER


Y si es cierto que has dejado de quererme...
yo te pido,
por favor,
no me lo digas!...

Necesito por hoy
y todavía
navegar
inocente en tus mentiras...

Dormiré sonriendo
y muy tranquilo.

Me despertaré
bien temprano en la mañana.

Y volveré a hacerme a la mar,
te lo prometo...

Pero esta vez...
sin atisbo de protesta o resistencia
naufragaré por voluntad y sin reservas
en la profunda inmensidad de tu abandono...



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

COMO POMPAS DE JABÓN


 

sábado, 28 de agosto de 2021

SERIEDADES


 

LA VACA


Un maestro samurái paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.

Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias. Llegando al lugar constató la pobreza del sitio: los habitantes, una pareja y tres hijos, vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado; la casa, poco más que un cobertizo de madera...

Se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: “En este lugar donde no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen para sobrevivir? El señor respondió: “amigo mío, nosotros tenemos una vaca que da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y se fue. A mitad de camino, se volvió hacia su discípulo y le ordenó: “Busca la vaca, llévala al precipicio que hay allá enfrente y empújala por el barranco

El joven, espantado, miró al maestro y le respondió que la vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. El maestro permaneció en silencio y el discípulo cabizbajo fue a cumplir la orden.

Empujó la vaca por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel joven durante muchos años. Un bello día, el joven agobiado por la culpa decidió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar. Quería confesar a la familia lo que había sucedido, pedirles perdón y ayudarlos.

Así lo hizo. A medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, árboles floridos, una bonita casa con un coche en la puerta y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y fue recibido por un hombre muy simpático. El joven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuatro años.

El señor le respondió que seguían viviendo allí. Espantado, el joven entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacia algunos años con el maestro.

Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca): ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?” El señor entusiasmado le respondió: “Nosotros teníamos una vaca que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que puedes ver ahora.”
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