viernes, 30 de julio de 2021
jueves, 29 de julio de 2021
LAS TRES VERDADES. (#2 NADA QUE SEA BUENO...ES GRATIS)
Nada que sea bueno... es gratis.
Y de aquí se derivan para mí, por lo menos dos ideas.
La primera: Si deseo algo que es bueno para mí, debería saber que voy a pagar un precio por ello. Por supuesto, ese pago no siempre es en dinero (si fuera sólo dinero sería tan fácil!).
Este precio es a veces alto y otras muy pequeño, pero siempre existe. Porque nada que sea bueno, es gratis.
La segunda: Darme cuenta de que si algo recibo del afuera, si algo bueno me está pasando, si vivo situaciones de placer y de goce es porque me las he ganado; he pagado por ellas, me las merezco.
(Sólo para alertar a los pesimistas y desalentar a los aprovechadores quiero aclarar que los pagos son siempre por anticipado; aquello bueno que vivo ya lo pagué, no hay cuotas posteriores!!!).
Algunos de los que me escuchan decir esto preguntan:
¿Y lo malo?.¿No es cierto que tampoco lo malo es gratis?¿Si algo malo me pasa no es también por algo que hice,... porque de alguna forma, me lo merezco?
Quizás sea cierto. Sin embargo, estoy hablando de verdades para mí incuestionables, sin excepciones, universales. Y para mí esta aseveración "me merezco todo lo que me pasa incluido lo malo" no es necesariamente cierta.
Puedo asegurar que conozco a algunas personas a las que les han acontecido hechos desgraciados y dolorosos que son ninguna duda, no merecían!!!
Incorporar esta verdad (Nada que sea bueno es gratis), es abandonar para siempre la idea infantil de que alguien debe darme algo porque sí, porque yo lo quiero. Que la vida tiene que procurarme lo que deseo "por mi sólo desearlo", de pura suerte, mágicamente.
Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet
miércoles, 28 de julio de 2021
11. LA HISTORIA DE SHUNKAI
La exquisita Shunkai, también llamada Suzu, fue obligada a casarse en contra de su voluntad cuando era muy joven. Más tarde, después de que el matrimonio finalizara, fue a la universidad, donde estudió filosofía.
Ver a Shunkai era enamorarse de ella. Más aún, donde quiera que fuese, ella misma se enamoraba de los demás. El amor estuvo junto a ella en la universidad, y después, cuando la filosofía no la satisfizo y se fue a un templo para aprender zen, también los estudiantes de allí se enamoraron de ella. Toda la vida de Shunkai estaba repleta de amor.
Finalmente, en Kyoto se convirtió en una verdadera estudiante de zen. Sus hermanos del subtemplo de Kennin elogiaban su sinceridad.
Uno de ellos resultó ser un espíritu afín y la asistió en el estudio del zen.
El abad de Kennin, Mokurai, El Trueno Silencioso, era severo. Él mismo guardaba los preceptos y esperaba que sus sacerdotes hicieran lo mismo. En el Japón moderno, el interés que los monjes habían perdido por el budismo lo habían ganado para poseer esposas. Mokurai acostumbraba a coger una escoba y ahuyentar a las mujeres cuando las encontraba en cualquiera de sus templos, pero cuantas más esposas echaba, más parecían volver.
En este particular templo, la esposa del sacerdote principal tuvo celos de la aplicación y belleza de Shunkai. Escuchar a los estudiantes elogiar su seriedad en el zen hizo que esta esposa se retorciera de rabia.
Po ello, difundió un rumor sobre Shunkai y el joven que era su amigo.
Y, como consecuencia de esto, él fue expulsado y Shunkai fue trasladada del templo.
«Puedo haber cometido el error de amar», pensó Shunkai, «pero la mujer del sacerdote no debería permanecer tampoco en el templo si mi amigo va a ser tratado tan injustamente».
Esa misma noche, Shunkai prendió fuego al templo de quinientos años y lo quemó hasta los cimientos. Por la mañana, se encontró a sí misma en manos de la policía.
Un joven abogado se interesó en su caso e intentó ayudarla para reducir su condena. «No me ayudes», le dijo ella. «Puede que decida hacer algo que sólo llevaría a que me encarcelaran de nuevo».
Finalmente, tras cumplir una sentencia de siete años, Shunkai salió de prisión, cuyo guardián, que contaba sesenta años, se había enamorado de ella.
Pero ahora todo el mundo la miraba como a una «presidiaria».
Nadie quería verse relacionado con ella. Incluso la gente del mundo zen, que supuestamente cree en la iluminación en esta vida y con este cuerpo, se apartaba de ella. El zen, descubrió Shunkai, era una cosa, y los seguidores del zen, otra bien distinta. Sus familiares tampoco quisieron saber nada de ella. Y Shunkai enfermó, se empobreció y se debilitó.
Finalmente, encontró a un sacerdote de la secta Shinshu que le enseñó el nombre del Buda del Amor, y en éste halló Shunkai consuelo y paz. Murió cuando aún era exquisitamente hermosa y con apenas treinta años de edad.
Escribió su propia historia en un fútil intento por mantenerse, y parte de la misma se la contó a una escritora. De ese modo llegó a la gente de Japón. Aquellos que rechazaron a Shunkai, los que la difamaron y la odiaron, leen ahora su vida con lágrimas de remordimiento.
Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet
martes, 27 de julio de 2021
LAS TRES VERDADES. (#1 LO QUE ES, ES+YO SOY QUIEN SOY+VOS...SOS QUIEN SOS)
yo soy quien soy.
Otra vez
Yo no soy el que quisiera ser.
No soy el que debería ser.
No soy el que mi mamá quería que yo fuese.
Ni siquiera soy el que fui.
Yo soy quien soy.
De paso, para mí, toda nuestra patología psicológica proviene de negar esta frase.
Todas nuestras neurosis empiezan cuando tratamos de ser lo que no somos.
En "Recuentos para Demián" escribí sobre el autorrechazo:
...Todo empezó aquel día gris
en que dejaste de decir orgulloso
YO SOY...
Y entre avergonzado y temeroso
bajaste la cabeza y cambiaste
tus dichos y actitudes
por un terrible pensamiento:
YO DEBERIA SER...
... Y si es difícil aceptar que yo soy quien soy, cuánto más difícil nos es, a veces, aceptar la tercera derivación de "Lo que es, es":
Vos... sos quien sos.
Es decir, Vos no sos quien yo necesito que seasVos no sos el que fuisteVos no sos como a mí me convieneVos no sos como yo quieroVos sos como sos
Aceptar esto es respetarte y no pedirte que cambies.
Hace poco empecé a definir el verdadero amor como la desinteresada tarea de crear espacios para que el otro sea quien es.
Esta primera "verdad" es el principio (en sus dos sentidos, de primero y de primordial) de toda relación adulta.
Se materializa cuando yo te acepto como vos sos y percibo que vos también me aceptas tal como yo soy.
Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet
lunes, 26 de julio de 2021
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