jueves, 19 de noviembre de 2020

EL TEATRO DE DIOS


 

EL INSTANTE SECRETO


Un comerciante muy rico tenía una hija de mejillas brillantes como Venus. Su rostro era hermoso como la luna y daba buena suerte. Cuando alcanzó la edad de la madurez, su padre la confió a un marido. Pero este marido apenas era digno de ella. Sin embargo, si las sandías maduras no se cogen, se pudren. Así, por temor a los sobornadores, el padre se vio obligado a cometer este error. Dijo, sin embargo, a su hija: 

«Pon mucha atención para no quedarte embarazada. Sólo por necesidad te caso con este pobre hombre. Es un solitario y no hay que esperar mucha constancia por su parte. Si te abandona cualquier día, la carga de un hijo sería demasiado pesada para ti. 

—¡Oh, padre! dijo la bella, ¡tu consejo es bien intencionado y lleno de razón y obraré siguiendo tu parecer!». 

Cada tres días, el comerciante reiteraba sus consejos a su hija para protegerla del peligro de la procreación. Pero ella era joven y su marido también, tanto que no tardó en quedar embarazada. Ocultó a su padre la noticia durante cinco meses, hasta el momento en que la cosa se hizo evidente en exceso. 

«¿No te había dicho yo que tuvieras cuidado? exclamó el comerciante. ¿Se han desvanecido mis consejos como humo? ¿Alguna vez han influido en ti? 

—¡Oh, padre! respondió la hija, ¿cómo habría podido protegerme? La mujer y el hombre son como del fuego y el algodón. ¿Cómo podría el algodón protegerse del fuego y evitar inflamarse?». 

El comerciante replicó: 

«No te aconsejé que no te acercaras a tu marido, sino sólo que te protegieras de su semen. ¡No tenías más que alejarte de él en el momento fatal! 

—Pero ¿cómo hubiera yo podido reconocer un instante tan secreto? 

—Es evidente, sin embargo. ¡Es el momento preciso en que los ojos del hombre se ponen en blanco! 

—¡Querido padre! exclamó la hija, ¡cuando los ojos de mi marido se ponen en blanco, los míos se quedan ciegos!». 


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

miércoles, 18 de noviembre de 2020

LA ALEGRÍA SURGE DENTRO, LA FELICIDAD PROCEDE DE FUERA


 

AMIGOS Y ENEMIGOS


 

LA MUJER DEL CIEGO


Enseñar a un hombre inmaduro puede ser tremendamente perju­dicial: 

Había un hombre que tenía una hija muy fea y se la dio en matrimonio a un ciego, porque ningún otro la habría querido. Cuando un médico se ofreció a devolver la vista al marido ciego, el padre de la muchacha se opuso con todas sus fuerzas, pues temía que el hombre se divorciara de su hija. 

Afirma Sa'di acerca de esta historia: «El marido de una mujer fea es mejor que siga ciego».



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

martes, 17 de noviembre de 2020

LA VIDA NO ES DE PLEGARIAS


 

2. HALLAR UN DIAMANTE EN EL BARRO DEL CAMINO


Gudo era el maestro del emperador de su época. Sin embargo, acostumbraba a viajar solo como un mendigo errante. En una ocasión, yendo de camino hacia Edo, corazón cultural y político del shogunado, se acercó a la pequeña aldea de Takenaka. Había anochecido y 
llovía copiosamente. Gudo estaba completamente empapado. Sus sandalias de paja estaban deshechas. En una granja cercana a la aldea, vio cuatro o cinco pares de sandalias en una ventana y decidió comprar unas.

La mujer que le ofreció las sandalias, viendo cuán empapado estaba, le invitó a pasar la noche en su casa. Gudo aceptó, dándole las gracias.

Entró y recitó un sutra ante el oratorio familiar. Hecho esto, la mujer le presentó a su madre y a sus hijos. Al darse cuenta de que toda la familia estaba afligida, Gudo preguntó qué ocurría.

«Mi marido es un jugador y un borracho», contestó la mujer.

«Cuando tiene suerte y gana, empieza a beber y se vuelve agresivo.

Cuando pierde, pide dinero prestado a los demás. Algunas veces, cuando está completamente borracho, ni siquiera vuelve a casa. ¿Qué puedo hacer?».

«Yo le ayudaré», dijo Gudo. «Toma este dinero. Consígueme un galón de vino y algo apetitoso para comer. Después retírate. Yo me quedaré meditando frente al altar».

Cuando el hombre de la casa regresó borracho, alrededor de la medianoche gritó: «Eh, esposa, estoy en casa. ¿Tienes algo de comer para mí?».

«Yo tengo algo para ti», dijo Gudo. «La lluvia me sorprendió y tu mujer me invitó amablemente a pasar aquí la noche. A cambio, he comprado algo de vino y pescado, de modo que puedes comer».

El hombre se mostró encantado. Inmediatamente, bebió el vino y se tumbó en el suelo. Gudo se sentó a su lado en postura de meditación.

Por la mañana, cuando el marido despertó, había olvidado lo sucedido la noche anterior. «¿Quién eres? ¿De dónde vienes?», preguntó a Gudo, que continuaba meditando.

«Soy Gudo, de Kioto, y voy camino de Edo», respondió el maestro zen.

El hombre se sintió completamente avergonzado, y se deshizo en disculpas al maestro de su emperador.

Gudo sonrió. «Todo en este mundo es perecedero», explicó. «La vida es muy breve. Si sigues jugando y bebiendo, no tendrás tiempo de hacer nada más, y además causarás sufrimiento a tu familia».

La percepción del hombre despertó como si saliera de un sueño.

«Tienes razón», declaró. «¿Cómo podré pagarte por esta maravillosa enseñanza? Permíteme que te acompañe y lleve tus cosas durante un trecho».

«Si así lo deseas», asintió Gudo.

Ambos partieron. Tras haber recorrido tres millas, Gudo le dijo que regresara. «Sólo cinco millas más», suplicó a Gudo y continuaron.

«Puedes volver ahora», sugirió Gudo.

«Después de otras diez millas», replicó el hombre.

«Vuelve ahora», dijo Gudo cuando hubieron pasado las diez millas.

«Voy a seguirte durante el resto de mi vida», declaró el hombre.

Los profesores de zen en el Japón actual proceden del linaje de un famoso maestro que fue el sucesor de Gudo. Su nombre era Mu-nan, El Hombre que nunca volvió.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

lunes, 16 de noviembre de 2020

DESPACIO PERO SIN PAUSAS


 

RETIRADA


¿Cómo puedo ayudar al mundo? Comprendiéndolo, replicó el Maestro. ¿Y cómo puedo 
comprenderlo? Apartándote de él. Pero, entonces, ¿cómo voy a servir a la humanidad?

Comprendiéndote a ti mismo.



Anthony de Mello 
Fotografía tomada del internet
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