sábado, 15 de agosto de 2020

BUDA: SED CONSCIENTES QUERIDOS MONJES

 

CAMBIANDO EL MUNDO


Pregunta 14: 
¿Cómo nos puede preocupar tanto nuestra felicidad cuando la humanidad se enfrenta a tantos problemas? El hambre, la pobreza, las condiciones de vida miserables, las escasas oportunidades de la mayoría de las personas para desarrollar su habilidad y su talento…

En realidad, hasta que no has dejado tus propios problemas no puedes tener una perspectiva correcta para comprender los problemas del mundo. Tu propia casa está hecha un desastre, tu propio ser interior es un caos… ¿Cómo vas a tener una perspectiva para comprender problemas tan extensos? Ni siquiera te comprendes a ti mismo; empieza por ahí, porque si empiezas por otro lado no llegarás a ninguna parte.

Las personas en un estado de terrible confusión mental empiezan por ayudar a los demás, y a proponer soluciones… Esas personas han causado más problemas en el mundo de los que han resuelto. Ésos son los que realmente crean las dificultades: los políticos, los economistas, los llamados funcionarios, los misioneros. Ellos son los que crean las dificultades; aún no han resuelto su consciencia interior, y siempre están dispuestos a abalanzarse sobre cualquiera para resolver sus problemas. Así es como evitan su propia realidad; no quieren enfrentarse a ella. Prefieren meterse en otras cosas, con otras personas. Con eso tienen algo que hacer, una buena distracción.

Recuérdalo: tú eres el problema del mundo. El problema eres tú, y a menos que ese problema se resuelva, hagas lo que hagas sólo contribuirás a complicar aún más las cosas. En primer lugar arregla tu casa, crea en ella un cosmos, porque ahora es un caos.

Hay una antigua fábula india, una historia de hace muchos años, pero de gran importancia.

Érase una vez un gran rey, tan grande como estúpido, que se quejaba de que al pisar la tierra se hacía daño en los pies y ordenó que cubrieran todo el reino con cuero para protegerlos, pero el bufón de la corte se rió de la idea; era un hombre inteligente, Dijo:

—La idea del rey es sencillamente ridícula.

El rey se enfadó mucho y le dijo al bufón:

—O me das otra alternativa o morirás.

El bufón dijo:

—Señor, corta unos trocitos de cuero y póntelos en los pies.

No hay por qué cubrir toda la tierra de cuero; sólo con cubrirse los pies basta para cubrir toda la tierra. Ése es el comienzo de la sabiduría.

Desde luego que hay problemas; en eso estoy de acuerdo. Y problemas muy graves. La vida es un infierno. Ahí tenemos el sufrimiento, la pobreza, la violencia, locuras de todas clases: es cierto; pero insisto en que el problema surge del alma del individuo. El problema existe porque existe el caos en el individuo. El caos general no es sino una multiplicación del mismo fenómeno: todos hemos aportado nuestro propio caos al total.

El mundo no es sino una relación; estamos relacionados los unos con los otros. Yo soy neurótico; tú eres neurótico, y la relación se vuelve muy neurótica; no sólo se dobla, sino que se multiplica. Y como todos están neuróticos, el mundo es neurótico. Hitler no apareció así como así; lo creamos nosotros. La guerra no surge así como así; la creamos nosotros. Es nuestro pus lo que asoma; es nuestro caos lo que causa las víctimas. El comienzo está relacionado contigo: tú eres el problema del mundo. De modo que no evites la realidad de tu mundo interior, porque eso es lo primero.

Tal como estás ahora, no eres capaz de ver la raíz del problema, sino sólo los síntomas. En primer lugar, averigua dentro de ti cuál es la raíz e intenta con todas tus fuerzas cambiarla. No es la pobreza; la raíz es la avaricia, y la pobreza la consecuencia. Si te limitas a luchar contra la pobreza no pasará nada. La raíz es la avaricia; la avaricia es lo que hay que erradicar. El problema no es la guerra, sino la agresividad individual; la guerra es simplemente la suma de la agresión de los individuos. Por muchas manifestaciones que hagáis, la guerra no cesará. A algunas personas les va esa marcha, y os las encontraréis en todas las manifestaciones.

A mí me encantaba cuando era niño. No me perdía ni una, y la gente mayor de mi pueblo empezó a preocuparse. Decían: «Pero si vas a todas las manifestaciones… Da igual que sea de comunistas o de anticomunistas. Siempre estás allí». Yo les decía: «Es que me gusta. Me da igual la ideología política. Me gusta gritar. Me gusta andar por ahí». Puedes disfrutar o no; da lo mismo, porque las guerras continúan. Y si te fijas en los que protestan, te darás cuenta de lo agresivos que son; no verás la paz en sus rostros. Están dispuestos a pelear. Las manifestaciones en favor de la paz pueden convertirse en cualquier momento en disturbios. Son personas agresivas; muestran su agresividad en nombre de la paz. Están dispuestos a pelear; si detentaran el poder, si tuvieran la bomba atómica, la soltarían para crear la paz. Eso es lo que dicen todos los políticos, que luchan para que reine la paz.

El problema no es la paz, y las manifestaciones no contribuyen a nada. El problema consiste en la agresividad interior de los individuos. Las personas no se encuentran a gusto consigo mismas, y por eso tiene que existir la guerra, porque en otro caso la gente se volvería loca. Cada década una guerra descarga a la humanidad de la neurosis. Quizá os sorprenderá saber que los psicólogos descubrieron un fenómeno muy extraño en la Primera Guerra Mundial. Mientras duró la guerra, el número de personas que se volvieron locas fue casi nulo. No hubo suicidios, no se cometieron asesinatos y la gente incluso dejó de volverse loca. Muy extraño. ¿Y qué tiene eso que ver con la guerra? Quizá no se cometieran asesinatos porque los asesinos estaban en el ejército, pero ¿y los suicidas? Quizá también estuvieran en el ejército, pero ¿y los locos? ¿También dejó la gente de volverse loca? Lo mismo ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, en mayor proporción, y entonces ya se conocía el vínculo, la asociación. La humanidad va acumulando cierta cantidad de neurosis, de locura, y cada década tiene que librarse de ella. Por eso cuando hay guerra —la guerra significa que la humanidad entera se ha vuelto loca— no hay necesidad de volverse loco individualmente. Todos están locos, y no tiene sentido intentarlo individualmente. Cuando una nación está asesinando a otra y hay tantos suicidios y asesinatos, ¿qué sentido tiene que se cometan a título individual? Puedes verlo por la televisión y disfrutarlo, leerlo en los periódicos y pasarlo bien.

El problema no es la guerra, sino la neurosis individual.

Hay que cambiar las raíces; hace falta una transformación radical, porque las reformas ordinarias no servirán de nada. Pero quizá no lo entendáis. Hablo de la meditación pero no comprendéis la relación, qué relación tiene la meditación con la guerra. Yo sí veo la relación; vosotros no la veis.

Yo lo entiendo así: si tan siquiera el uno por ciento de la humanidad meditara, desaparecerían las guerras. Y no hay otra manera. Hay que liberar esa cantidad de energía meditativa. Si el uno por ciento de la humanidad, es decir, una de cada cien personas, se pone a meditar, las cosas adquirirán un cariz completamente distinto. Disminuirá la avaricia y, naturalmente, disminuirá la pobreza. La pobreza no existe porque haya escasez; existe porque la gente acumula, porque son avariciosos. Si vivimos en el ahora, hay suficiente; la tierra tiene suficiente para darnos, pero si hacemos planes para el futuro, si acumulamos… Entonces surge el problema.

Pensad qué pasaría si las aves acumulasen: que unas cuantas serían ricas y las demás pobres; las aves de Estados Unidos serían las más ricas y el mundo entero sufriría. Pero como no acumulan, no hay pobreza. ¿Habéis visto un pájaro pobre? Los animales del bosque… No hay ninguno pobre ni ninguno rico. Ni siquiera se ven pájaros gordos y pájaros delgados. Todos los cuervos son casi iguales; no se los puede distinguir. ¿Por qué? Porque disfrutan, no acumulan.

Incluso engordar significa que estás acumulando en el cuerpo; es una actitud mezquina. Los avaros tienen estreñimiento; ni siquiera pueden desprenderse de los excrementos. Acumulan; controlan incluso la defecación, acumulan incluso la porquería. Acumular es un hábito para ellos.

Vivir en el momento, vivir en el presente, vivir con amor, en amistad… el mundo sería completamente distinto. El individuo tiene que cambiar, porque el mundo no es sino un fenómeno proyectado del alma individual.

Entonces se interesará por los problemas del mundo, pero su interés tendrá una dimensión diferente. Quizá no podáis comprenderlo. Hay personas que vienen a verme y me preguntan: «Pero ¿qué haces? Hay pobreza y hay fealdad, y tú enseñando meditación. Ya está bien. Haz algo por la pobreza». Pero no se puede hacer nada por la pobreza directamente. Hay que liberar la energía meditativa para disfrutar del momento; entonces no habrá pobreza. El comunismo no va a eliminar la pobreza; no la ha eliminado en ninguna parte. Ha creado nuevas formas de pobreza, y peores, más peligrosas. El comunista es mucho más pobre porque también ha perdido su alma. Ha dejado de ser un individuo; ni siquiera tiene libertad para rezar y meditar.

Eso no ayuda a las personas; las destruye. Ésos son los buenos samaritanos; hay que evitarlos.

Y cuando una persona medita empieza a alcanzar la plenitud. Si es pintor, será un gran pintor. Si es poeta, de su alma brotará de repente una poesía extraordinaria. Si es cantante, cantará por primera vez lo que siempre había deseado.

Cuando estás en silencio, arraigado en tu ser, centrado, tu talento empieza a funcionar automáticamente. Empiezas a funcionar como siempre había querido la existencia que funcionaras. Empiezas a funcionar como deberías haberlo hecho desde el día en que naciste, como tu destino quiere que funciones. Actúas con espontaneidad. Empiezas a hacer lo tuyo, sin importarte si te compensa o no, si te hace más respetable o no. Te hace feliz, y con eso basta. Te llena de júbilo, y eso es más que suficiente.

Pero a algunas personas les gustaría dar muchos rodeos; querrían cambiar el mundo en primer lugar, y después volver a sí mismos. Pero he de deciros que nunca volveréis a vosotros mismos si os vais tan lejos.

Me han contado una cosa… Había un viejo sentado cerca de Delhi; un joven que pasaba por allí en coche se detuvo y le preguntó: «¿A qué distancia está Delhi?». El viejo contestó: «Si sigues en la misma dirección por la que vas, si sigues ese camino, está muy lejos. Tendrás que dar la vuelta a la tierra, porque te has pasado Delhi hace tres kilómetros».

Si giras, no está muy lejos; cuestión de minutos. Si inicias un viaje para cambiar el mundo entero y piensas que así vas a cambiarte a ti mismo, no lo conseguirás; no podrás volver a casa.

Empieza donde estás. Formas parte de este mundo tan feo y al cambiarte a ti mismo cambiarás el mundo. ¿Qué eres tú? Formas parte de este mundo tan feo. ¿Por qué vas a intentar cambiar a tu vecino? A lo mejor no quiere, no le interesa. Si te das cuenta de que el mundo necesita un gran cambio, tú eres el mundo más próximo a ti mismo. Empieza por ahí.


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

viernes, 14 de agosto de 2020

FELICIDAD E INFELICIDAD

 

PERRO DE SATANÁS


Cuando un Turcomano posee un perro pastor, éste se instala en el umbral de su tienda. Los hijos de la familia le tiran de la cola y lo hacen rabiar, pero a él le trae sin cuidado. Pero si, por casualidad, viene a pasar un extraño, se transforma de repente en un temible león. Es como la rosa para sus amigos y como la espina para sus enemigos. El Turcomano es quien le da su comida y por esta razón el perro le es fiel y lo guarda. 

También este perro de Satanás ha sido creado por Dios y hay una sabiduría oculta en esto. La comida que recibe es el sudor del pueblo que corre tras los bienes de este mundo. Satanás, igual que un perro, sacrificaría su vida en el umbral de la casa de su dueño. ¡Oh, perro de Satanás! ¡Cada vez que el pueblo da un paso, somételo a prueba! Pues todos, buenos o malos, se dirigen hacia ese umbral. ¿Por qué se dice: «¡Me refugio en Dios!», sino porque el perro viene a atacarnos? ¡Oh, Turcomano! ¡Llama a tu perro para despejarme el camino! ¡Sé generoso conmigo! 

Si el propietario no puede hacerse obedecer por su perro, no hay esperanza alguna en recurrir a su generosidad. Si es incapaz de dominar a su perro en su propia tienda de campaña, desgraciado él y sus visitantes, porque el perro los asustará a ambos. Pero, gracias a Dios, cuando el Turcomano lanza un grito, incluso los leones sudan sangre, ¡tanto es el miedo que sienten! ¡Oh, tú que pretendes ser el león de Dios! ¿Cómo te atreves a decir que cazas cuando, desde hace años, eres impotente ante un perro? Demasiado evidente es que, en este asunto, tú eres la pieza de caza. 


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

miércoles, 12 de agosto de 2020

NO OFRECER RESISTENCIA

EL HOMBRE ÍDOLO


Una antigua historia hindú: 

Érase una vez un mercader que naufragó y fue arrastrado hasta las costas de Ceylán, donde Vibhishana era el rey de los monstruos. El mercader fue llevado a presencia del rey. Al verle, Vibhishana quedó extasiado de gozo y dijo: «¡Ah, cómo se parece a mi Rama. Es idéntico a él!». Entonces cubrió al mercader de ricos vestidos y joyas y le adoró. 

Dice el místico hindú Ramakrishna: «La primera vez que escuché esta historia sentí una alegría indescriptible. Si a Dios se le puede adorar a través de una imagen de barro, ¿por qué no se le va a Poder adorar a través del hombre?



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

martes, 11 de agosto de 2020

NI TAN LENTO, NI TAN RÁPIDO

 

14. LO CONVENCIONAL.


Son las normas y costumbres de las mayorías. Con estos ingredientes se construye el Ego, la sociedad, el acuerdo o conveniencia. La gente tan parecida se aviene a las costumbres útiles sin hablar de ello porque los pensamientos, normas, conversaciones, libros, estudios, proyectos y objetivos, coinciden.

Lo convencional es lo establecido, lo vulgar y corriente, lo previsible, pero sobre todo, lo que se repite y se repite como por ejemplo las tradiciones alrededor de los acontecimientos sociales familiares: con el nacimiento, el bautismo, con las fechas, los santos y cumpleaños, con las bodas los viajes, con las fiestas populares las comidas y los cantos, con la muerte los entierros, comprando todavía nichos al sol, luego los aniversarios y repetir los nombres de los padres y los abuelos… entremezclando supersticiones, refranes y comprando a sus hijos cuentos de hadas.

Los de costumbres conservadoras son reacios a los cambios, a la modernización y sus valores suelen ser los de la seguridad reforzada y burguesa como el prestigio, el dinero, el poder, el éxito, la propiedad, la herencia, el orden, las dobles vidas, la ocultación de vicios y defectos. Los valores, cargados de prejuicios del pasado, son reaccionarios, se escandalizan fácilmente en público. En la política están representados por las derechas, en la religión por el integrismo dogmático hasta el fanatismo. Estas instituciones suelen reforzarse aliándose, son excluyentes, rígidas y poco aficionadas a razonar cargando sus argumentos con la emocionabilidad.

Es lógico que el coleccionismo sea uno de sus entretenimientos; el arte, las joyas, coches, pieles, objetos de anticuario, marcas… y todo cuanto sea exitoso o fiel imitación para los convencionales sin dinero. Hacen exhibición de lo que tienen, les da seguridad y se distinguen además por compartir los vinos, restaurantes, veraneos, viajes, amistades… y el gusto por lo extravagante superfluo.

La convencionalidad triunfa en todos los niveles sociales.



Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...