viernes, 19 de junio de 2020

LA PERLA


Había un hombre llamado Nasuh, que se ocupaba en el baño del servicio de las mujeres. Su cara era muy afeminada, lo que le permitía disimular su virilidad. Era un maestro en el arte del disfraz. Desde hacía años actuaba así y nadie había descubierto su secreto. Pero, a pesar de su cara y de su voz aflautada, su deseo era ardiente. Cubría su cabeza con un velo, pero era un joven ardoroso. 

Se arrepentía a menudo de esta actividad, pero su deseo volvía a imponerse. Un día fue a ver a un sabio para que éste le procurase el socorro de sus plegarias. El sabio comprendió enseguida la situación y no dejó que se le notara nada. Sus labios estaban como cosidos pero, en su corazón, los secretos ya estaban desvelados. Pues los que conocen los secretos tienen la boca sellada. 

Así, con una ligera sonrisa, dijo al joven: 

«¡Que Dios te haga arrepentirte de lo que tú sabes!». 

Esta plegaria atravesó los siete cielos y fue aceptada, pues las plegarias de este sheij eran diferentes de las demás. Dios creó, pues, un pretexto para sacar a Nasuh de la situación en la que se encontraba. Un día, cuando Nasuh llenaba un barreño de agua, la hija del sultán extravió una perla. Era una de las joyas que adornaban sus pendientes. Todas las mujeres presentes se precipitaron por todos lados para encontrarla y cerraron las puertas. Por mucho que buscaron por todas partes, la perla siguió sin aparecer. Para no omitir nada, se decidió registrar a las personas presentes, mirar en su boca, sus orejas y en todos los orificios y aberturas. Se ordenó a todos que se desnudaran para ser registrados. 

Nasuh, retirado en un rincón, con el rostro pálido, estuvo a punto de desvanecerse de miedo. Pensaba en la muerte y su cuerpo temblaba como una hoja. Se decía: 

«¡Oh, Dios mío! ¡He pecado mucho! He faltado a mis buenas resoluciones. Y cuando me llegue el turno de ser registrado, ¿quién puede decir cuántas torturas sufriré? Siento ya el olor a quemado de mis pulmones. ¡Ah! ¡No deseo a nadie, ni siquiera a un infiel, que conozca un trance semejante! ¡Ojalá que mi madre no me hubiese concebido! ¡O que un león me hubiese devorado! ¡Oh, Dios mío! Me confío a tu misericordia. ¡Ten piedad de mí! Concédeme la gracia pues cada poro de mi piel siente como una mordedura de serpiente. Si cubres mi vergüenza, me arrepentiré de todos mis pecados. ¡Acepta una vez más mi arrepentimiento y si no cumplo esta promesa, haz de mí lo que quieras!». 

Mientras que mascullaba así. Nasuh oyó decir a alguien: 

«Hemos registrado a todo el mundo. Pero ¿dónde está Nasuh? Que venga para ser también registrada». 

Al oír esto, Nasuh se derrumbó como un muro que se viene al suelo. Su razón lo abandonó y permaneció en el suelo, inanimado. En este estado, mientras estaba fuera de sí mismo, pudo alcanzar el secreto de la verdad. Mientras que nada subsistía de su existencia, se concedió un favor a su alma. Ésta escapó de la razón para unirse a la verdad. Entonces fue cuando afluyó la oleada de la misericordia. 

De repente, alguien gritó: 

«¡Aquí está la perla! ¡Acabo de encontrarla! ¡Tranquilizaos y alegraos conmigo!». 

Las mujeres aplaudieron diciendo: 

«¡Todo solucionado!». 

El alma de Nasuh volvió a la superficie y sus ojos vieron de nuevo la luz. Todos le pedían perdón por haber dudado de su honradez. 

«¡Te hemos calumniado, Nasuh! Pero, como eras tú la que estaba más cerca de la hija del sultán, ¿no era normal que fueses la primera sospechosa?». 

De hecho, las mujeres habrían querido empezar el registro por ella, pero, por respeto a su intimidad con la hija del sultán, habían querido dejarle así la ocasión de desembarazarse de la perla. Mientras que ellas pedían perdón, Nasuh decía: 

«No os excuséis. Soy culpable y mi culpabilidad supera la vuestra. Lo que me sucede es un favor de Dios pero, en realidad, soy peor de lo que imagináis. Todo lo que hayáis podido decir sobre mí no es ni la centésima parte de mis pecados. Quien cree conocer mis faltas, no conoce sino una ínfima parte de ellas. Dios, que cubre con un velo toda vergüenza, conocía bien mis pecados. Iblis, que fue mi maestro durante algún tiempo, se había convertido en discípulo mío. Dios conocía mis faltas, pero las ha ocultado para ahorrarme la vergüenza. Con su misericordia, me ha abierto el camino del arrepentimiento. Aunque cada uno de mis pelos se convirtiese en una lengua, eso no bastaría para expresar mi gratitud». 

Algún tiempo después, vino alguien de parte de la hija del sultán para invitarlo a cumplir su servicio en el baño. No quería, le dijeron, ser servida sino por ella. Nasuh respondió: 

«¡Vete! Yo ya he salido de esa situación. ¡Di que Nasuh está enfermo!». 

Y se decía: 

«¡He muerto y resucitado! Este instante de temor que he vivido es inolvidable. ¡Después de tal advertencia, sólo un asno perseveraría en el error!». 



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

EN EL NOMBRE DEL AMOR


jueves, 18 de junio de 2020

ENCUENTRA TU DESDICHA


AGUAS PLÁCIDAS, EL REFLEJO DE LO DIVINO


REFLEJO


Luna sobre agua.
Siéntate en soledad.

Si las aguas son plácidas, la luna será reflejada perfectamente. Si nos aquietamos, podemos reflejar perfectamente lo divino. Pero si nos involucramos sólo en las actividades frenéticas en las que participamos cotidianamente, si buscamos imponer nuestros propios esquemas sobre el orden natural, y si nos permitimos estar absortos en opiniones egocéntricas, la superficie de nuestras aguas se volverán turbulentas. Entonces no podemos ser receptivos al Tao.

No hay esfuerzo que podamos hacer para aquietarnos. La verdadera quietud viene naturalmente de momentos de soledad en que dejamos que nuestra mente se asiente.

Tal como el agua busca su propio nivel, la mente gravitará hacia lo sagrado. El agua turbia se volverá clara si se le permite quedarse tranquila, y así también se aclarará la mente si se le permite estar en calma.

Ni el agua ni la luna hacen ningún esfuerzo por lograr un reflejo. De la misma manera, la meditación será natural e inmediata.



Extracto del libro:
365 Meditaciones Tao
Fotografía tomada de internet

miércoles, 17 de junio de 2020

EL INFIERNO SON LOS DEMÁS


11.ILUSIÓN Y DESILUSIÓN.


Hay un malentendido inmediato con el que todo Ego se defiende cuando escucha describir a las ilusiones y a los deseos como las causantes de todo sufrimiento. Esta reacción irreflexiva e ignorante se justifica afirmando rotundamente que sin ilusión, sin interés, sin apasionamiento, nos paralizamos y nos convertimos en piedras, en zombis. La precipitación defensiva no nos permite comprender que lo que el Zen propone es, simplemente, no ser dominados por las ilusiones, los deseos, las pasiones porque en tal caso no somos nosotros mismos, sino esclavos y robots dirigidos por el placer, el gusto, el beneficio… etc.

El “sino”, sino natural (no condicionado, no manipulado) del Hombre es formar parte de la Naturaleza como especie humana que es, con su Propia Naturaleza, su auténtico rostro (sin máscara), original.



Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

martes, 16 de junio de 2020

NADIE TE OBLIGA


UN MAR DE SENSACIONES


Sin buscar la respuesta en su mente, ¿puede notar lo que hay aquí ahora? El mar de sensaciones, energía y Presencia del momento ¿en realidad componen algo llamado cuerpo o persona? ¿O componen un mar de sensaciones, energía y Presencia? Estamos condicionados a permitir que la mente nos diga lo que son las cosas, así como nos acostumbramos a que el noticiero nos exponga los acontecimientos. Pero cuando se trata de nuestra experiencia propia, podemos ir directamente a la fuente.

¿Cuál es la sensación en sus brazos en este momento? ¿Puede describirla con palabras, o es indescriptible? ¿Qué tal el espacio que rodea sus brazos? ¿Se detienen en realidad sus sensaciones al nivel de su piel, o hay algún tipo de impresión causada por el espacio que rodea sus brazos ahora mismo? ¿Dónde se ubica la consciencia de las sensaciones de sus brazos? ¿En su cabeza, o en su cabeza y sus brazos?
Preguntas como estas no buscan llevarle a otro lugar, excepto al lugar en el cual ya está. Cuando cada experiencia, incluyendo la más ordinaria, es tan misteriosa, no hay necesidad de una experiencia profunda de gozo o luz cósmica. Si tiene la experiencia de gozo, entonces puede explorarla. Pero por ahora, ¿por qué no explorar lo que ya está presente?

Lo maravilloso de esta simple forma de indagar es que nunca se termina de indagar. Un nuevo mar de sensaciones, energía y Presencia se desarrolla en la experiencia de cada momento. Incluso los pensamientos y sentimientos son solo un flujo de sensaciones internas: voces, imágenes y energías emocionales que van y vienen. ¿Cómo sabe usted que las está sintiendo ahora mismo? ¿Cómo sabe lo que está pensando o sintiendo ahora mismo? ¿Dónde se registran todos los movimientos, colores, sonidos, presiones, texturas, lenguajes, contrastes y espacios que ocurren ahora mismo mientras lee estas palabras?

Hay un maravilloso alivio al hacer estas preguntas y no tener que formular una respuesta en su mente. Las preguntas son una invitación a saborear los exquisitos sabores de la vida. La vida no necesita una
conclusión para estar vivos.


Extracto del libro:
Eso es eso
aka Nirmala
Fotografía tomada de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...