viernes, 29 de mayo de 2020

LA FELICIDAD NO ES UN PRODUCTO


UNA VITAL DIFERENCIA

 Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí: «¿Qué es lo que la Gracia te ha dado?». Y les respondió: 

«Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche». 

Le volvieron a preguntar: 

«Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?». Y replicó Uwais: «Sí, lo saben, Pero no todos lo sienten». 

Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelec­tualmente la palabra VINO. 



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

jueves, 28 de mayo de 2020

PRESTA ATENCIÓN


¿POR QUÉ ME DUELE TANTO ABANDONAR LAS COSAS QUE CAUSAN SUFRIMIENTO?


Respuestas a preguntas
Pregunta 9 (continuación):

¿Por qué me duele tanto abandonar las cosas que me causan sufrimiento?

Osho responde:
Las cosas que te causan sufrimiento también deben de proporcionarte algún placer, porque en otro caso no se plantearía la pregunta. Si fueran puro sufrimiento las habrías dejado. Pero nada en la vida es puro; todo está mezclado con su opuesto. Todo lleva su opuesto en el vientre.

Lo que llamas sufrimiento, analízalo, adéntrate en él, y verás que te proporciona algo que te gustaría tener. Quizá aún no sea real, quizá se trate de una simple esperanza, quizá de una promesa para el mañana, pero te aferrarás al sufrimiento, te aferrarás al dolor, con la esperanza de que mañana ocurra algo que siempre has deseado y anhelado. Sufres, pero con la esperanza del placer. Si fuera puro sufrimiento, sería imposible que te aferraras a él.

Observa, presta más atención a tu sufrimiento. Sientes celos, por ejemplo, y eso te hace sufrir. Pero mira a tu alrededor: algo tendrá de positivo. También te proporciona cierto ego, la sensación de ser distinto de los demás, cierto sentimiento de superioridad. Tus celos al menos se disfrazan de amor. Si no sientes celos quizá pienses que has dejado de amar, y te aterras a esos celos porque te gustaría aferrarte a tu amor, o al menos a tu idea del amor. Si tu pareja se va con otra persona y no sientes celos, empezarás a pensar inmediatamente que has dejado de amar. Llevan siglos diciéndonos que los amantes son celosos. Los celos se han convertido en parte intrínseca de tu amor; sin celos el amor muere; el llamado amor sólo puede vivir con celos. Si quieres tu amor tendrás que aceptar los celos y el sufrimiento que producen.

Y tu mente es muy astuta, muy lista, y encuentra racionalizaciones. Te dirá: «Es natural sentir celos». Y parece natural porque a todos les pasa lo mismo. Tu mente dirá: «Es natural sentirse herido cuando te deja tu amante, porque tú has amado mucho. ¿Cómo evitar el dolor, la herida, cuando te deja tu amante?». En realidad, disfrutas de esa herida, de una forma inconsciente, muy sutil. Esa herida te hace pensar que eres un gran amante, que has amado mucho, profundamente. Tu amor era tan profundo que estás destrozado por el abandono de tu amante. Incluso si no estás destrozado, fingirás estarlo, te creerás tu propia mentira. Actuarás como si sufrieras terriblemente, llorarás… y quizá tus lágrimas no sean verdaderas, pero para consolarte, para pensar que eres un gran amante, tendrás que llorar.

Observa cada clase de sufrimiento: o encierra algún placer que no estás dispuesto a perderte, o una esperanza, como la zanahoria que le ponen delante al asno. Y parece tan cercano, a la vuelta de la esquina, y después de tanto viajar, la meta parece al alcance de la mano… ¿por qué dejarlo? Ya encontrarás alguna racionalización, alguna hipocresía.

Hace unos días me escribió una mujer para contarme que la había dejado su pareja y no se sentía mal. Quería saber si era algo raro. «¿Por qué no me siento mal? ¿Soy demasiado dura, como de piedra? No sufro en absoluto». Eso me decía. ¡Sufre porque no sufre! «Por el contrario, he de reconocer que me siento feliz, y eso me pone muy triste. ¿Qué clase de amor es ése? Me siento feliz, aliviada; se me ha quitado un gran peso de encima». Y me preguntaba: «¿Es normal? ¿Estoy bien o tengo algún problema grave?».

A esa mujer no le pasa nada; está perfectamente bien. Lo cierto es que cuando, tras una larga vida juntos y todo el sufrimiento que necesariamente se pasa cuando dos personas están juntas, se separan dos amantes, supone un alivio. Pero va en contra del ego reconocer que es un alivio. Por lo menos durante unos días irás a todos lados con cara larga, con lágrimas en los ojos… lágrimas de cocodrilo, pero ésa es la idea que predomina en el mundo.

Si se muere alguien y tú no te entristeces, empezarás a pensar que te pasa algo. ¿Cómo evitar la tristeza cuando alguien muere? Cuando siempre nos han dicho que es lo natural, lo normal, y todo el mundo quiere ser natural y normal. No es lo normal; es lo que siente la media de la población. No es lo natural, sino una costumbre fomentada durante siglos; no hay nada por lo que llorar ni por lo que lamentarse. La muerte no destruye nada. El cuerpo es polvo y se reduce a polvo, y la consciencia tiene dos posibilidades: si aún alberga deseos se trasladará a otro vientre, y si han desaparecido todos los deseos se trasladará al vientre de la existencia, a la eternidad. Nada se destruye. El cuerpo vuelve a formar parte de la tierra, descansa, y el alma se traslada a la consciencia universal o a otro cuerpo.

Pero no paras de llorar y de arrastrarte con tu tristeza. Es una simple formalidad, o si no es una formalidad existen todas las posibilidades de que nunca quisieras a la persona que ha muerto y ahora te arrepientas. No amaste a esa persona completamente y ya no queda tiempo. Esa persona ha desaparecido, ya no estará disponible. Quizá discutiste con tu marido y murió esa misma noche mientras dormía; ahora dirás que lloras por que ha muerto, pero en realidad estás llorando porque ni siquiera pudiste pedirle perdón. Ni siquiera pudiste despedirte de él. Esa discusión penderá sobre ti para siempre como una nube.

Sí vives momento a momento, en su totalidad, no habrá arrepentimiento, ni culpa. Si has amado totalmente, no habrá ninguna duda. Si un día el amante se marcha, sencillamente significa que vuestros caminos se separan. Podemos despedirnos, podemos darnos las gracias. Compartimos mucho, amamos mucho, hemos enriquecido mutuamente nuestras vidas… ¿por qué llorar, por qué sufrir?

Pero los seres humanos están tan metidos en sus racionalizaciones que no pueden ver más allá. Y lo racionalizan todo; incluso las cosas más sencillas se hacen muy complicadas.

Me preguntas: «¿Por qué me duele tanto abandonar las cosas que me causan sufrimiento?». Todavía no estás convencido de que te causen sufrimiento. Digo que te causan sufrimiento, pero que tú aún no estás convencido. Y no se trata de que yo lo diga; lo fundamental es que tú lo comprendas: «Éstas son las cosas que me hacen sufrir». Y tienes que comprender que en tu sufrimiento has invertido mucho. Si quieres esas inversiones tendrás que aprender a vivir con el sufrimiento; si quieres librarte del sufrimiento, también tendrás que abandonar esas inversiones.

¿Te has fijado en una cosa? Si le cuentas a alguien lo mucho que sufres, se pone de tu parte, te comprende. Todo el mundo compadece al que sufre. Si te gusta que la gente te compadezca, no puedes olvidar el sufrimiento: en eso has invertido.

El marido que lo está pasando mal vuelve a casa y su mujer es cariñosa, comprensiva. Cuanto más desgraciado se siente, más se ocupan de él sus hijos, y más le demuestran su amistad los amigos. Todo el mundo se ocupa de él. En cuanto empieza a ser feliz dejan de apoyarlo; una persona feliz no necesita apoyo. Cuanto más feliz es, menos personas se preocupan por él. De repente no le importas a nadie. Se hacen los duros. Y entonces, ¿cómo vas a librarte del sufrimiento?

Tendrás que librarte de ese deseo de que la gente te preste atención, de ese deseo de compasión. Francamente, desear que la gente te compadezca queda fatal: parece que estuvieras mendigando. Y recuerda una cosa: que te compadezcan o te comprendan no equivale al amor. Te hacen un favor, cumplen una especie de obligación… No es amor. A lo mejor no les caes bien pero serán amables contigo. Son los buenos modales, la cultura, la civilización, pura ceremonia… pero tú vives con falsedades. Tu sufrimiento es real y lo que consigues es falso. Por supuesto, si consigues ser feliz, si te libras de tus sufrimientos, supondrá un cambio radical en tu modo de vida: las cosas pueden empezar a cambiar.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

miércoles, 27 de mayo de 2020

LA EXISTENCIA JAMÁS SE REPITE




PRACTICAR EN PLENA TORMENTA


Si observas un árbol durante una tormenta, verás cómo sus ramas y hojas se balancean violentamente de un lado a otro empujadas por el viento. A veces tienes la impresión incluso de que el árbol no superará la tormenta. Cuando estás a merced de una emoción poderosa, tú eres como ese árbol y te sientes vulnerable temiendo que en cualquier momento la fuerza de la emoción acabe tronchándote. 

Pero si diriges tu atención al tronco, verás algo muy diferente. Verás que el árbol se halla sólida y profundamente arraigado en el suelo. Si centras tu atención en el tronco, te das cuenta de que se halla tan profundamente arraigado que el viento no puede derribarlo. 

Todos nosotros, independientemente de que estemos de pie o sentados, somos como árboles. Por ello, cuando se desata una tormenta emocional, no debes quedarte en tu cerebro o en tu corazón, es decir, a la altura de la copa de tu ser. Es demasiado peligroso, cuando te sientes desbordado por las emociones, permanecer ahí. Dirige pues, en tal caso, tu atención al vientre –que es, como el tronco del árbol, la parte más sólida de tu ser– y ejercita la atención en la respiración tomando consciencia del ascenso y el descenso del abdomen. Y si lo haces en una postura estable, como la posición sentada, te sentirás mucho mejor. 

Respira simplemente sin pensar en nada en concreto. Respira siguiendo el movimiento de ascenso y descenso del abdomen y sigue practicando de ese modo durante diez o quince minutos hasta que la emoción poderosa escampe. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 26 de mayo de 2020

PRIMERO TE ENFERMAN Y DESPUÉS TE VENDEN MEDICINAS


EL EFECTO MÁGICO DE NO HACER NADA


El Maestro Tao Shu era miembro de la escuela chan del Norte, fundada por Shen Hsiu. En cierta ocasión, él y un grupo de discípulos fueron a hacer un retiro a las montañas para practicar el chan en soledad. 

Un espíritu maligno empezó a acosarlos día y noche, apareciéndoseles bajo diversos aspectos, como un sucio mendigo, un Buda, un bodhisattva o un monje, o produciendo luces y sonidos mágicos. Los jóvenes monjes estaban asustados y a punto de volverse locos a causa de lo exagerado de muchas de sus travesuras diabólicas. Pero una mañana, tras diez años de inventar estratagemas, el espíritu desapareció de repente. 

-Ese malabarista hizo muchas de sus estratagemas con el propósito deliberado de engañar vuestra mente -explicó el Maestro.- Sólo había un recurso contra sus estratagemas: no hacer nada. Esto significa no ver nada, no oír nada. Incluso una infinidad de estratagemas tienen finalmente que agotarse, pero el método de no hacer nada es infinito y puede ser empleado siempre. 

Comentario: Si Tao Shu hubiera intentado defenderse contra las estratagemas del demonio recurriendo a sus propias capacidades de transformación, se hubiera producido probablemente una interminable batalla entre dos magos. Sólo al adherirse a no hacer nada fue posible vencer al demonio, anulando su habilidad De hecho, el método de no hacer nada puede producir algo duradero, plenamente de acuerdo con la enseñanza Lao Tse de que la no existencia produce lo que existe. Todo tiene sus límites, e incluso las cosas más grandes y más fuertes no son inmortales. Pero la nada es ilimitada porque no tiene forma y, debido a ello, puede ser utilizada universalmente. En la mente chan ocurre lo mismo con el «vacío», que resulta ser la más útil y significativa de las cosas Verdaderas. 




Extracto tomado del libro:
100 Koans del budismo Chan
Alexander Holstein
Imágenes tomadas del Internet

lunes, 25 de mayo de 2020

UN IMPOSTOR


¿COMERÍA UNA BANANA ENVENENADA?


Si alguien le ofreciese una linda y gorda banana amarilla, dulce y fragante, pero envenenada, ¿la comería? ¡Por supuesto que no! Sin embargo, aún cuando sabemos que el deseo es venenoso, seguimos adelante y lo "comemos" de todos modos.



Extracto del libro:
No Ajahn Chah
Reflexiones
Fotografía de Internet
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