lunes, 15 de julio de 2019

¿QUIÉNES SOMOS?: EL GRAN MISTERIO


Cuando mi hijo estaba en una escuela Waldorf, alguien me contó una historia que me encantó.

Los niños estaban en clase de arte, sentados en varias mesas, trabajando en sus proyectos. Una niña estaba trabajando muy bien, enfocándose completamente en lo que tenía delante suyo. La profesora se acercó para ver qué hacía. Después de observar por un rato, le preguntó qué estaba dibujando.

Con mucha confianza, la niña dijo, “Estoy dibujando a Dios.”

La profesora se rió y dijo, “Pero cariño, nadie sabe cómo se ve Dios.”

Sin ningún titubeo y sin levantar la cabeza, la niña respondió, “¡Se sabrá en un momento!”

Esta historia me hizo pensar. ¿Qué nos pasó? ¿Dónde se fue nuestro espíritu? El estado salvaje de Dios, del espíritu, como dice el escritor John O’Donahue. Es como si se nos olvida o nos desconectamos de la espontaneidad y el ánimo que expresa la esencia de nuestro espíritu.

Probablemente la pregunta más profunda en cualquier tradición espiritual es: ¿Quién soy? Si miramos más allá que los papeles que hacemos y las imágenes que nuestra cultura nos da, más allá que las ideas que interiorizamos por nuestra familia, ¿Quién está aquí de verdad? ¿Quién está leyendo ahora? ¿Quién está mirando todo por estos ojos? ¿Quién es el que escucha los sonidos que están alrededor mío?

El Buddha dice que sufrimos porque no sabemos quiénes somos. Se nos ha olvidado quiénes somos. Sufrimos porque nos identificamos con un ser ilusorio que es mucho más estrecho que la verdad, mucho menos que la totalidad de quiénes somos. Muy a menudo nos limitamos a los papeles que nos tocan vivir, ser padres, ayudantes, jefes, pacientes, víctimas, jueces. Resulta que nos enganchamos a nuestra apariencia, nuestro cuerpo. Nos aferramos fácilmente a nuestra personalidad, nuestra inteligencia. Nombramos y contamos nuestros logros. Todo esto forma nuestra identidad, quién creamos que somos. Y la verdad es que esta mezcla, esta constelación, es mucho más pequeña que la verdad. No incluye toda la presencia y todo el amor que está aquí. La esencia sagrada dentro de nosotros es mucho más grande.

Mi amigo, un pastor, me contaba acerca de una reunión interreligiosa que empezó con la siguiente pregunta: ¿De qué manera debemos referirnos al Espíritu o la Divinidad? ¿Qué nombre debemos ponerle? Enseguida alguien preguntó:

“¿Deberíamos llamarle Dios?”

“De ninguna manera,” responde una mujer que era Wiccan. “¿Qué tal Diosa?” ella dice.

“Uf, responde un pastor de denominación bautista. Él propone, “Espíritu divino.”

“No,” declara rotundamente un ateo.

La discusión sigue así por un rato más. Al final, un indígena norteamericano propone llamarle el gran misterio, y todos se ponen de acuerdo. Estaban de acuerdo porque al llamarlo así no importaban los conceptos de sus religiones. Todos podrían reconocer que lo divino, lo sagrado es un misterio.

Cuando vamos por la vida dándonos cuenta que pertenecemos a este gran misterio, y que este misterio vive dentro de nosotros y fluye por nuestros cuerpos, ocurre un despertar en nuestra alma que nos otorga libertad y vida nueva.


Fuente: Tomado del blog "Meditación con Tara Brach"

viernes, 12 de julio de 2019

¿ASTUTOS O SABIOS?


En estos días la gente no busca la Verdad. La gente sencillamente estudia con el propósito de alcanzar el conocimiento necesario como para ganarse la vida, criar a sus familias, y velar por ellos, eso es todo. Para ellos, ser astutos es más importante que ser sabios.



Extracto del libro:
No Ajahn Chah
Reflexiones
Fotografía de Internet

EL AMOR EL MEJOR CIRUJANO ESTÉTICO


jueves, 11 de julio de 2019

IR A DONDE NO SE SABE


PROBLEMAS: EINSTEIN


No podemos resolver los problemas empleando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando se crearon. 
(Albert Einstein)

Al reflexionar sobre la búsqueda de soluciones, Einstein siempre incidía en la importancia de variar el proceso creativo. Como también describe la célebre frase de san Agustín «para ir a donde no se sabe hay que ir por donde no se sabe», debemos encontrar nuevos caminos mentales para resolver lo que hasta este momento no ha funcionado.

El psicólogo maltés Edward de Bono explica en su libro Seis sombreros para pensar la diferencia entre pensamiento automático y pensamiento deliberado: «Existe el tipo de pensamiento del caminar-hablar-respirar, que ponemos en práctica todo el tiempo. Contestamos una llamada de teléfono. Cruzamos la calle. Entramos y salimos de las rutinas. No necesitamos ser conscientes de qué pierna sigue a la otra cuando caminamos, o de cómo respirar. Hay un apoyo permanente en este tipo de pensamiento automático.

Pero existe también una clase diferente de pensamiento que es mucho más deliberado y exige mayor concentración. El pensamiento automático sirve para afrontar rutinas; el pensamiento deliberado, para hacer las cosas mejor, no solo para afrontarlas y resolverlas al paso. Todos podemos correr, pero un atleta corre de modo deliberado y se entrena para ello».



Tomado del libro:
Einstein para despistados
Allan Percy
Fotografía de Internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...