jueves, 11 de julio de 2019

IR A DONDE NO SE SABE


PROBLEMAS: EINSTEIN


No podemos resolver los problemas empleando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando se crearon. 
(Albert Einstein)

Al reflexionar sobre la búsqueda de soluciones, Einstein siempre incidía en la importancia de variar el proceso creativo. Como también describe la célebre frase de san Agustín «para ir a donde no se sabe hay que ir por donde no se sabe», debemos encontrar nuevos caminos mentales para resolver lo que hasta este momento no ha funcionado.

El psicólogo maltés Edward de Bono explica en su libro Seis sombreros para pensar la diferencia entre pensamiento automático y pensamiento deliberado: «Existe el tipo de pensamiento del caminar-hablar-respirar, que ponemos en práctica todo el tiempo. Contestamos una llamada de teléfono. Cruzamos la calle. Entramos y salimos de las rutinas. No necesitamos ser conscientes de qué pierna sigue a la otra cuando caminamos, o de cómo respirar. Hay un apoyo permanente en este tipo de pensamiento automático.

Pero existe también una clase diferente de pensamiento que es mucho más deliberado y exige mayor concentración. El pensamiento automático sirve para afrontar rutinas; el pensamiento deliberado, para hacer las cosas mejor, no solo para afrontarlas y resolverlas al paso. Todos podemos correr, pero un atleta corre de modo deliberado y se entrena para ello».



Tomado del libro:
Einstein para despistados
Allan Percy
Fotografía de Internet

EL AMAR GARANTIZA LA DURACIÓN DEL DESEO


miércoles, 10 de julio de 2019

SIN VENIR Y SIN PARTIR


Es mucho el sufrimiento que suelen generarnos las nociones de nacimiento y muerte o de ir y venir. Creemos que la persona a la que amamos viene de algún lugar e irá a algún lugar. Pero nuestra verdadera naturaleza está más allá del ir y del venir. No venimos de ningún lugar ni vamos a ningún lugar. Cuando las condiciones son suficientes, sencillamente nos manifestamos de un determinado modo, y cuando las condiciones ya no son suficientes, dejamos de manifestarnos de ese modo. Pero ello no significa que dejemos de existir. Si tenemos miedo a la muerte, es porque no entendemos que en realidad las cosas no mueren. 

Existe la tendencia a pensar que podemos eliminar aquello que nos desagrada y por ese motivo se queman aldeas e incluso se matan personas. Pero destruir a alguien no reduce a esa persona a la nada. Es cierto que mataron a Mahatma Gandhi y dispararon a Martin Luther King Jr., pero esas personas siguen todavía, de modos muy distintos, vivas en nosotros. Su espíritu perdura. Cuando miramos, por tanto, profundamente nuestro yo (nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestras percepciones), cuando miramos las montañas, los ríos o a otras personas, debemos tratar de conectar profundamente hasta ver en ellas la naturaleza del no-nacimiento y de la no-muerte. Esta es una de las prácticas más importantes de la tradición budista. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

TIENES DISPONIBLE TODO EL CIELO


martes, 9 de julio de 2019

EL ÁRBOL DE LA SABIDURÍA


Circulaba el rumor de que existía en la India un árbol cuyo fruto liberaba de la vejez y de la muerte. Un sultán decidió entonces enviar a uno de sus hombres en busca de esta maravilla.

Partió, pues, el hombre y, durante unos años visitó muchas ciudades, muchas montañas y muchas planicies. Cuando preguntaba a los transeúntes dónde se encontraba este árbol de la vida, la gente sonreía pensando que estaba loco.

Los que tenían corazón puro, le decían:

"¡Eso son cuentos! ¡Abandona esa búsqueda!"

Otros para burlarse de él, lo enviaban hacia selvas lejanas. El pobre hombre no alcanzaba nunca su meta, pues lo que perseguía era imposible. Perdió entonces la esperanza y tomó el camino de vuelta, con lágrimas en los ojos.

Durante el camino, encontró a un sheij y le dijo:

"¡Oh, sheij! ¡Ten piedad de mí, pues estoy desesperado!

-¿Por qué estás tan triste?
-Mi sultán me ha encargado que busque un árbol cuyo fruto es el capital de la vida. Todos lo desean.

He buscado durante mucho tiempo, pero en vano. Y todo el mundo se ha burlado de mí."

El sheij se echó a reír:

"¡Oh corazón ingenuo y puro! Ese árbol es la sabiduría. Sólo el sabio la comprende. Se la llama a veces árbol, a veces sol, u océano, o nube. Sus efectos son infinitos, pero él es único. Un hombre es padre tuyo, pero él, por su parte, es también hijo de otra persona."



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

BORRÓN Y CUENTA NUEVA


lunes, 8 de julio de 2019

¿QUÉ TAN IMPORTANTE ES EL AFECTO PARA LA SEXUALIDAD MASCULINA?


1. Primero sexo, después afecto Si a un hombre común y corriente una mujer desconocida y muy atractiva, tipo Kim Bassinger o algo similar, le pidiera de buenas a primeras que tuvieran relaciones sexuales, no me imagino al supuesto señor diciendo: "No sé... Nos acabamos de conocer... Soy un hombre casado…" o "Hágame el favor y respete! ¡Por quién me ha tomado!", o "Lo lamento Kim, pero no te amo". La gran mayoría de los hombres, en semejante disyuntiva, no dudaría un instante en tirarse al ruedo sin importarle demasiado las consecuencias; al menos, no habría mucha repulsa. Más aún, el estereotipo social del hombre viril y dispuesto no deja demasiadas opciones: un hombre que no acepte las insinuaciones femeninas es definitivamente "dudoso", además de poco caballero. Ésa es la premisa de todo buen semental que se precie de serlo.

La belleza física en una mujer coqueta puede llegar a idiotizar a los hombres. Recuerdo el impacto que produjo Sharon Stone en la película Bajos instintos, cuando hizo aquel inolvidable cruce de piernas, aparentemente sin ropa interior. El impacto en los varones fue de tal magnitud que después de meses todavía se escribían artículos, se hacían programas, mesas redondas y todo tipo de foros para debatir el sentado de la bella actriz. Incluso hoy en día la imagen sigue apareciendo en distintos flashes publicitarios, con el claro propósito de activar la libido masculina. Más recientemente, un desfile de ropa interior produjo revuelo en el país porque una joven modelo desfiló con un vestido de baño "seda dental" y con dos minúsculas florecitas en cada seno. Todos los medios de comunicación dedicaron un espacio considerable a comentar sobre las profundas implicaciones d(,l tamaño de la prenda, los muslos, las caderas, el busto de la señorita y qué tan bien sujetadas estaban las florecitas que cubrían sus pezones.

Los entrevistadores hombres, periodistas de talla internacional, no sólo perdían la compostura sino también parte de su reconocido talento. Algunos decían "admirar" las caderas, otros "respetaban" la rótula, el peroné y la tibia de la entrevistada, y la mayoría emitía sonidos guturales mientras rendían pleitesía a las proporciones cintura-cadera de la encantadora muchacha. Las preguntas más sensatas provenían de las periodistas mujeres.

Siempre me he preguntado qué puede sentir una mujer atractiva y de buen cuerpo en un mundo de hombres desesperados por poseerla. Supongo que de un lado, cal poder más tremendo, y del otro, el hartazgo del acoso sexual. Pero además, de alguna manera, debe estar presente el miedo a envejecer.
La sagaz Agatha Christie caricaturizaba así la cosa: "Un arqueólogo es el mejor marido que una mujer pueda tener; cuanto más envejezca ella, más se interesará él". Habría que preguntarse qué podría ocurrirle psicológicamente a un hombre muy buen mozo y sexy frente a una feminidad donde, si bien existe la sexualidad, el afecto también tiene mucho peso. Parecería que las mujeres son más benévolas con nuestro físico.

Los hechos hablan por sí solos: el afecto no parece ser tan importante para los hombres a la hora de establecer relaciones sexuales, al menos en el inicio. Sin embargo, a excepción de los famosos "caprichos genitales", el afecto es el principal factor de mantenimiento de lo sexual. O dicho de otra forma, el amar garantiza la duración del deseo. No importa cuántas cirugías, liposucciones y mesoterapias se haga la mujer: si el hombre no la ama, tarde que temprano la candela se acaba. Los métodos artificiales, si no hay afecto, sólo prolongan la agonía del deseo: el amor es el mejor cirujano estético.

Cuando un varón se satisface sexualmente con una mujer por la que no siente sino atracción física, al cabo de un rato sale despavorido. Escapa de inmediato, porque una vez eliminado lo fisiológico solamente queda el hastío, la saciedad y el disgusto. La mujer que minutos antes podía haber hecho de él lo que quisiera, pierde de inmediato su poder y la ventaja se invierte. La eyaculación se lleva toda atracción, y el varón queda, por así decirlo, desagotado y libre de todo apego (al menos por unas cuantas horas o días, hasta que las hormonas vuelvan a alborotarse). Pero si hay amor, el fastidio pascana no existe. Por el contrario, cuando el afecto está presente, luego de la relación sexual nace una calma compartida, unas ganas enormes de abrazar y consentir a la mujer que nos hizo feliz. No hay asco ni pasión, sólo ternura al por mayor.

Los hombres no solamente somos capaces de separar el sexo del afecto, sino que a veces les hacemos tomar rumbos opuestos. Como decían algunos abuelitos de aquella época: "La esposa es para respetar y la amante para gozar". Muchos varones se encaprichan con un cuerpo y quedan atrapados exclusivamente en el placer que les brinda la compatibilidad física, casi que morfológica, donde ni siquiera la belleza tiene mucho que ver. Eso no es amor, sino obstinación sexual.

Podemos babear de ganas, pero es imposible enamorase de una estructura ósea y corporal al margen de quien la lleva. Podemos adherirnos como una hiedra, pero no más. Lo que uno realmente ama es el ser que está metido en la vestimenta de lo físico. En el contexto del amor, la piel acaricia, y en lo sexual, solamente excita.

¿Qué peso tienen en la atracción masculina otros aspectos como personalidad, inteligencia, humor, amabilidad y otros atributos no físicos? La respuesta es clara: para que un hombre se enamore, la manera de ser de la mujer es determinante. Si el deseo queda aislado de cualquier otra afinidad, no habrá relación afectiva sino sexo en estado puro. Cuando conocemos a una mujer muy bella, pero sin otro atractivo, automáticamente nos convertimos en seres fisiológicos con un solo objetivo en mente. Pero si la mujer nos gusta también en un sentido psicológico y/o espiritual, aunque el objetivo inicial no suele descartarse, nos volvemos más afectivos y menos sexuales. De todas maneras, salvo excepciones, la regla queda definida de la siguiente manera: el hombre entra por el sexo, y si encuentra lo que le gusta, llega al amor; si no es así, se devuelve. La mujer entra por el amor, y si todo va bien, llega al sexo. Cuando la cosa funciona, nos encontrarlos en la mitad del cansino. Los hombres tenemos claro que si la mujer nos agrada como persona, el deseo sexual simplemente es la llave para seguir avanzando. Incluso, muchas veces la que más nos gusta no es la más sexy, aunque esta última pueda seguir activándonos la testosterona.



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

PERDERSE DE COSAS POR CONTROLAR DEMASIADO


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