viernes, 28 de junio de 2019
jueves, 27 de junio de 2019
LA NATURALEZA DEL NO-NACIMIENTO Y DE LA NO-MUERTE
La nube no puede convertirse en nada. Es posible que una nube se convierta en lluvia, nieve o granizo, pero es imposible que se convierta en nada. Por ello la visión que da por sentada la aniquilación es una visión equivocada. Si eres un científico y crees que después de la desintegración de tu cuerpo dejarás de ser (es decir, que te convertirás en nada y pasarás de ser a no-ser), lo cierto es que no eres un buen científico, porque tu visión contradice la evidencia.
Nacimiento y muerte son, pues, nociones emparejadas, como ir y venir, permanencia y aniquilación o yo y otro. La nube que aparece en el cielo es una nueva manifestación. Antes de asumir la forma de nube, la nube era vapor de agua producido por el calor del sol evaporando el agua del océano. Podrías decir que esa era su vida anterior. La nube, pues, es una continuación del agua del océano. La nube no viene de la nada, sino que siempre procede de algo. No hay nacimiento, pues, sino solo continuación. La verdadera naturaleza de todo es no-nacimiento y no-muerte.
El científico francés del siglo XVIII Antoine Lavoisier afirmó:
«Nada se crea y nada se destruye». Lavoisier formuló la misma verdad que había visto el Buda: que nada nace y que nada muere. Nuestra verdadera naturaleza es el no-nacimiento y la no-muerte. Solo cuando conectamos con nuestra verdadera naturaleza, podemos trascender el miedo a dejar de ser, el miedo a la aniquilación.
Cuando las condiciones son suficientes, algo se manifiesta y decimos que existe. Cuando una o dos condiciones dejan de estar presentes y la cosa en cuestión no se manifiesta del mismo modo, decimos que no existe. No es adecuado, pues, calificar algo como existente o inexistente. En realidad, no existe nada que sea completamente existente ni completamente inexistente.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
miércoles, 26 de junio de 2019
LA CORTEZA DE LAS COSAS
Ibrahim Edhem reparaba un desgarrón en su abrigo, sentado a la orilla del mar. Pasó por allí el emir del país, que era un ferviente admirador de este sheij. El emir se puso a pensar:
"He aquí un príncipe que ha abandonado su reino. He aquí un rico que ha abandonado sus bienes. Ahora sufre por su indigencia. ¡Era un sultán y ahora remienda su abrigo, como un pordiosero!"
Ibrahim Edhem había captado estos pensamientos y, de pronto, dejó caer su aguja al mar. Después se puso a gritar:
"¡Oh, vosotros, peces! ¿Sabéis dónde se encuentra mi aguja?"
Al instante aparecieron millares de peces y cada uno de ellos tenía una aguja de oro en su boca y le decía:
"¡Toma tu aguja, oh sheij!"
El sheij se volvió entonces hacia el emir y le dijo:
"¿Qué reino es el mejor? Esto no es sino un signo exterior. Perderías la razón si conocieses la esencia de este reino. De la viña sólo un racimo de uva llega a la ciudad, porque la viña no puede transportarse a ella.
¡Sobre todo si esta viña es el jardín del Amado! Este universo no es más que una corteza."
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
martes, 25 de junio de 2019
lunes, 24 de junio de 2019
LA CARGA
Un beduino viajaba, montado en un camello cargado de trigo. En el camino encontró a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes. Después le preguntó en qué consistía la carga de su camello.
El beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla de su montura:
"Este saco está lleno de trigo y este otro de arena."
El hombre preguntó:
"¿Hay alguna razón para cargar así tu camello con arena?"
El beduino:
"No. Es únicamente para equilibrar la carga."
El hombre dijo entonces:
"Hubiese sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo, la carga de tu camello habría sido menos pesada.
¡Tienes razón! exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza de pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pie? Monta en mi camello y dime: siendo tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir?
-No soy ni visir ni sultán, dijo el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?"
El beduino insistió:
"¿Qué clase de comercio practicas? ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa?
-No tengo ni almacén ni casa, replicó el hombre.
-¿Cuántas vacas y camellos posees?
-¡Ni uno solo!
-Entonces ¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que podría, como la alquimia, transformar el cobre en oro.
-Por mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan que comer. Voy con los pies descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que sé, toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores de cabeza!"
El beduino le dijo entonces:
"¡Márchate! ¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga sobre mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale equilibrar el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es sagrada para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!"
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
domingo, 23 de junio de 2019
EL ARCO
Un guerrero, armado de la cabeza a los pies, dirigía su caballo hacia el bosque. Al verlo llegar, tan altivo, un cazador se asustó. Tomó una flecha y tensó su arco.
Al verlo así, dispuesto a disparar, el caballero le gritó:
"¡Detente! No te fíes de las apariencias. La verdad es que soy muy débil. Cuando llega la hora del combate, estoy más asustado que una vieja."
El cazador le dijo entonces:
"¡Vete! Afortunadamente, me has advertido a tiempo. ¡Si no, habría disparado contra ti!"
Las armas son, para muchos, la causa de la muerte. Puesto que tú eres miedoso, abandona tus flechas y tu espada.
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
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