lunes, 22 de abril de 2019

LA INCITADORA


Un día, un sufí volvió a su casa de improviso. Ahora bien, su mujer recibía a un extranjero, procurando incitarlo.

El sufí llamó a la puerta. No era su costumbre abandonar la tienda y regresar tan pronto a la casa, pero, dominado por un presentimiento, había decidido regresar ese día por sorpresa. La mujer por su parte, estaba muy segura de que su marido no volvería tan pronto. Dios pone un velo sobre tus pecados para que un día te avergüences de ellos. Pero ¿quién puede decir hasta cuándo dura este privilegio? En la morada del sufí no había escondrijo alguno ni otra salida que la puerta principal. Ni siquiera había una manta bajo la cual habría podido ocultarse el extranjero. Como último recurso, la mujer vistió al extranjero con un velo para disfrazarlo de mujer. Después abrió la puerta.

El extranjero con su disfraz parecía un camello en una escalera. El sufí preguntó a su mujer: "¿Quién es esta persona con la cara velada?"

La mujer respondió:
"Es una mujer conocida en la ciudad por su piedad y su riqueza."

"¿Hay algún favor que podamos hacerle?" -preguntó el sufí.

La mujer dijo:
"Quiere emparentar con nosotros. Tiene un carácter noble y puro. Venía a ver a nuestra hija, que, desgraciadamente, está en la escuela. Pero esta señora me lo ha dicho: "¡Sea o no hermosa, quiero tenerla como nuera!" pues tiene un hijo incomparable por su belleza, su inteligencia y su carácter."

El sufí dijo entonces:

"Somos gente pobre y esta mujer es rica. Semejante matrimonio sería como una puerta hecha mitad de madera y mitad de marfil. Ahora bien, un vestido hecho a medias de seda y de paño avergüenza a quien lo lleva."

"Es justamente lo que acabo de explicarle -dijo la mujer- pero me ha respondido que no le interesan los bienes ni la nobleza. No ambiciona acumular bienes en este bajo mundo. ¡Todo lo que desea es tratar con gente honrada!"

El sufí invocó otros argumentos, pero su mujer afirmó haberlos expuesto ya a su visitante. A creerla, aquella señora no tomaba en cuenta su pobreza, aunque ésta fuese extremada. Finalmente, dijo a su marido:

"Lo que busca en nosotros es la honradez."

El sufí añadió:

"¿No ve nuestra casa, tan pequeña que no podría esconderse en ella ni una aguja? En cuanto a nuestra dignidad y nuestra honradez, es imposible ocultarlas pues todo el mundo está al corriente. ¡Tiene, pues, que suponer que nuestra hija no tiene dote!"

Te cuento esta historia para que dejes de argumentar. Pues nosotros conocemos tus vergonzosas actividades. Tu creencia y tu fe se parecen, hasta confundir a cualquiera, a los discursos de esta mujer.

Eres un mentiroso y un traidor como la mujer de este sufí. Te avergüenzas incluso ante gente que no tiene rostro limpio. ¿Porqué no habrías de avergonzarte, por una vez, ante Dios?



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

AHORA MISMO


domingo, 21 de abril de 2019

ABANDONAR LA CÓLERA


Un día, alguien preguntó a Jesús:

"¡Oh, profeta! ¿Cuál es la cosa más terrible en este mundo?"

Jesús respondió:

"¡La cólera de Dios, pues incluso el infierno teme esta cólera!"

El que había hecho la pregunta dijo entonces: "¿Existe algún medio para evitar la cólera de Dios?"

Jesús respondió: "¡Sí! ¡Hay que abandonar la propia cólera! Pues los hombres malvados son como pozos de cólera. Así es como se convierten en dragones salvajes."

Es imposible que este mundo ignore los atributos contrarios. Lo importante es protegerse de las desviaciones. En este mundo, la orina existe. Y la orina no podrá convertirse en agua pura sin cambiar de atributos.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

TRUCOS MENTALES


sábado, 20 de abril de 2019

EL PREDICADOR


Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo: "¡Oh, Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!"

Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros. Un día, sus oyentes le dijeron:

"No es costumbre rezar así! Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados."

Pero él replicó:

"Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la fe."



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

NO VIENE NI VA


viernes, 19 de abril de 2019

EL PRESENTE ESTÁ LIBRE DEL MIEDO


Si no estamos completamente presentes, no estamos en realidad vivos. En tal caso, no estamos aquí, ni para nuestros seres queridos ni para nosotros. ¿Y dónde estamos cuando no estamos aquí? Estamos huyendo y siempre huyendo… aun en medio del sueño. Huimos porque tratamos de escapar de nuestro miedo. 

Mal podremos disfrutar de la vida si perdemos el tiempo y la energía preocupándonos por lo que sucedió ayer o lo que sucederá mañana. Si tenemos miedo, no nos daremos cuenta del milagro que supone estar vivos y de que podemos ser felices ahora mismo. En la vida cotidiana, tendemos a creer que la felicidad solo es posible en el futuro. Siempre estamos buscando condiciones “adecuadas”, de las que supuestamente ahora carecemos, para ser felices. Ignoramos que eso está ocurriendo ahora mismo. Buscamos algo que nos haga sentir más estables y más seguros. Pero tenemos miedo a lo que el futuro pueda depararnos, tenemos miedo a perder nuestro trabajo, a perder nuestras posesiones y a perder a las personas que amamos. Por ello anhelamos ese momento mágico, que siempre se halla en el futuro, en el que todo será, finalmente, como queremos. Olvidamos que solo es posible vivir la vida en el presente. Como dijo el Buda: «Es posible vivir felizmente en el momento presente. En realidad, este es el único momento». 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

LA CONVIVENCIA CON EL PADRE


jueves, 18 de abril de 2019

REVERTIR LA RUEDA DEL SAMSARA


Generalmente sentimos que hay un gran problema que tenemos que arreglar. La instrucción es detenernos. Hacer algo que no nos sea familiar. Hacer cualquier cosa aparte de salir corriendo en la vieja dirección, de practicar los viejos trucos.

DE ALGUNA MANERA SEGUIMOS distanciándonos del dharma. Es como si lo considerásemos una filosofía o un curso de autoayuda, y por mucho que se nos anime a hacer de la meditación y de las enseñanzas algo relevante para nuestra vida emocional, seguimos olvidándonos de aplicarlas cuando nos atascamos. Cuando estamos enfadados con alguien o tenemos el corazón partido, cuando queremos vengarnos o suicidarnos, en momentos así no solemos pensar que la meditación y las enseñanzas sean muy aplicables. No llegan a conectar con la realidad de la situación. 

Mucha gente dice que la meditación no es suficiente, que necesitamos terapia y grupos de apoyo para tratar con nuestras estructuras y hábitos más enraizados. Sienten claramente que el dharma no penetra lo suficientemente hondo en nuestra confusión. 

A menudo sugiero a los estudiantes que acudan a terapia. Para algunas personas lo considero como un  medio hábil que es extremadamente útil: trabajar de cerca con un terapeuta de mente abierta nos permite superar nuestros miedos y desarrollar la compasión por nosotros mismos. Al mismo tiempo, sé que el dharma no sólo es más revolucionario, sino que en muchos casos el dharma mismo nos aporta las herramientas y el apoyo necesario para encontrar nuestra propia belleza, nuestra propia intuición, nuestra propia capacidad de trabajar con el dolor y la neurosis. Parece que uno de los trucos es tener la suficiente fe en el dharma como para llevarlo directamente a nuestras pesadillas, no como una teoría inutilizable que nos separa de nuestros principales problemas ni como algo que nos exige un nivel determinado, sino como un buen alimento, una medicina sin efectos secundarios que es aplicable siempre y en todas partes. 

La clave reside en cambiar nuestros hábitos y, en particular, nuestros hábitos mentales. Recuerdo el día que comprendí sin sombra de duda que somos nosotros mismos los que creamos nuestra situación por nuestra forma de usar la mente, por nuestra forma de estructurar nuestras respuestas a la vida de la misma familiar y predecible manera. Surgió una situación con el dinero: se nos estaba acabando. Empecé a sentirme tensa, como si un gran peso se asentara literalmente sobre mi cabeza. Comencé a sentir pánico, tenía que buscar una vía de salida. Hasta que no encontrase una manera de resolver el problema no podría relajarme, no podría disfrutar de los rayos de sol que atraviesan el agua ni del águila posada en el árbol frente a la ventana de mi habitación. 

Todo aquel escenario era persistentemente familiar. No sé por qué lo pude ver aquella vez con más claridad que en otras ocasiones. Probablemente fue el resultado de observar mi propia experiencia durante tantos años tan honesta y ecuánimemente como podía. Posiblemente también fue el resultado de todo el entrenamiento meditativo realizado para ver en qué momento me descentro y a continuación volver al presente. 

En cualquier caso, ese día no me sentí pillada. Allí mismo, en medio del estado mental más habitual, vi lo que estaba haciendo. No sólo lo vi, sino que también pude detenerlo. Dejé de seguir mi plan habitual para salvar la situación. Decidí no correr de un lado a otro tratando de evitar el desastre. Dejé que los pensamientos de «sólo yo puedo salvarnos de esto» fueran y vinieran. Decidí ver qué ocurría sin mi aportación, aunque eso significara que todo se cayera a pedazos. A veces simplemente hay que dejar que todo se caiga por tierra. 

El primer paso, y el más duro, fue no actuar. No evitar el desastre iba contra el núcleo de mi manera de operar. Me sentí ante una enorme rueda con una inercia colosal para seguir en la dirección habitual, y yo le estaba dando la vuelta. 

De eso va el dharma, de cambiar nuestros hábitos, de invertir el proceso de solidificar tanto las cosas, de invertir la rueda del samsara. El proceso comienza cuando nos damos cuenta de que nos estamos descentrando de la manera habitual. Generalmente sentimos que hay un gran problema y que tenemos que resolverlo. La instrucción es detenerse, hacer algo que no nos sea familiar. Hacer cualquier cosa aparte de salir corriendo en la dirección conocida, de emplear los viejos trucos.



Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

LIBRE DE TODO


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