viernes, 4 de enero de 2019

RECONCILIARNOS CON NUESTRO PASADO


El miedo original no solo se origina en nuestro nacimiento y nuestra infancia, sino que aglutina tanto nuestro miedo como el miedo de nuestros ancestros. De un modo u otro, hemos heredado el miedo de nuestros ancestros, que pasaron hambre y sufrieron otros peligros y se vieron obligados a atravesar situaciones muy ansiosas. Cada uno de nosotros lleva, en su interior, ese miedo. Y como ese miedo nos hace sufrir, la situación empeora. Nos preocupamos por nuestra seguridad, por nuestro trabajo y por nuestra familia. Nos preocupamos por las amenazas externas y, aun cuando no suceda nada malo, ello no impide que sigamos sintiendo miedo. 

En cierta ocasión, un joven estadounidense llegó, con un grupo, a Plum Village con la intención de practicar la meditación. Yo le sugerí la posibilidad de escribir una carta de amor, a su padre o a su madre (que debo decir que es una forma de práctica meditativa), independientemente de que hubieran o no fallecido. Pero el joven en cuestión no pudo hacerlo porque, cada vez que pensaba en su padre, sufría. Su padre había muerto y no podía reconciliarse con él. Durante su infancia, le había aterrorizado tanto que ahora temía hasta escribirle una carta. No podía pensar en su padre y mucho menos escribirle. 

Dadas esas circunstancias le propuse que practicara durante una semana el siguiente ejercicio: «Inspiro y me veo como un niño de cinco años. Espiro y sonrío a ese niño de cinco años». 

Los niños son muy frágiles y vulnerables. Basta con una mirada severa de su padre para que su corazón se sienta herido. Si tu padre te dice que te calles, te sientes herido. Eres muy sensible. A veces quieres decir algo, pero como no encuentras las palabras, tu padre se impacienta y te ordena callar, lo que es como si te echasen encima una jarra de agua helada. Te duele tanto que la próxima vez ni siquiera te atreves a intentarlo. A partir de ese momento, la comunicación con tu padre se convierte en algo muy difícil. «Inspiro y me veo como un niño de cinco años. Espiro y sonrío a ese niño de cinco años». 
Y ese niño necesita tu atención, pero tú estás tan ocupado que no tienes tiempo para dedicarle. Te consideras un adulto, pero en el fondo sigues siendo un niño herido y temeroso. 

Por ello cuando al inspirar te ves como un niño pequeño y frágil, de tu corazón brota la compasión. Y cuando al espirar le sonríes, esa sonrisa es una expresión de tu comprensión y de tu compasión. 

El niño que hay dentro de cada uno de nosotros puede sufrir mucho. Cuando eras pequeño, te sentiste profundamente afectado por las decisiones que tomaban los adultos que te rodeaban. Un niño es muy impresionable. Aun antes de nacer, el niño escucha sonidos y puede distinguir las canciones de los gritos. Por ello, si realmente quieres a tu hijo, le rodearás, aun antes de nacer, de amor. El amor debe comenzar muy pronto. 

Hay muchos jóvenes que afirman odiar a sus padres o madres. A veces me dicen, de un modo tan claro como fuerte: «No quiero tener nada que ver con ellos». Están tan enfadados con sus padres que quieren cortar toda relación. Hay ocasiones en que existen buenas razones para querer separarse física o emocionalmente de los padres, especialmente cuando uno se ha visto, en algún que otro sentido, maltratado por ellos. Y también hay veces en que tenemos miedo de que, si permanecemos cerca de ellos, nos tornemos vulnerables y vuelvan a dañarnos. 

Pero resulta imposible, por más que nos neguemos a ver a nuestros padres o a hablar con ellos, cortar toda relación. Por más que afirmemos odiarles, somos hijos de nuestra madre y de nuestro padre y en nosotros se perpetúan. 

Nos guste o nos desagrade, somos una prolongación de nuestra madre y de nuestro padre. Esa es una situación que, por más enfadados que estemos con ellos, nunca podremos cambiar. De ese modo, acabaremos enfadándonos con nosotros mismos. Necesitamos reconciliarnos con nuestros padres interiores, necesitamos hablar con ellos y encontrar una forma de coexistencia pacífica. Si entendemos ese punto, la reconciliación será posible. 

Somos capaces de grandes cambios, tanto internos como en nuestra capacidad de influir en el mundo que nos rodea. Pero a menudo estamos tan asustados que no sabemos bien qué hacer. Basta entonces con practicar el caminar conscientemente y el respirar conscientemente para cultivar la energía de la plena conciencia y de la comprensión. Es la comprensión la que nos libera del miedo, de la ira, del odio, etcétera. El amor solo puede crecer en el suelo de la comprensión. 

Cuando decimos que cuerpo y mente están conectados, no nos referimos tan solo a nuestro cuerpo y a nuestra mente individual. En nosotros se almacena todo nuestro linaje familiar y espiritual. En todas y cada una de las células de tu cuerpo puedes conectar con la presencia de tu madre y de tu padre. Pero la cosa no se limita a tu padre y a tu madre, sino que también incluye a tus abuelos y bisabuelos. Ten esto muy en cuenta y verás que eres su prolongación. Quizás creías que tus ancestros habían dejado de existir, pero, según los científicos, tus ancestros siguen presentes en la herencia genética que impregna todas y cada una de las células de tu cuerpo. Y lo mismo podríamos decir de nuestros descendientes. Tú estarás también presente en todas y cada una de las células de su cuerpo y en la conciencia de todos aquellos con quienes hayas establecido contacto. 

Piensa en un ciruelo. En cada una de las ciruelas hay un hueso. 

Ese hueso contiene un ciruelo y todas las generaciones precedentes de ciruelos. El hueso de ciruelo contiene un número infinito de ciruelos. 

Dentro de él hay una inteligencia, una sabiduría, que sabe cómo convertirse en un ciruelo y cómo crear ramas, hojas, flores y nuevos ciruelos. No podría hacerlo por sí solo. Solo puede hacerlo porque ha heredado la experiencia y la adaptación de generaciones de ancestros precedentes. Lo mismo sucede contigo. Tú posees la sabiduría y la inteligencia necesarias para convertirte en un ser humano porque has heredado la inmensa riqueza acumulada no solo por tus ancestros familiares, sino también por tus ancestros espirituales. 

Tus ancestros espirituales están en ti porque no hay modo alguno de separar naturaleza de aprendizaje. La educación modifica tu naturaleza heredada. Tu espiritualidad y tu práctica de la atención plena, que son partes de tu vida cotidiana, impregnan también todas y cada una de las células de tu cuerpo. Y tus ancestros espirituales están también, en consecuencia, en todas y cada una de las células de tu cuerpo. Es imposible negar su presencia. 

Algunos tuvimos padres maravillosos, mientras que otros tuvieron padres que sufrieron mucho e hicieron sufrir mucho a su pareja y a sus hijos. Del mismo modo, hay quienes tienen ancestros de sangre admirables y otros que presentan rasgos negativos de los que no podemos estar tan orgullosos. Pero todos ellos son, en cualquier caso, ancestros nuestros. También podemos tener ancestros espirituales que no solo no nos ayuden, sino que hasta nos dañen. Pero por más enfadados que estemos con ellos, no dejan de ser nuestros ancestros. 
No podemos desembarazarnos de ellos. Son una realidad que está en nuestro interior, en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en nuestro espíritu. La aceptación incondicional es el primer paso imprescindible para abrir la puerta al milagro del perdón.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

¿MANIPULACIONES O DISCIPLINA DE GUERRERO?


jueves, 3 de enero de 2019

EL AGUA


Le cayó muy simpático. Caetano no lo conocía. El muchacho, que andaba por la playa vendiendo cangrejos, lo invitó a dar una vuelta en su barca: 

—Me gustaría —dijo Caetano—, pero no puedo. Tengo cosas que hacer. Compras, trámites... 

Y en barca fueron. Recorriendo la ciudad por sus orillas, fueron al mercado y al banco y al correo y a todos los lugares donde Caetano debía ir. De cuando en cuando se detenían, por el puro gusto, a contemplar Bahía desde la bahía, y era una fiesta demorarse flotando. 

Así, Caetano Veloso fue descubriendo una ciudad nueva. El la conocía, y muy mucho, pero no sabía que la conocía de espaldas. Nunca la había andado así, desde lo mojado, desde lo callado. Una ciudad era la ciudad caminada por las calles donde la gente no puede estarse quieta, luces que bailan, colores que gritan, y otra ciudad, muy otra, era la ciudad navegada por las silenciosas aguas donde no hay más alboroto que el de la espuma. Vista desde la barca, Bahía también era una barca, una serena barca disfrazada de tierra loca por lo mucho que le gustan los disfraces. Las calles no morían en la mar: en la mar nacían. En la mar no estaban las afueras de Bahía de San Salvador, sino sus adentros. 

A la caída de la tarde, la barca devolvió a Caetano a la playa donde lo había recogido. Y entonces Caetano quiso saber cómo se llamaba aquel muchacho que le había revelado la otra ciudad. De pie sobre la barca, el cuerpo negro brillando a la luz del último sol, el muchacho dijo su nombre: 

—Yo me llamo Marco Polo. Marco Polo Mendes Pereira.


Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

QUIEN NO QUIERE ESTAR CONTIGO


miércoles, 2 de enero de 2019

OCHO ELEFANTES BLANCOS


El discípulo quería elaborarlo todo a través del entendimiento intelectual. Sólo confiaba en la razón y estaba encerrado en la propia jaula de su lógica. Visitó al mentor espiritual y le preguntó:

--Señor, ¿quién sostiene el mundo?

El mentor repuso:

--Ocho elefantes blancos.
--¿Y quién sostiene a los ocho elefantes blancos? -preguntó intrigado el discípulo.
--Otros ocho elefantes blancos.

***

El Maestro dice: El pensamiento es limitado. Una nueva energía de conocimiento aparece cuando cesa el pensamiento. 


Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet

¡NO PUEDO VIVIR SIN ÉL!


martes, 1 de enero de 2019

AFRONTA: EN LA SILLA CALIENTE


Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después.

Hacer un vínculo samaya formal y entrar en una relación incondicional con un profesor es como ponernos entre las mandíbulas de un cocodrilo. Necesitamos mucho tiempo para decidir que confiamos tanto en ese cocodrilo concreto que nos quedaremos con él pase lo que pase. 

Mi experiencia personal de este proceso fue muy progresiva. Cuando conocí a Trungpa Rinpoche, pensé: «Hay aquí alguien a quien no puedo embaucar.» Por eso me trasladé a Colorado, donde podía pasar más tiempo en su presencia. Me acerqué, pero evidentemente aún no estaba dispuesta a rendirme. 

En este movimiento hubo cierta inteligencia: Rinpoche a menudo me daba miedo y me indignaba. No estaba segura de poder confiar en él y, sobre todo, no estaba segura de que le amara. De hecho, recuerdo todo un retiro durante el cual miraba su fotografía y lloraba porque no podía sentir lo que a mi parecer era la devoción adecuada. 

Al mismo tiempo, continué acercándome más. Era la única persona con la que podía hablar de mis puntos de atasco y de mis puntos de apertura. Era la única persona que podía cortar todas mis fantasías. De vez en cuando me hablaba quizá en medio de una reunión grupal o durante una reunión de negocios— siempre cuando menos lo esperaba. Me preguntaba algo o hacía un comentario que detenía mi mente totalmente. 

Mucho después de haberme convertido en su estudiante y de haber empezado la práctica del vajrayana —mucho después de cuando los estudiantes suelen asumir formalmente el voto samaya con su profesor— finalmente supe sin ninguna duda que podía confiarle mi vida; hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera, él era mi vínculo con el mundo sagrado. Sin él, no tenía ni idea de lo que eso significaba. Y ocurrió que, a medida que seguía sus enseñanzas e iba despertando más, iba tomando conciencia de su ilimitada bondad y experimentaba la amplitud de su mente. En ese momento, el único lugar en el que deseaba estar era entre las mandíbulas del cocodrilo. 

Cuando digo que samaya es un truco, me refiero a que nos lleva a darnos cuenta de que nunca hemos tenido elección en nuestra relación con el mundo fenoménico. En realidad no tenemos elección. La elección que creemos tener se llama ego; la elección que creemos tener es lo que nos impide darnos cuenta de que ya estamos en el mundo sagrado; es como ponernos vendasen los ojos y tapones en la nariz y los oídos. Estamos totalmente condicionados, y en el momento en que sentimos que las cosas se ponen duras, aunque sólo sea en nuestro pensamiento, salimos corriendo. El truco consiste en quedarnos en la silla caliente y comprometernos con esa experiencia. Este es el punto principal, con o sin samaya formal.

¿Con qué estamos verdaderamente comprometidos?

¿Con ir a lo seguro y manipular nuestra vida y todo nuestro mundo para que nos ofrezca seguridad y certeza?

¿O estamos comprometidos con niveles de maitri cada vez más profundos? En cualquier caso, la pregunta sigue siendo: ¿En qué nos refugiamos? ¿Nos refugiamos en pequeñas acciones, palabras y pensamientos de autosatisfacción? ¿O nos refugiamos en la disciplina del guerrero, en dar el salto, en ir más allá de las zonas de seguridad habituales?


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

CORAJE DE VIVIR


MAN IN THE MIRROR

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