viernes, 21 de diciembre de 2018

LA INUNDACIÓN


Las iglesias eran obras de confitería y los palacios, obras de juguetería; algunas casas parecían cajitas de música. Pero la Antigua Ciudad de Guatemala vivía con el corazón en la boca. Lo que no gastaba en lágrimas, se le iba en suspiros. Aburrirse, lo que se dice aburrirse, jamás se aburrían: amenazada por el volcán de Agua y por el volcán de Fuego, estaba condenada a zozobra perpetua, entre los vómitos de los volcanes y los alborotos de la tierra. 

En 1973, un terremoto la sacudió. Ella tenía costumbre. Medio siglo antes, otro terremoto la había despedazado, y Antigua había seguido en su sitio, como si nada, de temblor en temblor, que si Dios me ha de matar me mate y que el Diablo me lleve. Pero esta vez, no sólo la tierra corcoveó y rompió todo: lo peor fue que el río se salió de cauce y ahogó a las gentes y a las casas. Y los que sobrevivieron a la inundación no tuvieron más remedio que huir despavoridos para fundar, lejos, otra ciudad. 

El río que se desbordó se llamaba, se llama, Pensativo. 

De vez en cuando, a mí me pasa lo mismo.


Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

EL PASADO NO ES TU HOGAR


¿PARA QUIÉN PUEDE SER ÚTIL EL BUDISMO ZEN?


NO HAY SEGURIDAD EN NINGUNA PARTE


jueves, 20 de diciembre de 2018

EL PODER DEL MANTRA


El poder y alcance del mantra depende de la actitud del que lo repite. Así lo evidencia la siguiente historia. 

Un eremita vivía a la orilla del río. Era alimentado por una lechera que todos los días le regalaba leche para su manutención. El eremita había concedido una mantra a la buena mujer y le había dicho: 

--Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la existencia. 

Pasó el tiempo. Cierto día en que la lechera iba a cruzar el río para llevar la leche al eremita, llovió torrencialmente y las aguas del río se desbordaron. No había manera de pasar el río en barca. La mujer recordó lo que había dicho el eremita: “Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la existencia”. Y se dijo a sí misma: “Y esto sólo es un río”. Repitió interiormente el mantra con mucho amor y motivación y comenzó a caminar sobre el agua hasta llegar donde estaba el eremita. Al verla, éste, muy extrañado, preguntó: 

--¿Cómo has podido llegar hasta aquí si el río se ha desbordado? 

La mujer repuso: 

--Como me dijiste que con el mantra que me entregaste podía atravesar el océano de la existencia, pensé que sería mucho más fácil cruzar el río. 

Recité el mantra y lo pasé caminando sobre las aguas. 

Al escuchar esta explicación, el eremita se llenó de vanidad y pensó: “!Qué grado de evolución debo tener cuando la lechera ha podido hacer esta proeza con mi mantra!” Días después, el eremita tenía que ir a la ciudad. Las lluvias monzónicas no habían cesado y el río continuaba desbordado. El eremita pensó que no había ningún problema. Si el mantra había funcionado con la lechera, ¿cómo no iba a funcionar con él? 

Empezó a repetir el mantra y se lanzó a las aguas del río. Automáticamente se hundió hasta el fondo y pereció. 

***

El Maestro dice: El ego es la muerte de lo más real que hay en uno mismo. No libera, esclaviza y ahoga. 



Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet

INCONDICIONALMENTE A TUS DISPOSICIÓN


miércoles, 19 de diciembre de 2018

ALARDEAR DE LA SANTIDAD


Conozco una parábola sufí:

Un día, Nadirsha, un gran emperador, estaba rezando. Eran las primeras horas de la mañana; aún no había salido el sol y estaba oscuro.

Nadirsha estaba a punto de iniciar otra conquista, de otro país, y naturalmente, quería que Dios lo bendijera para su victoria. Le decía a Dios: «Yo no soy nadie, sólo un siervo, un siervo de tus siervos. Dame tu bendición. Voy a trabajar por ti; esta victoria es tuya. Pero recuerda que yo no soy nadie. Sólo soy un siervo de tus siervos».

A su lado había un sacerdote, ayudándolo en sus rezos, actuando como mediador entre Dios y él. Y de pronto oyeron otra voz en la oscuridad. También estaba rezando un mendigo de la ciudad, que le decía a Dios: «Yo no soy nadie. Sólo un siervo de tus siervos».

El rey dijo:

«¡Habrase visto ese mendigo! Le está diciendo a Dios que no es nadie. ¡Basta de tonterías! ¿Quién eres tú para decir que no eres nadie?

Yo no soy nadie, y nadie más puede asegurar eso. Yo soy el siervo de los siervos de Dios. ¿Quién eres tú para decir que tú eres el siervo de sus siervos?».

¿Lo comprendéis? La competición sigue ahí, la misma competición, la misma estupidez. Nada ha cambiado. El mismo cálculo: «Tengo que ser el último. No puedo consentir que nadie sea el último». La mente puede seguir jugando a estos juegos si no comprendes las cosas, si no eres muy inteligente.

Jamás intentes ser feliz a expensas de la felicidad de otro. Eso es feo, inhumano. Es violencia en el verdadero sentido de la palabra. Si piensas que vas a ser santo por condenar a los demás por pecadores, tu santidad no es sino un nuevo viaje del ego. Si te consideras puro por estar intentando demostrar que los demás son impuros... eso es lo que vuestros santos hacen sin cesar. No paran de alardear de su santidad, de su pureza. Ve a ver a vuestros llamados santos y míralos a los ojos. ¡Cómo te censuran! Dicen que estáis todos condenados al infierno; condenan a todos. Escucha sus sermones; todos sus sermones son de condena. Y por supuesto escuchas en silencio su condena porque sabes que has cometido muchos errores en tu vida, que tienes muchas faltas. Y lo han condenado todo, de modo que es imposible que pienses que puedes ser bueno. Te gusta la comida: eres un pecador. No te levantas temprano por las mañanas: eres un pecador. No te acuestas temprano por la noche: eres un pecador. Lo han puesto todo de tal manera que resulta muy difícil no ser pecador.

Sí, ellos no son pecadores. Ellos se acuestan temprano y se levantan temprano por la mañana. ¡Como no tienen nada más que hacer...! Nunca cometen errores porque nunca hacen nada. Se limitan a estar sentados, poco menos que muertos. Pero claro, si haces algo, ¿cómo vas a ser santo? De ahí que el santo lleve siglos renunciando al mundo y escapando del mundo, porque estar en el mundo y ser santo parece algo imposible.

En mi opinión, a menos que estés en el mundo tu santidad no tiene ningún valor. Has de estar en el mundo y ser santo. Hay que definir la santidad de una forma completamente distinta. No vivir a costa de los placeres de otros: eso es la santidad. No destruir la felicidad de otros, ayudar a otros a ser felices: eso es la santidad.

Crea el clima en el que todos puedan sentir un poco de alegría.

Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

AMANTES INSEGUROS


martes, 18 de diciembre de 2018

NO TEMAS AL PASADO


 
Es tan fácil quedar atrapado en el pasado que conviene tener despertadores que nos recuerden la necesidad de permanecer en el presente. En Plum Village utilizamos, para ello, una campana. Cuando escuchamos la campana, inspiramos y espiramos atentamente y nos decimos: «Escucho la campana. Este maravilloso sonido me trae de nuevo a mi verdadero hogar». El pasado no es mi verdadero hogar. Mi verdadero hogar está aquí y ahora. 

Dile al niño que hay en tu interior que el pasado no es tu hogar, que tu hogar está aquí, donde realmente vives. Solo en el presente puedes obtener el alimento y la curación que necesitas. La mayor parte del miedo, de la ansiedad y de la angustia que experimentas se debe a que tu niño interno no se ha visto liberado. El niño tiene que volver al presente para que tu atención y tu respiración puedan ayudarle a darse cuenta de que ya está seguro y puede ser libre. 

Supongamos que vas al cine y que, desde tu butaca, ves todo lo que sucede en la pantalla. Ahí se desarrolla una historia en la que hay personas relacionándose, mientras tú, sentado entre el público, lloras. 

Experimentas lo que está sucediendo en la pantalla como si fuese real y, por ello, sientes emociones reales y viertes lágrimas reales. Bastaría, sin embargo, con que te levantaras de la butaca y te acercases a la pantalla para que te dieses cuenta de que no hay ahí ninguna persona real, lo único que hay son luces parpadeantes. No puedes hablar con las personas que aparecen en la pantalla ni invitarlas a tomar un té. Sin embargo, a pesar de que no puedas formularles ninguna pregunta, esas personas pueden provocarte un sufrimiento real, tanto en tu cuerpo como en tu mente. Del mismo modo, nuestros recuerdos pueden provocarnos, pese a no estar presentes, un sufrimiento real, tanto físico como emocional. 

Cuando reconocemos que tenemos el hábito de reproducir viejos eventos y reaccionar a los nuevos como si fuesen viejos, podemos empezar a advertir su aparición. Y entonces podemos darnos cuenta, amablemente, de que tenemos otras posibilidades. Entonces vemos el presente tal cual es, como un momento nuevo, y dejarnos el pasado para otro momento en que podamos contemplarlo compasivamente. 

Cuando no estemos ocupados y tengamos un momento tranquilo podemos dedicar tiempo y espacio para decirle al niño interno herido que no tiene que seguir sufriendo. Podemos tomarle de la mano e invitarle a venir al presente para contemplar todos los milagros de la vida que se despliegan, aquí y ahora, ante nosotros. 

«Ven conmigo, querido. Ya hemos crecido y no es preciso tener más miedo. Ya no somos vulnerables, ya no somos frágiles y ya no es necesario que tengamos más miedo». 

Tienes que enseñar al niño que hay en ti. Tienes que invitarle a vivir contigo en el presente. Obviamente, puedes reflexionar atentamente en el pasado y aprender de él, pero debes hacerlo desde el presente. Si te asientas en el presente, podrás mirar hacia el pasado y, sin verte arrastrado ni desbordado, aprender de él.



Extracto del libro:

Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

ENSEÑANZAS


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