sábado, 20 de octubre de 2018

DARLO TODO


El primer alumno de Naropa era un tibetano llamado Marpa el Traductor. En uno de sus viajes a India, Marpa le llevó el oro que tradicionalmente se daba al profesor. Ahora bien, Marpa no era exactamente un cobarde ni era para nada tacaño; era un tipo muy intrépido y valeroso. Por ejemplo, sus amigos y familiares trataron de encontrar a alguien para que le acompañara en su viaje a India, pero él se negó a tener compañía aunque su salud no era demasiado buena y tenía más de cincuenta años. 

La historia cuenta que finalmente Marpa regaló el oro a su profesor Naropa, pero se quedó con un poco, tal como todos solemos hacer. Y este hecho tenía una explicación razonable: tenía que volver a casa y necesitaba un poco de oro, sólo un poco. Pero Naropa dijo: «¿Piensas que puedes comprarme con tus engaños?» Entonces Marpa se lo dio todo. Naropa arrojó el oro al aire y dijo: «El mundo entero es oro para mí.» En ese momento Marpa tomó conciencia de la naturaleza de la realidad más vívidamente que nunca. 

No experimentamos el mundo plenamente a menos que estemos dispuestos a darlo todo. Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después. 

En cierto sentido, la relación samaya —sea con el mundo fenoménico como profesor absoluto o bien con una persona individual— trata de suavizarnos. Nos suaviza para que no podamos engañarnos, para que no podamos ser sordos, mudos y ciegos, para que siempre nos llegue el mensaje. La relación samaya con un profesor vajrayana está pensada para ayudarnos: está pensada para introducirnos al hecho de que si podemos mantener aunque sólo sea una relación incondicional con una persona, podemos tener una relación incondicional con el mundo. Hasta ese momento, pensamos que podemos escaparnos, que podemos zafarnos de las situaciones. Pero en esa relación concreta nos comprometemos a seguir adelante pase lo que pase. 

El principal discípulo de Marpa fue Milarepa, e inicialmente su relación fue más bien dura. Milarepa no tenía ninguna duda de que Marpa era su profesor y de que podía llevarle a la iluminación. Por tanto, le dijo: «Me entrego a ti totalmente en cuerpo, discurso y mente. Por favor ayúdame a realizar mi verdadera naturaleza.» Entonces comenzaron los desafíos. Milarepa había acumulado mucho karma. En concreto, había matado a mucha gente y había causado mucho dolor. Para poder soltar esa carga, tuvo que soportar muchas pruebas. Marpa le hacía construir torres de piedra, y cuando estaban casi terminadas le mandaba deshacerlas. Milarepa sufrió mucho en sus primeros años con Marpa. No recibía ninguna enseñanza, era insultado continuamente y tenía que construir torres hasta que sus manos y su espalda eran una gran llaga. Sin embargo, Milarepa nunca dudó de los motivos de Marpa y, en realidad, aunque casi nunca lo mostraba, Marpa amaba a Milarepa con todo su corazón y sólo deseaba que pudiera despertar plenamente. Cada vez que Milarepa se rendía a la situación, cada vez que abandonaba su resentimiento, depresión y orgullo, soltaba su antiguo equipaje. En un momento dado estaba tan desnudo que no le quedaba nada que perder. Entonces Marpa le dio las enseñanzas y su relación entró en una nueva fase de ternura y calidez.

A FLOR DE PIEL


viernes, 19 de octubre de 2018

EL DERECHO A SER DÉBIL


El paradigma de la fortaleza masculina ha obrado en dos sentidos, ambos negativos para el varón. De una parte, ha bloqueado de manera inclemente su natural debilidad humana, y por otra, ha promovido (reforzado) una serie de costumbres claramente exhibicionistas en favor de la supuesta reciedumbre.

Tanto en el primer caso (represión de las emociones primarias), como en el segundo (dependencia de la aprobación social), las consecuencias son castrantes.

El derecho a ser débil se refiere a la capacidad de aceptar, sin remordimientos de ningún tipo, cualquier manifestación de ablandamiento, obviamente no patológica. El derecho a sentir miedo, a fracasar, a cometer errores, a no saber qué hacer, al encantador ocio y a pedir ayuda, no nos alejan de la masculinidad sino que nos acercan al lado humano de la misma. Ese lado tan especial donde reposa el andrógino personal y que había sido crudamente descartado por el típico hombre fortachón y rudo.

Cuando mutilamos el derecho a la fragilidad, automáticamente sobre generalizamos el ideal de valentía y dejamos de reconocer que, en muchas situaciones, la flaqueza debe aflorar. La nueva masculinidad no desprecia el coraje: lo reconoce, pero no se obsesiona por él.

Ejercer el derecho a ser débil no es irse para el otro lado y proclamar la debilidad como una virtud recomendable. Rescatar lo delicado no apunta a "travestir" nuestra virilidad, ni a ensalzar un hombre blandengue, inseguro y pasivo, avergonzado de su sexo y desnaturalizado, tratando de imitar los valores femeninos. La seguridad en sí mismo, la capacidad de oponerse a la explotación personal, la persistencia para alcanzar las metas y el espíritu de lucha son valores deseables para cualquier persona, hombre o mujer. Lo que se está criticando es el miedo irracional a ser débil y la estúpida costumbre de tener que exhibir el poderío durante las veinticuatro horas, para "cotizar" y ser amado. 

DERECHOS MASCULINOS


jueves, 18 de octubre de 2018

IDENTIDAD DE VÍCTIMAS


Así pues la identificación le impide manejar el cuerpo del dolor. Algunas mujeres que son ya suficientemente conscientes para haber abandonado su identidad de víctimas en el nivel personal todavía se aferran a una identidad colectiva de víctimas: "lo que los hombres les hicieron a las mujeres". Tienen razón, y también están equivocadas. Están en lo cierto en cuanto que el cuerpo del dolor femenino colectivo se debe en gran parte a la violencia infligida por el varón a la mujer y a la represión del principio femenino por todo el planeta durante milenios. Están equivocadas si derivan un sentido de identidad de este hecho y por lo tanto se mantienen aprisionadas en una identidad colectiva de víctimas. Si una mujer aún se aferra a la rabia, el resentimiento o la condenación, se está aferrando a su cuerpo del dolor. Esto puede darle una sensación consoladora de identidad, de solidaridad con otras mujeres, pero la mantiene atada al pasado y bloquea el acceso completo a su esencia y al verdadero poder. Si las mujeres se excluyen de los hombres, eso alimenta un sentido de separación y por lo tanto un fortalecimiento del ego. Y cuanto más fuerte es el ego, más distante está usted de su verdadera naturaleza. 

Así que no use el cuerpo del dolor para darle identidad. Úselo en cambio para la iluminación. Transmútelo en conciencia. Uno de los mejores momentos para esto es durante el periodo menstrual. Creo que, en los próximos años, muchas mujeres entrarán en el estado de conciencia total durante esos días. Generalmente, es un tiempo de inconsciencia para muchas mujeres, puesto que son dominadas por el cuerpo del dolor colectivo. Una vez que usted ha alcanzado un cierto nivel de conciencia, sin embargo, puede cambiar esto, así que en lugar de volverse inconsciente puede volverse más consciente. He descrito el proceso básico ya, pero permítame hacerlo de nuevo, esta vez con referencia especial al cuerpo del dolor femenino colectivo. 

Cuando sepa que se acerca el flujo menstrual, antes de que sienta los primeros signos de lo que se llama comúnmente tensión premenstrual, el despertar del cuerpo del dolor femenino colectivo, póngase muy alerta y habite su cuerpo tan plenamente como sea posible. Cuando aparezca el primer signo, debe estar suficientemente alerta para "atraparlo" antes de que la domine. Por ejemplo, el primer signo puede ser una fuerte irritación repentina o un relámpago de rabia, o puede ser un síntoma puramente físico. Sea lo que sea, atrápelo antes de que domine su pensamiento o su conducta. Esto significa simplemente enfocar su atención en él. Si es una emoción, sienta la fuerte carga de energía que hay tras ella. Sepa que es el cuerpo del dolor. Al mismo tiempo, sea el que conoce; es decir, dése cuenta de su presencia consciente y sienta su poder. Cualquier emoción a la que aplique su presencia disminuirá rápidamente y se transmutará. Si es un síntoma puramente físico, la atención que le dé evitará que se convierta en una emoción o un pensamiento. Después continúe alerta y espere el siguiente signo del cuerpo del dolor. Cuando aparezca, atrápelo de nuevo de la misma manera que antes. 

Más tarde, cuando el cuerpo del dolor haya despertado completamente de su estado latente, usted puede experimentar una turbulencia considerable en su espacio interior por un tiempo, quizá varios días. Cualquier forma que tome, manténgase presente. Entréguele su atención completa. Observe la turbulencia que hay en su interior. Sepa que está allá. Mantenga el conocimiento y sea el que conoce. Recuerde: no deje que el cuerpo del dolor use su mente y se apodere de su pensamiento. Obsérvelo. Sienta su energía directamente dentro de su cuerpo. Como sabe, atención plena significa aceptación completa. 

SER EL PRIMERO


martes, 16 de octubre de 2018

EL TEJEDOR


Llevaba poco tiempo en la fábrica, cuando una máquina le mordió la mano. Se le había escapado un hilo. Queriendo atraparlo, Héctor fue atrapado. 

No escarmentó. Héctor Rodríguez se pasó la vida buscando hilos perdidos, fundando sindicatos, juntando a los dispersos y arriesgando la mano y todo lo demás en el oficio de tejer lo que el miedo destejía. Creciéndose en el castigo, atravesó el tiempo de las listas negras y los años de la cárcel, y atravesó también las derrotas y las traiciones y los desalientos. Creía en lo que creía contra toda evidencia, y así fue, siguió siendo, hasta el fin de sus días. 

Eramos muchos. Estábamos esperando en el pórtico del cementerio. Héctor iba a ser enterrado en la colina que se alza sobre la playa del Buceo. Llevábamos allí un largo rato, aquel mediodía gris y de mucho viento, cuando unos obreros del cementerio llegaron trayendo a pulso un féretro sin flores ni dolientes. Y tras ese féretro entraron, en cortejo, algunos de los que estaban esperando a Héctor. 

¿Se equivocaron de ataúd? Quién sabe. Era muy de Héctor eso de ofrecer sus amigos al muerto que estaba solo.

EL PRIMERO


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