domingo, 14 de octubre de 2018
viernes, 12 de octubre de 2018
TODO LO PUEDES
Dos peligrosos mitos responsables del aprendizaje social del varón. Estos criterios formativos, o mejor, deformativos, son malas traducciones culturales de los viejos y prehistóricos parámetros de dominancia biológica.
Ellos son: a) "Vales por lo que tienes", y b) "Todo lo puedes".
TODO LO PUEDES
Es lo mismo que decir: "Suicídate en el intento" o "No tienes el derecho a equivocarte". Los hombres debemos aprender a ser más humildes, y a desprendernos de esa estúpida autosuficiencia que nos ha caracterizado por siglos. Decir: "No sé" o "No soy capaz", es un acto liberador. Es un descanso para el alma y la mente. El prototipo de un varón sabelotodo, diligente y solucionador de problemas, lleva implícita la creencia de que los hombres debemos hacernos cargo de todo y brindar seguridad y protección por doquier. A veces, indudablemente nos gusta jugar el papel de salvadores, pero no siempre. La nueva masculinidad quiere disfrutar del privilegio de pedir ayuda sin sonrojarse y de reconocer los errores con honestidad. No queremos ser los mejores sino vivir en paz, aprendiendo y disfrutando del arte de saber perder.
En cierta ocasión me tocó confrontar al padre de un paciente varón adolescente. El muchacho no sabía realmente qué estudiar. Era un joven sensible e inteligente, más inclinado por el área humanista que por otras profesiones. Pero, como es sabido, para cualquier hombre la elección de la carrera no suele estar determinada por sus talentos naturales, sino más bien por las posibilidades económicas de la misma. Para una mayoría significativa, es preferible que el hijo sea un ingeniero mediocre a un genio de la poesía. En el caso que nos compete, el padre aceptaba algunas de las carreras y mostraba una posición aparentemente abierta. Sin embargo, mi paciente no quería herir sus sentimientos y, por tal razón, intentaba hallar soluciones intermedias. Había descartado la música (su verdadera vocación) y la antropología. La nueva decisión estaba entre diseño industrial y psicología, cosa que no agradaba mucho a su padre, sobre todo la segunda. Cuando conversé con el señor, entendí la carga de mi joven paciente.
El padre, un hombre alto, vestido de manera impecable, de un andar; un hablar y un pensar francamente "exitista", resumió así su posición: "Yo no exijo mucho. Él puede elegir lo que realmente le guste, pero con dos condiciones: que sea rentable y que esté entre los mejores... Al menos entre los cinco primeros... Si las cumple, nada le faltará en la vida ..Yo no pretendo influir sobre él... Pero lo importante es producir... ¿De qué le sirve la profesión si no puede vivir de ella? ¿Acaso se le puede pedir menos?... la mundo es de los ganadores, y yo ' quiero que mi hijo lo sea". Cuando le contesté que algunos de esos ganadores perdían la alegría de vivir, no le gustó mucho. Luego de esa cita el muchacho no volvió. Al cabo de los años, en un concierto inaugural de la Orquesta Filarmónica, cuál sería mi sorpresa al ver a mi paciente, ya no tan joven, interpretando un solo para violín ante un auditorio extasiado. Si consideramos el salario de un músico en nuestro medio y su escasa proyección social, me pareció natural que su padre no estuviera presente entre los asistentes.
Tener aptitud organizadora, liderazgo y don de mando es virtud de algunos, pero no una obligación masculina contraída por nacimiento. Muchos varones son torpes, incapaces de ejercer un papel directivo y poco eficientes a la hora de tomar decisiones, pero tienen otros encantos. Ser eficaz es bueno y recomendable, pero no establecer márgenes resulta peligroso. El esquema de "límites insuficientes" crea en el varón la incapacidad de ser incapaz y la obligación de hacerse cargo exitosamente de las cosas. El ideal varonil de un reparador ambulante, con taller propio y caja de herramientas aerodinámica, no es para todos los hombres. Muchos no sabemos quitar un bombillo, no entendemos de mecánica, no tenemos taladro eléctrico y, lo que parece ser más grave, tampoco sabemos utilizarlo (afortunadamente los varones negados contamos con la desinteresada ayuda de las páginas amarillas del directorio telefónico).
jueves, 11 de octubre de 2018
ANSIA
Era un padre de familia. Había conseguido unas buenas condiciones de vida y había enviudado, después de que sus hijos se hicieran mayores y encauzaran sus propias vidas. Siempre había acariciado la idea de dedicarse a la búsqueda espiritual y poder llegar a sentir la unidad con la Conciencia Universal. Ahora que ya no tenía obligaciones familiares, decidió ir a visitar a un yogui y ponerlo al corriente de sus inquietudes, pidiéndole también consejo espiritual.
El yogui vivía cerca de un río, cubriendo su cuerpo con un taparrabos y alimentándose de aquello que le daban algunos devotos. Vivía en paz consigo mismo y con los demás. Sonrió apaciblemente cuando llegó hasta él el hombre de hogar.
--¿En qué puedo ayudarte? -preguntó cortésmente.
--Venerable yogui, ¿cómo podría yo llegar a percibir la Mente Universal y hacerme uno con Ella?
El yogui ordenó:
--Acompáñame.
El yogui condujo al hombre de hogar hasta el río. Le dijo:
--Agáchate.
Así lo hizo el hombre de hogar y, al punto, el yogui lo agarró fuertemente por la cabeza y lo sumergió en el agua hasta llevarlo al borde del desmayo. Por fin permitió que el hombre de hogar, en sus denodados forcejeos, sacara la cabeza. Le preguntó:
--¿Qué has sentido?
--Una extraordinaria necesidad y ansia de aire.
--Pues cuando tengas esa misma ansia de la Mente Universal, podrás aprender a percibirla y hacerte uno con ella.
***
El Maestro dice: Aunque pienses en la palabra “lámpara” no se enciende la luz. Que la motivación de libertad interior sea real y seguida por la práctica y no se quede sólo en una idea.
Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet
miércoles, 10 de octubre de 2018
CON LAS MANOS VACÍAS
LLEGAMOS CON LAS MANOS VACÍAS y nos iremos con las manos vacías, de modo que ¿para qué reclamar tanto entre medias? Pero eso es lo que sabemos, lo que nos dice el mundo: posee, domina, ten más que los demás. Puede ser dinero o puede ser virtud; no importa con qué clase de moneda comercies: puede ser mundana o espiritual. Pero debes ser muy listo, porque si no te explotarán. Explota y no te dejes explotar: ése es el sutil mensaje que te transmiten con la leche de tu madre. Y todos los colegios y las universidades están basados en la idea de la competición.
Una verdadera educación no te enseñará a competir; te enseñará a colaborar. No te enseñará a pelear para llegar el primero. Te enseñará a ser creativo, a ser cariñoso, a ser dichoso sin compararte con los demás.
No, te enseñará que sólo puedes ser feliz si llegas el primero: es una estupidez. No puedes ser feliz simplemente por ser el primero, y al intentar ser el primero sufrirás tanto que cuando lo consigas te habrás acostumbrado al sufrimiento.
Cuando llegues a presidente o primer ministro de un país habrás sufrido tanto que el sufrimiento será tu segunda naturaleza. No conoces otra manera de vivir; sólo la del sufrimiento. La tensión ha arraigado en ti; la angustia se ha convertido en tu modo de vida. No conoces otro modo. Así que aunque seas el primero seguirás angustiado, cauto, con miedo. Tu cualidad interna no cambiará en absoluto.
Una educación de verdad no te enseñará a ser el primero. Yo te digo que disfrutes de lo que haces, no por los resultados, sino por el acto en sí.
Al igual que un pintor, un bailarín o un músico.
Puedes pintar de dos maneras: para competir con otros pintores, porque quieres ser el mejor pintor del mundo, quieres ser un Picasso o un Van Gogh. Entonces tu pintura será de segunda categoría, porque a tu mente no le interesa la pintura en sí; le interesa que seas el primer pintor del mundo, el mejor. No profundizas en el arte de la pintura. No disfrutas de ella, sólo la utilizas como un peldaño. Te has metido en un viaje del ego, y el problema radica en que para ser pintor de verdad tienes que deshacerte por completo del ego. Para ser pintor de verdad, hay que dejar el ego a un lado. Sólo así podrá fluir por ti la existencia. Sólo así podrás utilizar tus manos, tus dedos y tus pinceles como vehículos. Sólo así puede nacer algo de esa magnífica belleza.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
martes, 9 de octubre de 2018
VALES POR LO QUE TIENES
Dos peligrosos mitos responsables del aprendizaje social del varón. Estos criterios formativos, o mejor, deformativos, son malas traducciones culturales de los viejos y prehistóricos parámetros de dominancia biológica.
Ellos son: a) "Vales por lo que tienes", y b) "Todo lo puedes".
VALES POR LO QUE TIENES
Es equivalente a decir, "No importa quién eres". Los varones poderosos y civilizados generan su propia feromona. No huele, pero se ve. Su manifestación está representada por los típicos signos de estatus y éxito social, tales como un buen puesto, ropa de marca, tarjeta dorada, carro deportivo, vivienda lujosa, mayordomos y otros adminículos. No importa quién sea su portador, estas cosas lo compensan todo. El dinero, la más evidente señal de supremacía masculina civilizada, genera en el varón acceso directo a un sinnúmero de reconocimientos y favores específicos para su género. Las gangas van desde los apetecidos puestos políticos hasta el sometimiento, obviamente condicional, de algunas bellas damas (por ejemplo Jacqueline Kennedy vs. Aristóteles Onassis).Ya sea en la antigüedad o en la actual posmodernidad, parecería que la tendencia es la misma: el hombre compra belleza y juventud, y la mujer seguridad y protección. Zsa Zsa Gabor decía: "Nunca odié lo suficiente a un hombre como para devolverle sus diamantes".
El poeta latino Horacio, quien murió ocho años antes del nacimiento de Cristo, se quejaba abiertamente del poder del dinero: "Un rico por zafio que sea, siempre agrada. Vivimos en el siglo del dinero, todo el mundo se inclina ante el becerro de oro y hasta el amor se consigue a fuerza de dinero". Y en otra parte, escribía mordazmente: "La riqueza es una reina que otorga belleza y hermusura".
Algunos siglos después, los versos de Francisco de Quevedo confirman que la percepción no había cambiado sustancialmente:
¿Quién hace al tuerto galán
y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
le sirve de río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan
sin ser el Dios verdadero? El dinero.
El chaman de los piaroas y los guahíbos, los jefes motilones, el jaibaná de los chocoanos o el "mama"de los koguis, todos, sin excepción, se hacen acreedores a más de una compañera.
Sentirse objeto sexual es tan incómodo como sentirse objeto económico. Pero si unas buenas piernas no dicen demasiado de la vida interior femenina, una abultada cuenta en Suiza dice mucho del varón que la posee. Mientras las mujeres se deprimen más por desamor (ésa es la lógica), los hombres nos desmoronamos por las quiebras y las pérdidas económicas (son la principal causa de depresión masculina). Para muchos hombres de negocios, perder la mujer es casi tan grave como perder la empresa. Mientras las mujeres suelen competir entre ellas más por lo que son, la mayoría de los varones rivalizan más por lo que tienen. Aunque hay excepciones, la dirección del vector es evidente: si queremos dejar verde de envidia a un compañero masculino, simplemente dejemos soltar, como sin querer, una jugosa inversión en dólares. O, si se trata en definitiva de aniquilar el ego del competidor, y de paso de levantar el propio, basta con pasearse lentamente frente a él con una escultural supermodelo colgada del brazo y muerta de la risa. La envidia podría matarlo. Ni siquiera el poseer algún talento especial (deportista, científico, músico) producirá el mismo efecto: el virtuosismo entre los hombres es admirado y respetado, pero jamás envidiado. Aunque deberíamos abolir las competencias personales, si hubiera que tenerlas preferiría rivalizar por lo que soy y no por lo que tengo.
lunes, 8 de octubre de 2018
LOS DOS SADHUS
Se trataba de dos sadhus muy piadosos que acudieron a visitar a Ramakrishna, uno de los más grandes yoguis de la India. Se trataba de un padre y su hijo. Anhelaban reunirse con Ramakrishna para recibir la instrucción mística de este gran sabio. Estaban esperando en el jardín a que el maestro los recibiera, cuando de repente apareció una serpiente y picó al sadhu joven. El padre, muy alarmado, empezó a temblar y a dar gritos para que alguien les prestase ayuda. El hijo, sin embargo, permaneció muy sereno, impasible, como si no le hubiera mordido una peligrosa serpiente. Realmente sorprendido, el padre preguntó a su hijo:
--Pero, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?
El joven sadhu, muy calmadamente, repuso:
--¿Qué es la serpiente y a quién ha mordido?
***
El Maestro dice: En una mente tocada por la consciencia de unidad, los reflejos no se confunden con la realidad.
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