sábado, 4 de agosto de 2018

EL TAJO


Por acaso del destino, yo estaba allí. Era el tiempo de la guerra, yo andaba de siete años recién cumplidos. 

No soy de frecuentar tristezas, creamé. Rolendio Martínez, un servidor, ya va para un siglo de vida. Nunca gusté de negruras ni encontré tocayos ni tuve trabajo aliviado. A esta altura ya no cumplo años ni uso reloj, pero no soy yacaré viudo para andar caminando con la cabeza volteada. Así que no vaya a interpretarme mal. Lo mío no es manía. Yo vi lo que vi, y lo sigo viendo. Con los ojos abiertos, y durmiendo también. Nunca conseguí sacarme ese amargamiento. 

Clarito, lo veo. Había un hombre que tenía un pañuelo colorado en el pescuezo. Algo andaría haciendo, quién sabe, allí a la orilla del arroyo Sarandí. En eso, escuché caballos. Y vi. Fue cosa de un momentito. Dos jinetes llegaron de atrás, pasaron como viento, uno cazó al hombre por el pañuelo y el otro pegó el cuchillazo, y después limpió el cuchillo, al galope, en el anca del caballo. Y se perdieron en el polvo. 

Fue a la hora de la siesta, en pleno verano. La memoria mía no ha tenido el consuelo de la niebla, ni la excusa de la oscuridad. Fue hace noventa años, y lo veo todavía: el tajo de oreja a oreja, el chorro de sangre, el hombre que salió corriendo, pegando manotazos, sin saber que estaba muerto.

A TU ALCANCE


jueves, 2 de agosto de 2018

PERSIGUIENDO LAS NUBES


¿En qué consiste la verdadera felicidad? A menudo creemos que si no conseguimos lo que deseamos, no seremos felices. Pero hay un millón de formas de ser feliz, lo que ocurre es que como no sabemos abrir la puerta que conduce a la felicidad, nos dedicamos a perseguir aquello que deseamos. Pero en realidad cuánto más persigas la felicidad, más infeliz será.

Voy a contarte una historia muy bonita sobre un arroyo que descendía de la cima de una montaña. Era un arroyo muy joven que quería llegar al océano. Deseaba llegar lo más rápido posible. Pero al descender a las llanuras, a las tierras bajas y a los campos que había a sus pies, tuvo que fluir más despacio y se convirtió en un río. Y un río no puede correr tan rápido como un joven arroyo.

Al fluir lentamente empezó a reflejar las nubes del cielo. Había muchas clases de nubes con un montón de formas y colores. Al cabo de poco el río no hacía más que perseguir a las nubes, una tras otra. Pero las nubes no estaban quietas en un lugar, sino que iban y venían, y el río no cesaba de perseguirlas. Cuando descubrió que ninguna nube estaba dispuesta a quedaba con él, se puso muy triste y se echó a llorar.

Un día sopló un viento tan fuerte que alejó todas las nubes del lugar. El cielo adquirió un precioso color azul. Pero como no había nubes, el río empezó a creer que no valía la pena vivir. No sabía disfrutar de aquel cielo azul. Le parecía vacío y tenía la sensación de que su propia vida carecía de significado.

Aquella noche el río estaba tan desesperado que intentó quitarse la vida. ¿Pero acaso puede un río suicidarse? De ser alguien no puedes convertirte en nadie; de ser algo no puedes convertirte en nada. El río estuvo llorando toda la noche y sus lágrimas salpicaban la orilla. Era la primera vez que regresaba a su ser. Antes había estado siempre huyendo de sí mismo. En vez de buscar la felicidad dentro de él, la había estado buscando por fuera. Pero ahora, al volver por primera vez a sí mismo y escuchar el sonido de sus lágrimas, descubrió algo asombroso: comprendió que en realidad estaba hecho de nubes.

Fue un extraño descubrimiento. Se había dedicado a perseguir a las nubes pensando que sin ellas no podía ser feliz y ahora se daba cuenta de que estaba hecho de nubes. Lo que había estado buscando lo tenía ya en su interior.

La felicidad puede ser así. Si sabes regresar al aquí y al ahora, comprenderás que los elementos para ser feliz están ya a tu alcance. No necesitas seguir buscándolos.

De pronto el río se dio cuenta de algo que se reflejaba en la fresca y serena superficie de sus aguas. Era el cielo azul. ¡Qué tranquilo, inalterable y libre era aquel hermoso cielo azul! Aquella visión le llenó de felicidad. Por primera vez podía reflejar el cielo. Antes sólo había reflejado las nubes y corrido tras ellas. Desconocía por completo la presencia del intenso e inalterable cielo azul que estaba siempre a su alcance. Había ignorado hasta entonces que su felicidad estaba hecha de solidez, libertad y espacio. Fue una noche de profunda transformación y sus lágrimas y su sufrimiento se transformaron en alegría y paz.

LA DICHA NO SE INVENTA


miércoles, 1 de agosto de 2018

TAO TE KING: PRINCIPIO 43


Lo más flexible de la Tierra supera a lo más rígido.
Lo que no es, penetra hasta donde no hay hendiduras.
En esto puede reconocerse el valor del No-actuar.
Pero son pocos en la Tierra los que logran enseñar sin
palabras.
Son pocos los que comprenden el valor del No-actuar.

EL PLACER TE HACE LADRÓN


martes, 31 de julio de 2018

EL PROFESOR LLAMADO EXPERIENCIA


La Sadbana de Mahamudra de Trungpa Rinpoche describe el samaya de cuerpo, discurso y mente de una manera muy hermosa: «Cualquier cosa que veamos con los ojos es vívidamente irreal en el vacío, y sin embargo tiene una forma.» Y continúa diciendo que la forma no es otra cosa que el aspecto de nuestro profesor. «Cualquier cosa que oigamos con los oídos es el eco del vacío, y sin embargo es real.» Y estos sonidos ordinarios y cotidianos son la expresión de nuestro profesor. Todos nuestros pensamientos y recuerdos, «buenos y malos, alegres y tristes», todos ellos «desaparecen en el vacío como la huella de un pájaro en el cielo». Todos estos pensamientos que surgen constantemente son la mente de nuestro profesor. Aquí es donde la sadhana empieza a introducirnos al hecho de que el profesor no está separado de nuestra experiencia. Nos damos cuenta de que no existe alternativa a la experiencia que estamos teniendo; nuestra experiencia es la única que hay: ella es el profesor definitivo. 

Según una famosa cita, el estudiante de budismo vajrayana siempre debe estar en estado de pánico. Nos resulta tan poco familiar adquirir un compromiso tan total con el despertar que nos ponemos nerviosos. En una ocasión en que estaba dedicando muchas horas a realizar una práctica, me sentía tan agitada que apenas podía mantenerme sentada. Más tarde le dije a Rinpoche que me sentía irritada con todo, hasta con las motas de polvo. Me respondió que eso ocurría porque la práctica me exigía estar cuerda y aún no estaba acostumbrada a ello.

LA ETERNA DICHA


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...