domingo, 3 de diciembre de 2017
sábado, 2 de diciembre de 2017
DISCÍPULOS
Los discípulos son difíciles de enseñar. Algunos saben, pero no se molestan en practicar. Otros no saben y tampoco tratan de averiguar. No sé qué hacer con ellos. ¿Por qué razón los humanos tienen mentes así? Ser ignorante no es bueno, pero aún si se los digo, a pesar de eso, no escuchan. Las personas están colmadas de dudas en su práctica.
Siempre dudan. Quieren ir al Nibbana pero no quieren recorrer el camino. Es frustrante.
Cuando les digo que mediten, se asustan, y si no se asustan, lisa y llanamente se adormecen. En la mayoría de los casos les gusta hacer cosas que yo no enseño. Este es el dolor de ser maestro.
viernes, 1 de diciembre de 2017
PARA LA CÁTEDRA DE URBANISMO
En Andalucía, en el pueblo de Castelar Viejo, un collar de casas blancas rodea al castillo, y cada casa tiene cara y cada cara tiene historia. Al lado está el pueblo de Castelar Nuevo, que es un ajedrez de casas prefabricadas, todas iguales.
En una cantina de Castelar Nuevo, trago va, trago viene, se hace la noche, y alguien explica:
—Aquí ya no puedes ni emborracharte, porque después no hay manera de que encuentres tu casa.
jueves, 30 de noviembre de 2017
EN RESUMEN DEL LIBRO (A MODO DE DESPEDIDA)
Un monje zen se disponía a hablar en la plaza mayor de un pueblo. Había redactado cuidadosamente su discurso, y se disponía a leerlo cuando una ráfaga de viento se llevó volando los papeles hasta las ramas de un limonero. Cogido desprevenido, incapaz de recuperar el hilo de su arenga, dijo:
-Amigos míos, he aquí, en resumen, lo que quería exponeros: cuando tengo hambre, como, y cuando estoy fatigado, duermo.
-Pero ¿acaso no todo el mundo hace lo mismo, maestro? -pregunta alguien de la multitud.
-¡No! ¡No de la misma manera!
-¿Por qué, maestro?
-Cuando la gente come, piensa en mil cosas, cuando se duerme, piensa en sus problemas. ¡Por eso no hace como yo!
Entonces el monje descendió y se mezcló con ellos, recogió las limosnas y a los que le preguntaban les respondía:
«En cuanto a los detalles, los encontraréis en las ramas del limonero ... »
Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet
miércoles, 29 de noviembre de 2017
INVITANDO A LA CAMPANA A SONAR
En el pasado, cuando no había teléfonos, las personas que vivían lejos unas de otras no podían hablar entre ellas. El invento del teléfono fue como un milagro. Ahora no te parece maravilloso porque te has acostumbrado a él, pero es un invento realmente increíble. Cada vez que lo usamos y oímos la voz de un ser amado que está lejos, nos sentimos muy felices. La campana es una especie de teléfono porque oír su tañido es como escuchar la voz de un ser querido por el teléfono.
El sonido de la campana podría describirse como la voz del Buda llamándonos de vuelta a casa, recordándonos que debemos estar más en paz con nosotros mismos y con el mundo. Prestamos una afectuosa atención a esta voz. Escuchar el sonido de la campana es algo maravilloso y puede darnos mucha paz y alegría. Nos hace volver a maestro verdadero hogar.
Cuando nos alejamos durante mucho tiempo de nuestro verdadero hogar, ansiamos volver a él. En nuestro verdadero hogar nos sentimos en paz, sabemos que no hemos de ir corriendo a ninguna parte y que no tenemos problemas. Podemos relajarnos y ser nosotros mismos. Tú ya eres lo que quieres ser. Tu forma de ser ya es maravillosa. No necesitas ser ninguna otra cosa ni persona.
Fíjate en un manzano. Para el manzano es algo maravilloso ser un manzano. No necesita convertirse en ninguna otra cosa. ¡Qué maravilloso es que yo sea yo mismo, que tú seas tú mismo! No hay por qué intentar ser alguna otra cosa o persona. Sólo tenemos que permitimos ser lo que ya somos y disfrutar siendo tal como somos. Esta sensación, este descubrimiento, es nuestro verdadero hogar. Cada uno de nosotros tiene un verdadero hogar en su interior.
Nuestro verdadero hogar siempre nos está llamando, día y noche, con una voz muy clara. No cesa de enviarnos oleadas de amor y de interés, pero no las captamos porque estamos muy ocupados, al oír la campana, recordamos que nos está ayudando a regresar a nuestro verdadero hogar y dejamos por unos momentos lo que estamos haciendo, estemos hablando, pensando, jugando, cantando, charlando con amigos o ¡incluso meditando!, lo dejamos todo para volver a nuestro verdadero hogar.
Cuando escuches el sonido de la campana, al Buda de la campana, deja de hablar, de pensar o de hacer lo que estés haciendo, porque en aquel momento estás escucharlo la voz de alguien a quien amas y respetas mucho. Guarda silencio y escucha con todo tu corazón. Si la campana suena tres veces, escúchala y respira profundamente durante este tiempo con concentración. Al inspirar, te sientes bien; al espirar, te sientes feliz. Es muy importante que te sientas feliz, de lo contrario, de qué serviría respirar y practicar si no te ayudara a sentirte bien, a ser más feliz el deseo más profundo que todos tenemos es el de ser felices y hacer felices a las personas y seres que nos rodean.
A lo mejor te gustaría invitar a la campana a sonar. Si es así, hazlo de la siguiente forma: En primer lugar sostén la campana en alto, deja el cojín de la campana en el suelo y usa la palma de la mano a modo de cojín. Tu mano sosteniendo la campana se ve muy hermosa, es como un crisantemo o una flor de loto con los cinco pétalos abiertos. La mano es el loto, y la campana, la valiosa joya que hay en él. Entonces la miramos y decirnos: “¡Oh, la joya que está en el loto!”, o en sánscrito, om mani padme hum.
martes, 28 de noviembre de 2017
LOS ORDENADORES Y EL HOMBRE
Los ordenadores son increíblemente rápidos, precisos y estúpidos. Los humanos somos increíblemente lentos, imprecisos y brillantes. Juntos tenemos un poder más allá de la imaginación.
(Albert Einstein)
Hoy en día podemos estar conectados con cualquier persona en cualquier lugar del mundo con un solo clic.
Portátiles, móviles, tablets... Estamos todo el día online. Esto es fantástico para trabajar —muchos emprendedores y autómos lo tienen más fácil que nunca para crear su propia oficina portátil—, pero cuando toca desconectar, es una misión casi imposible.
Aprender a apagar los dispositivos con internet es imprescindible para que el cuerpo y la mente descansen unas horas al día y los fines de semana.
En buena parte, estamos enganchados a las tecnologías y somos incapaces de dar al off porque los demás se han acostumbrado a tenernos disponibles las veinticuatro horas al día, a tal punto que parece inconcebible desconectar.
La mayoría de nosotros llegamos a casa, nos preparamos una cena, queremos sentarnos con los nuestros a charlar del día, a ver una película quizá, y entonces el móvil empieza a sonar: notificaciones, avisos de correos, mensajes en redes sociales, llamadas...
Algunos consejos para lograr la necesaria desconexión:
1. Establece un horario estricto de apagado del móvil, la tablet y demás dispositivos.
2. Acostumbra a tus contactos a responder en horario laboral y deja para el día siguiente cualquier respuesta.
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