miércoles, 29 de noviembre de 2017
martes, 28 de noviembre de 2017
LOS ORDENADORES Y EL HOMBRE
Los ordenadores son increíblemente rápidos, precisos y estúpidos. Los humanos somos increíblemente lentos, imprecisos y brillantes. Juntos tenemos un poder más allá de la imaginación.
(Albert Einstein)
Hoy en día podemos estar conectados con cualquier persona en cualquier lugar del mundo con un solo clic.
Portátiles, móviles, tablets... Estamos todo el día online. Esto es fantástico para trabajar —muchos emprendedores y autómos lo tienen más fácil que nunca para crear su propia oficina portátil—, pero cuando toca desconectar, es una misión casi imposible.
Aprender a apagar los dispositivos con internet es imprescindible para que el cuerpo y la mente descansen unas horas al día y los fines de semana.
En buena parte, estamos enganchados a las tecnologías y somos incapaces de dar al off porque los demás se han acostumbrado a tenernos disponibles las veinticuatro horas al día, a tal punto que parece inconcebible desconectar.
La mayoría de nosotros llegamos a casa, nos preparamos una cena, queremos sentarnos con los nuestros a charlar del día, a ver una película quizá, y entonces el móvil empieza a sonar: notificaciones, avisos de correos, mensajes en redes sociales, llamadas...
Algunos consejos para lograr la necesaria desconexión:
1. Establece un horario estricto de apagado del móvil, la tablet y demás dispositivos.
2. Acostumbra a tus contactos a responder en horario laboral y deja para el día siguiente cualquier respuesta.
lunes, 27 de noviembre de 2017
EL PODER DEL PENSAMIENTO COMPLEJO
Pensamiento simplista VS pensamiento complejo.
Las personas que hacen uso de un pensamiento complejo son investigadores de la vida. Aproximarse a la verdad desde diversas perspectivas e integrarlas en un todo dinámico es la meta de una mente flexible. Existe una actitud saludable en aquellos que emplean el pensamiento complejo, que es rastrear en el conocimiento disponible; un ir y venir, en momentos diferentes, de la misma información con el objeto de sacarle el mayor provecho posible. Una mente compleja no se conforma con lo aparente.
El pensamiento complejo te permite:
- Totalizar la información y ampliar tu perspectiva.
- Profundizar en las temáticas y enriquecer tu mente para tomar las mejores decisiones.
- Ser más lúcido y aproximarte a la sabiduría a través de la virtud de la sencillez.
- Cultivar la autobservación no sólo para conocerte a ti mismo sino para involucrarte en tu entorno.
- Acercarte a otros puntos de vista para descubrir qué tienes en común con ellos y en qué te diferencias.
- No perder tu capacidad de asombro ante lo desconocido.
- Afrontar la controversia y no subestimar el valor de otros argumentos simplemente porque no son los tuyos.
- Ser más creativo y desarrollar tu inventiva.
domingo, 26 de noviembre de 2017
SINTIENDO AL BUDA QUE HAY DENTRO DE TI
En los textos budistas llamados “sutras” el mensaje más importante que hay es que todo el mundo tiene la capacidad de ser un Buda: la capacidad de amar, comprender e iluminarse. Es el mensaje más importante que contienen.
La práctica que me gustaría enseñarte se llama “Recodar al Buda” y se enseña en todas las escuelas de la tradición budista. En esta práctica sientes al Buda que hay dentro ti y todas sus cualidades, y sabes que es totalmente real, no es una idea ni un concepto, sino una realidad. Nuestra labor, nuestra vida, nuestra práctica consiste en alimentar Buda que hay en nosotros y en las personas que amamos.
Tal vez desees dedicar tres o cuatro minutos para la esta práctica solo o con algunos amigos. Si es así, siéntate silencio, inspira y espira durante algunos momentos para calmarte, y luego pregunta: “Pequeño Buda, ¿estás aquí?”. Haz la pregunta con una gran atención y silencio: “Pequeño Buda ¿estás aquí?”. Al principio puede que no oigas su respuesta siempre te contestará, pero si no estás lo suficientemente tranquilo, no la oirás. “¿Hay alguien? Pequeño Buda, ¿estás aquí?”. Y entonces oirás la voz de tu pequeño Buda respondiéndote: “Sí, querido, claro que sí. Yo siempre estoy aquí para ti”.
Al oírlo, sonríes y dices en tu fuero interno: “Sé, pequeño Buda, que tú eres mi serenidad. Sé que siempre estás aquí y necesito que me ayudes a estar sereno. A menudo no estoy tan tranquilo como me gustaría. Chillo, me comporto como si el Buda no estuviera en mí. Pero sé que estás aquí, sé que soy capaz de estar sereno. Gracias, pequeño Buda, necesito que estés dentro de mí”. Y él te responde: “Claro que estaré en ti siempre. Ven a visitarme cuando puedas”. Ésta es la práctica de sentir al Buda que hay dentro ti. Es una práctica muy importante para todos nosotros.
A mí me encantaría sentarme cerca de los niños porque tienen un gran frescor. Cada vez que practico la meditación andando cogido de la mano de un niño, su frescor me conforta. Puede que yo le ofrezca a cambio mi estabilidad, pero su frescor me beneficia mucho. Si pierdes la paz de la alegría, recuerda que en el pasado tú también tenías en unas ocasiones ese frescor. Y si intentas sentir al Buda que hay dentro de ti, tu frescor seguirá aumentando. Puedes decir al Buda que hay dentro de ti: “Querido pequeño Buda, tú eres mi frescor. Gracias por estar aquí”. “Querido pequeño Buda, tú eres mi ternura”, ya que a todos nos hace falta ternura.
sábado, 25 de noviembre de 2017
LA LLAVE DE LA FELICIDAD
El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.
Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. “¿Dónde ocultarla?”, continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.
viernes, 24 de noviembre de 2017
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