¿Debemos compartir el conocimiento?
Quinientos monjes vivían en un templo situado a una decena de kilómetros del pueblo. Uno de ellos, el más anciano, llamado Mokelu, era conocido por su necedad. Poco importaban los esfuerzos empleados en enseñarle algo, él no lo entendía. No podía recitar de memoria ni un solo proverbio siquiera. Los otros le miraban por encima del hombro. A ninguno le gustaba estar con él y Mokelu estaba muy solo.
Un día el rey invitó a los monjes a palacio a una recepción. Mokelu, avergonzado por su necedad, tenía miedo de unirse a la reunión y no fue. Pero cuando todo el mundo se hubo marchado se sintió inundado por la tristeza. Estaba enfadado con todos y cada uno y consigo mismo. Buscó una cuerda y fue bajo un gran árbol para poner fin a su vida.
En ese preciso momento el Buda apareció frente a él y le reprendió duramente:
- Mokelu, en lugar de cultivarte seriamente y descubrir tus lagunas, estás a punto de hacer algo verdaderamente necio.
Mokelu, boquiabierto, se quedó sin palabras. El Ser iluminado continuó:
- En tu vida anterior eras practicante con un conocimiento vasto y profundo. Pero no querías enseñarlo a los demás. Eras arrogante y amonestabas a aquellos que se te acercaban. Es por esto que, como consecuencia, en esta vida eres necio. No puedes culpar a los demás por ello. Sólo debes arrepentirte de tus malos actos. Además, poner fin a tu vida no pone fin a tus faltas.









