viernes, 11 de agosto de 2017

LA MUERTE CONSCIENTE


Además del dormir sin sueños, que ya he mencionado, hay otra puerta involuntaria. Se abre brevemente en el momento de su muerte física. Incluso si usted ha desaprovechado todas las demás oportunidades de realización espiritual durante su vida, se le abrirá una última puerta inmediatamente después de la muerte del cuerpo. 

Hay innumerables relatos de personas que han tenido una impresión visual de esta puerta como una luz radiante y después regresaron de lo que se conoce comúnmente como una experiencia cercana a la muerte. Muchos hablan también de una sensación de dichosa serenidad y de profunda paz. En el Libro Tibetano de los Muertos, se describe como el "luminoso esplendor de la luz sin color del vacío", que dice que es "su propio verdadero ser". Esta puerta se abre sólo brevemente y a menos que usted haya encontrado ya la dimensión de lo No Manifestado durante su vida, probablemente se lo perderá. La mayoría de las personas cargan demasiada resistencia residual, demasiado miedo, demasiado apego a la experiencia sensorial, demasiada identificación con el mundo manifestado. Así que ven la puerta, dan la vuelta llenos de miedo y después pierden la conciencia. La mayor parte de lo que pasa después de esto es involuntario y automático. Eventual­mente, habrá otra ronda de nacimiento y muerte. Su presencia no era lo suficientemente fuerte como para acceder a la inmortalidad consciente.

¿Así que cruzar esta puerta no significa la aniquilación?

Eckhart Tolle:
Como con todas las otras puertas, su verdadera naturaleza radiante permanece, pero no la personalidad. En cualquier caso, cualquier cosa que sea real o de verdadero valor en su personalidad es su verdadera naturaleza que brilla a través de ella. Eso nunca se pierde. Nada que sea de valor, nada que sea real se pierde nunca. 

OLVÍDATE DE LA ILUMINACIÓN


miércoles, 9 de agosto de 2017

TAO TE KING: PRINCIPIO 32


El eterno SENTIDO
es la simplicidad sin nombre.

Aunque es pequeño,
el mundo no osa avasallarlo.

Si príncipes y reyes supieran atenerse a él,
todo sería tan adaptable como un invitado.

Se unirían Cielo y Tierra
y dejarían caer un grato rocío.

El pueblo, sin que se le ordenase nada,
recobraría la armonía.

El afán de estructurar
engendra los nombres.

LA MEDITACIÓN Y LA MUERTE


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