Cuando puse un pie en el recinto de la prisión esta mañana caminaba de forma muy consciente. Me di cuenta de que la calidad del aire era idéntica a la calidad del aire fuera de él. Cuando miré hacia el cielo, era exactamente el mismo que el cielo de fuera. Cuando miré el césped y las flores, también me parecieron idénticos al césped y a las flores de fuera. Cada paso que di me aportaba la misma clase de solidez y libertad que había experimentado fuera. No hay nada que pueda impedir que practiquemos con éxito y que esto nos dé libertad y solidez.
Cuando caminen, inhalen y, dando dos o tres pasos, pronuncien el nombre de un ser querido, el de alguien que les pueda aportar un sentimiento de frescura, compasión, y amor. Pronuncien su nombre cada vez que den un paso. Supongamos que pronuncio el nombre David. Inhalando y dando un par de pasos, digo «David, David» calladamente. Al pronunciar su nombre, David estará conmigo. Caminará en paz y libertad al mismo tiempo que yo. Cuando exhalo, doy dos pasos más y digo «Estoy aquí, estoy aquí». Estoy enteramente concentrado en los actos de caminar y respirar. Mi mente no está pensando en nada más.
Pueden llamar a la Tierra. «Tierra, Tierra. Estoy aquí, estoy aquí». La Tierra es nuestra madre y siempre está aquí para nosotros. Ella nos ha producido, nos ha dado la vida y ella nos acogerá y nos volverá a traer una y otra vez, innumerables veces. Por tanto, cuando digo «Tierra», llamo a la consciencia que es el fundamento de mi ser. «Estoy aquí, estoy aquí». Si practican de esta manera unas pocas semanas o unos pocos meses, se empezarán a sentir mucho mejor.