Nunca dejes de ser aventurero. Ni por un momento olvides que la vida es de aquellos que son exploradores. No pertenece a lo estático, sino a lo que fluye. Nunca te conviertas en una represa, se siempre un río.
La mente no es capaz de enfrentarse a lo nuevo. No puede conjeturar qué es, no puede encajarlo en categorías, no puede etiquetarlo; lo nuevo la desconcierta. La mente pierde toda su eficiencia cuando se enfrenta a algo nuevo.
Con el pasado, con lo viejo, con lo familiar, se encuentra muy a gusto, porque sabe qué es, cómo comportarse, qué hacer, qué no hacer. Es perfecta en lo conocido; se mueve en un territorio bien recorrido. Incluso puede moverse en la oscuridad; la familiaridad ayuda a que la mente no tenga miedo. Pero hay que entender el siguiente problema: como la mente nunca tiene miedo con lo conocido, no te permite crecer. El crecimiento es para lo nuevo, y la mente solo está relajada y sin temor con lo viejo. De manera que se aferra a lo antiguo y evita lo nuevo. Lo viejo parece sinónimo de vida y lo nuevo de muerte; ese es el modo que tiene la mente de contemplar las cosas. Debes hacerla a un lado.