Ahora les sugiero otro ejercicio: Escriban en una hoja de papel cualquier forma breve en que ustedes se describirían; por ejemplo, hombre de negocios, sacerdote, ser humano, católico, judío, cualquier cosa.
Me doy cuenta que algunos escriben cosas como fructífero, peregrino en búsqueda, competente, vivo, impaciente, centrado, flexible, reconciliador, amante, miembro de la especie humana, demasiado estructurado. Confío en que esto sea el resultado de observarse uno a sí mismo. Como si estuviera observando a otra persona.
Pero dénse cuenta, el "yo" está observándome a "mí". Éste es un fenómeno interesante que nunca ha dejado de asombrar a los filósofos, místicos, científicos, psicólogos, que el "yo" pueda observarme a "mí". Parece que los animales no son capaces de hacer esto. Parece que se necesita cierta cantidad de inteligencia para poder hacerlo. Lo que voy a decirles ahora no es metafísica; no es filosofía. Es sencilla observación y sentido común: Los grandes místicos del Oriente se refieren realmente al "yo", no al "mí". De hecho, algunos de estos místicos nos dicen que empezamos primero con las cosas; después pasamos a una consciencia de los pensamientos (es decir, del "mí"); y finalmente obtenemos una consciencia del pensador. Las cosas, los pensamientos, el pensador. Al que realmente estamos buscando es al pensador. ¿Puede el pensador conocerse a sí mismo? ¿Puedo saber que es el "yo"? Algunos de estos místicos responden: ¿Puede el cuchillo cortarse a sí mismo? ¿Puede el diente morderse a sí mismo? ¿Puede el ojo verse así mismo? ¿Puede el "yo" conocerse a sí mismo? Pero ahora estoy pensando en algo mucho más práctico, que es decir qué no es el "yo". Iré tan lentamente como sea posible porque las consecuencias son devastadoras. Maravillosas o aterradoras, según el punto de vista de cada cual.
Escuchen esto: ¿Yo soy mis pensamientos, los pensamientos que estoy pensando? No.