viernes, 22 de enero de 2016

¿SE AMA SÓLO UNA VEZ?


Creo que la resistencia de algunos de nosotros a los pactos se debe a que los vivimos como si fueran las paredes de aquella prisión a la que me refería al principio. 

Intento demostrar que no solo no es tal, sino que mas bien es todo lo contrario. 

Un pacto de respeto a la individualidad, un contrato de mutuo acuerdo explicitado y consensuado, un modelo renovable de convivencia, un conjunto de pautas que por definición son cuestionables y modificables permanentemente, lejos de esclavizar liberan. Mas que transformase en la celda, un pacto se constituye en una llave de entrada y de salida de cada encuentro. 

Faltaría contestarse, con toda sinceridad, si somos capaces de establecer una pareja pactando clara y definitivamente que no tenés por que desear lo que a mi me gusta. 

Y nos debemos mutuo respeto por encima de todas las cosas. 

Y que esto implica no solo aceptar sino HONRAR nuestras diferencias. 

Y que la prisión no es tal porque la pareja es una elección de un lugar donde estar. Y que la puerta estará siempre abierta (por lo menos para salir). 

No solemos elegir voluntariamente esa libertad para nosotros, seguramente porque no queremos concedérsela a los demás, sin embargo, de todas maneras la tenemos porque la libertad es un derecho irrenunciable y una condición inevitable. 

Aunque escojamos armarnos nuestra propias cárceles de ideas, levantando paredes y forjando rejas de acero detrás de las cuales nos sentiremos encerrados, claro, pero con la seguridad que solamente se puede obtener de lo previsible, de lo estático, de lo eterno. Aunque allí dentro me muera de asfixia, de angustia o de aburrimiento. 

jueves, 21 de enero de 2016

EL LORO



Un tendero poseía un loro cuya voz era agradable y su lenguaje divertido.

No sólo guardaba la tienda, sino que también distraía a la clientela con su parloteo. Pues hablaba como un ser humano y sabía cantar... como un loro.

Un día, el tendero lo dejó en la tienda y se fue a su casa. De pronto, el gato del tendero divisó un ratón y se lanzó bruscamente a perseguirlo. El loro se asustó tanto que perdió la razón. Se puso a volar por todos lados y acabó por derribar una botella de aceite de rosas.

A su vuelta, el tendero, advirtiendo el desorden que reinaba en su tienda y viendo la botella rota, fue presa de gran cólera. Comprendiendo que su loro era la causa de todo aquello, le asestó unos buenos golpes en la cabeza, haciéndole perder numerosas plumas. A consecuencia de este incidente, el loro dejó bruscamente de hablar.

El tendero quedó entonces muy apenado. Se arrancó el pelo y la barba. 

Ofreció limosnas a los pobres para que su loro recobrase la palabra. Sus lágrimas no dejaron de correr durante tres días y tres noches. Se lamentaba diciendo:

"Una nube ha venido a oscurecer el sol de mi subsistencia."

Al tercer día, entró en la tienda un hombre calvo cuyo cráneo relucía como una escudilla. El loro, al verlo, exclamó:

Oh, pobre desdichado! ¡Pobre cabeza herida! ¿De dónde te viene esa calvicie? ¡Pareces triste, como si hubieras derribado una botella de aceite de rosas!"

Y toda la clientela estalló en carcajadas.

Dos cañas se alimentan de la misma agua, pero una. de ellas es caña de azúcar y la otra está vacía.

Dos insectos se alimentan de la misma flor, pero uno de ellos produce miel y el otro veneno.

Los que no reconocen a los hombres de Dios dicen: "Son hombres como nosotros: comen y duermen igual que nosotros."

Pero el agua dulce y el agua amarga, aunque tengan la misma apariencia, son muy diferentes para quien las ha probado.


Tomado del libro:

 150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī

EMPEZAR DE NUEVO


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

6. EMPEZAR DE NUEVO

La separación: ¿fracaso o liberación? ¿Tristeza o festejo? Una cosa es segura, independientemente de cómo te sientas, tendrás que empezar de nuevo. Vivir solo, con o sin hijos, reacomodar tu vivienda, organizar los horarios... en fin, separarte implica reestructurar todos tus roles y empezar una vida distinta, con otras exigencias. Entrarás en un proceso de cambio radical, una «crisis», donde deberás reinventarte de pies a cabeza. Sin embargo, dicha crisis puede tomarse con beneficio de inventario. Muchos de mis pacientes divorciados van descubriendo un sinnúmero de aspectos positivos de la nueva faceta que deben emprender. No todo es oscuro.

miércoles, 20 de enero de 2016

CONTRATO CONYUGAL


Hace algunos años diseñé para una pareja de amigos un contrato conyugal. Esta serie de acuerdos y aseveraciones no funciona como una lista maniqueta sobre lo que se debe y lo que no. Funciona como una referencia sobre la cual pensar los pactos que cada uno tiene explícitos o implícitos en el propio matrimonio. 



CONTRATO CONYUGAL 

Mas allá del amor 
Por Jorge Bucay 

1- Definición: El matrimonio es un compromiso afectivo, espiritual y social pensado para proyectar, compartir y disfrutar, en un marco seguro y transcendente. 

2- Duración: El contrato se firma para toda la vida, pero el pacto debe ser renovado cada cinco años, debiendo renegociar los términos. Si no hubiera acuerdo de un nuevo contrato, este convenio expira. 

3- Propiedad: Las partes acuerdan definitivamente no considerar al otro como parte de sus propiedades. Se entiende que mi esposa, mi marido o mi pareja son términos coloquiales que no implican dominio. 

4- Vida en común: La mayor parte del tiempo habitarán juntos. Las tareas serán compartidas. Los dos se abstendrán de regañar al cónyuge, aunque cada uno puede recordar al otro sus responsabilidades con tacto y delicadeza. Cada uno lavará su propia ropa interior. 

5- Dinero: Marido y mujer compartirán a partes iguales la responsabilidad e los gastos, cada uno conservará su cuenta bancaria y abrirán una compartida para el proyecto en común. Si en la división de tareas uno de los dos generara mas dinero que el otro, el ingreso será de todos modos compartido, disponiendo cada uno del dinero que necesite. Ambos evitarán decir al otro como y en que debe gastar el dinero. 

6- Disputas: Los desacuerdos no serán considerados nefastos. Dado que se trata de dos individuos diferentes, se da por sentado que habrá desacuerdos. En esos caso la pareja encontrará el tiempo para buscar un acuerdo. Si no lo encontraran acordarán el desacuerdo. Si hace falta una decisión urgente, se dará prioridad a la decisión del mas capacitado o idóneo en el tema. 

DELEITE


Diversión no es la palabra adecuada. Deleitate en la vida... el deleite es un poco más profundo. Regocíjate, celébrala. 

Vas a un circo... eso es diversión; en cierto sentido, se trata de una diversión tonta. Jamás te afecta profundamente, nunca toca tu corazón; es payasesca. La gente busca la diversión solo para pasar el rato; es superficial. 

martes, 19 de enero de 2016

LOS NADIES


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. 

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. 

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. 

Que no son, aunque sean. 

Que no hablan idiomas, sino dialectos. 

Que no profesan religiones, sino supersticiones. 

Que no hacen arte, sino artesanía.

PARA NO PERTURBAR TU SOSIEGO


Sutra 51: Para no perturbar tu sosiego

Para no perturbar tu sosiego, no rechaces lo que te dan, ni tiendas la mano para tomar lo que dan a otros. 
(Budha).

Crees que el mundo te debe algo, pero no te debe nada. Todo lo que has hecho lo has hecho por tí, no por los demás. Crees que te has matado por tus hijos, por la patria, por tu Dios, pero en realidad lo has hecho por tu Ego y por tu ignorancia. Nadie te pidió nada. Date cuenta de esto y no dejes que el no recibir aplausos ni agradecimientos te perturbe.

lunes, 18 de enero de 2016

AFRONTAR LO QUE SE ESTA SINTIENDO


En lugar de juzgar si los demás tienen razón o no, o de guardarnos el juicio dentro, existe el camino del medio, un camino que es muy poderoso. Podemos considerar que es como caminar por el filo de la navaja sin caerse. Este camino del medio implica no apegarnos tanto a nuestra propia versión de las situaciones. Implica mantener nuestros corazones y mentes lo suficientemente abiertos como para pensar que cuando nos equivocamos lo hacemos porque deseamos contar con algún tipo de base o seguridad. Asimismo, cuando hacemos las cosas bien seguimos tratando de buscar cierta base o seguridad. ¿Son nuestro corazón y nuestra mente lo suficientemente grandes como para mantenerse suspendidos en ese espacio en el que no estamos totalmente seguros de quién tiene razón y quién está equivocado? 

¿Podemos prescindir de un plan previo cuando vamos a dialogar con otra persona, podemos permitirnos no saber qué decir y no juzgar si la otra persona tiene razón o se equivoca? ¿Podemos ver, oír y sentir a los demás tal como son? Esta práctica es muy poderosa porque pronto nos descubriremos corriendo de aquí para allá tratando de encontrar una seguridad, de decidir si tenemos razón o no, o si la tienen los demás. 

UNA VISIÓN COLECTIVA


Hay un joven que es vegetariano, no porque sea fanático o dogmático, sino por una cuestión de conciencia. No come carne de animales, porque no tiene corazón para hacerlo. Su padre estaba muy disgustado por ello y en su casa no había armonía ni alegría. El joven sabía que no podía dejar de ser vegetariano, porque si tenía que comer carne de animales sería muy desgraciado. No podía cambiar sólo por complacer a su padre, pero al mismo tiempo tampoco deseaba que siguiera aquel ambiente tan tenso. Pero para solucionar el problema no adoptó una actitud pasiva, sino que usó su inteligencia.

Un día llegó a casa con un vídeo y dijo: «Papá, he traído un documental maravilloso». Después puso el vídeo para que su padre y el resto de la familia lo vieran; era un documental sobre el sacrificio de animales. Su padre experimentó tanto sufrimiento al presenciar la muerte de aquellos animales que después de ver el documental no quiso comer más carne. La visión que le había transmitido su hijo fue directa, y no sólo una idea.

domingo, 17 de enero de 2016

LA HERMOSA SIRVIENTA


Érase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclavo. Compró a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.

¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.

El sultán reunió a todos sus médicos y les dijo:

«Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros».

Los médicos le respondieron:

«Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del corazón».

Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues olvidar decir «¡Insh Allah!» hace al hombre impotente. Los médicos ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.

Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto previsto. El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladó a la mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:

«Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!».

Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño. En su sueño, vio a un anciano que le decía: «¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confianza. Es también un buen médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios».

Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su ventana para esperar el momento en el que se realizaría su sueño. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.

Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:

«Mi verdadera amada eras tú y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor!».

Se abrazaron y el sultán añadió:

«¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!».

Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la sirvienta enferma. El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:

«Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazón».

No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula. Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.

Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo. ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el amor la razón se encuentra como un asno tendido cuán largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.

El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes del palacio, extraños o amigos.

«Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas preguntas que hacer a la enferma».

La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del sultán. El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:

«¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?».

Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el pulso.

Si alguien se ha clavado una espina en el pie lo apoya en su rodilla e intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.

Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las ciudades en las que había estado al dejar su país, cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permaneció invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarkanda. Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que vivía en su barrio cuando ella había estado en aquella ciudad.

El médico le dijo entonces:

«No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría! Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán».

Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:

«Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites personalmente. No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías como regalo unos vestidos adornados con oro y plata».

El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como mensajeros ante el joyero de Samarkanda. Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:

«¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido».

A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído: «¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con lo que sueñas?».

A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Éste lo honró mucho y le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.

Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en el placer y en el gozo. La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.

Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y, bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer completamente.

Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.

El joyero decía: «Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré».

Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero el amor a lo efímero no es amor.


Tomado del libro:


 150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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