jueves, 27 de agosto de 2015
miércoles, 26 de agosto de 2015
martes, 25 de agosto de 2015
EJERCICIO (EL MAL NO EXISTE)
Piensa en algo que hayas hecho en el pasado y que al recordarlo tenga sentido de culpabilidad. Entiende que, como para ti lo que hacías tenia una parte de agrado, esa parte no te dejó ver tu injusticia, o pudo más que ella. Tú actuabas bajo los efectos de la programación, paralizado e hipnotizado por ella, creías que tu felicidad estaba en hacer aquello, ¿No?. A ver si eres capaz de ver lo que sucedió como consecuencia de una enfermedad de la que quieres sanar.
Si te das cuenta de ello, es que despiertas a la realidad, es que te estás sensibilizando, y en donde hay sensibilidad — apertura hacia la verdad — no puede haber pecado. Puedes estar enfermo y necesitar curarte, despertarte más a la realidad, pero si ya lo puedes observar, señal de que lo estás consiguiendo.
Ya sabes el porqué de tu obrar así.
A ver si eres capaz de perdonarte tú, sin más sentido de culpabilidad ni resentimiento. Si de verdad has comprendido la situación y aceptado tu papel en ella, ya no habrá remordimiento ni rechazo alguno al recordarlo.
lunes, 24 de agosto de 2015
RITMO CORPORAL
Es muy importante comprender el ritmo corporal. Y no se puede cambiar. Se establece en cuanto naces.
Vigila tu ritmo. Si tienes ganas de irte pronto a la cama, hazlo y levántate temprano por la mañana. Cuando hayas entendido qué tiempo es el que te va bien, será mejor que mantengas una regularidad. Si a veces no te es posible ser regular, no pasa nada, pero no conviertas la irregularidad en una rutina.
Se han llevado a cabo muchas investigaciones sobre el ritmo corporal, y parece que no existe la posibilidad de cambiarlo. Es algo que está en las mismas células; las células están programadas.
domingo, 23 de agosto de 2015
EL ÁRBOL DE MANZANAS*
Este era un enorme árbol de manzanas al cual un niño amaba mucho. Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba hasta el tope, comía sus frutos y tomaba la siesta bajo su sombra. El árbol también lo quería mucho.
Pasó el tiempo, el niño creció y no volvió a jugar alrededor del árbol. Un día regresó y escuchó que este le decía con cierta tristeza:
—¿Vienes a jugar conmigo?
Pero el muchacho contestó:
—Ya no soy el niño de antes que juega alrededor de los árboles. Ahora quiero tener juguetes, y necesito dinero para comprarlos.
—Lo siento —dijo el árbol—. No tengo dinero, pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas; así podrás comprar tus juguetes.
El muchacho tomó las manzanas, obtuvo el dinero y se sintió feliz. También el árbol fue feliz, pero el muchacho no volvió. Tiempo después, cuando regresó, el árbol le preguntó:
—¿Vienes a jugar conmigo?
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