Todos los ríos llegan al océano sin ningún guía, sin ningún mapa. También el hombre puede llegar al océano, pero se enreda en el camino.
El guía, el maestro, no es necesario para que te lleve al océano... eso puede suceder por sí solo; el maestro resulta necesario para manteneros alerta con el fin de que no te enredes en el camino, porque hay mil y una atracciones.
El río no para de moverse. Llega hasta un árbol hermoso... el río lo disfruta y sigue adelante; no se une al árbol, de lo contrario el movimiento se detendría. Llega hasta una montaña hermosa, pero continúa... absolutamente agradecido, con el júbilo de atravesar la montaña y todas las canciones y danzas que le suceden. Agradecido, desde luego, pero en absoluto unido. Sigue su marcha... su movimiento no se detiene.









