miércoles, 11 de septiembre de 2013

!DEBES SER CONSCIENTE DEL PRESENTE A CADA INSTANTE!



"Ahora, mientras estás ahí sentado, ¿estás aquí, o te has ido a la oficina y has empezado ya tu trabajo cotidiano? ¿Estás inmerso en lo que digo, o tu pensamiento está ocupado en pensar sobre lo que digo? Si es así, el presente se te pasa de largo.

Si quieres captar el momento de la ambrosía, ¡debes ser consciente del presente a cada instante! Que, cuando comes, sólo exista el comer, y no te ocupe la mente ningún otro pensamiento; que, cuando te bañes, sólo exista el bañarte, sin que ningún otro pensamiento te distraiga de ello; que, cuando estás en la oficina, tus pensamientos se refieran sólo al trabajo, y no a los asuntos domésticos; que, cuando estás en casa, te olvides de la oficina. Estate completa, totalmente en cada momento, y no disperso, aquí, allá y en todas partes. Así, se desarrollará poco a poco en ti una vista sutil y serás capaz de ver el momento presente".

Osho
El verdadero nombre. La melodía de la existencia
Tomado del blog: Osho Maestro

LOS ÁRBOLES SOLO DAN OXÍGENO


AUTOCONTROL CONSISTENTE


EL PRINCIPIO DEL AUTOCONTROL CONSISTENTE

Si le tengo miedo a las arañas, la mejor manera de vencer la fobia es permanecer el tiempo suficiente con ellas para que mi organismo se habitúe a la adrenalina: a este proceso lo llamamos extinción. Algo similar puede aplicarse ante la muerte de un ser querido. La mejor fórmula es lograr la aceptación total y radical de la pérdida mediante exposición. Es decir, promover el contacto con todo lo que recuerde al fallecido hasta agotar el dolor: a este proceso lo llamamos elaboración del duelo.

Pero cuando se trata de apegos, la cosa es distinta. Las adicciones no se vencen por exposición. Aquí la mejor opción es el autocontrol y la resistencia activa. Recordemos que en la adicción no hay empalago; por el contrario, cuanto más droga recibe el adicto, más dependencia crea. A veces parecería no haber límite.

Muchas personas apegadas y hartas con su problema, deciden equivocadamente terminar con la enfermedad metiéndose en la boca del lobo. La creencia que los anima es: “Si lo enfrento, mejor… Más rápido acabo con esto”. Pero el resultado de esta estrategia suele ser el agravamiento de los síntomas: más amor, más locura y más obsesión.

No podemos procesar la pérdida si el enfermo está en cuidados intensivos. Nadie entierra a un familiar vivo antes de tiempo, así esté en estado de coma. Cuando la persona apegada pierde toda esperanza de reconciliación afectiva o de mejoría, y acepta que ya no hay nada que hacer, apenas comienza a procesar realmente la ausencia. Entonces sí, la exposición puede dar resultado. Pero antes, cuando la dependencia está viva y en pleno auge, cualquier aproximación a la persona que se quiere olvidar es activar inútilmente el dolor, sensibilizar el amor y fortalecer el apego.

Si se desea acabar realmente con una relación enfermiza y no recaer en el intento, la extirpación debe ser radical. No se pueden dejar metástasis. La ruptura debe ser total y definitiva.

Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso

LAS OPCIONES DEBEN SER DOS O MÁS (continuación)


Toda vez que yo pueda decir sí o no, soy libre.

Cuando no tenga más remedio que decir sí, entonces no seré libre.

Cuando no tenga más remedio que decir no, entonces no seré libre.

Pero mientras tenga opción, hay libertad.

¿Por qué?

Porque hay más de un camino, y entonces puedo elegir.

Alguien dirá, como siempre... ¿Y los condicionamientos?

¿Y los mandatos? ¿Y la educación? ¿Y la moral y las buenas costumbres? ¿Y las cosas aprendidas?

Todos estos factores, por supuesto, achicarán los caminos posibles, disminuirán las opciones, harán que en lugar de tener cien posibilidades tenga, por ejemplo, cuatro.

Es la sensación de libertad y no la libertad la que está condicionada por la cantidad de posibilidades que tengo.

Cuantas más posibilidades de elección tengo, más libre me siento.

Esto se ve claramente en el tema del dinero.

¿Por qué existe en nosotros la idea de que el dinero da más libertad?

Porque aumenta algunas posibilidades. Entonces, al tener más posibilidades me siento más libre. A veces no tener dinero limita mis opciones a sólo dos y entonces muy libre no podré sentirme. Lo mismo para el ambiente social, lo mismo para la estructura familiar, lo mismo para el tipo de trabajo que hacemos.

El crecimiento conlleva un aumento de la sensación de libertad.

Crecer significa aumentar el espacio que cada uno ocupa. En la medida que haya más espacio, habrá más posibilidades.

Yo no aumento mi libertad cuando crezco, pero aumento mis posibilidades y entonces me siento más libre.

Si en el espacio pequeño que ocupaba no existía más que una posibilidad y en el espacio mayor que ocupo al haber crecido aparece una posibilidad más, entonces al crecer empecé a ejercer la libertad de elegir.

Piénsenlo en las relaciones que tienen con otras personas. Los amigos que no son posesivos, que no me asfixian, me ayudan a sentirme más libre. Al contrario, con la pareja posesiva, que me ahoga, me siento menos libre, porque la relación me resta posibilidades.

Es decir, me siento más libre cuando tengo más posibilidades, y menos libre cuando tengo menos.

Del libro:
 
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

martes, 10 de septiembre de 2013

MIEDO A LOS PENDEJOS


EL INCONSCIENTE NO TIENE SENTIDO DEL HUMOR


PERSONAS MUY INTELECTUALES


Las personas muy intelectuales

Por eso siempre ha ocurrido que las personas muy intelectuales nunca han estado muy a gusto con sus esposas. ¡Nunca! Sócrates, un hombre muy inteligente, un genio intelectual, conocía todos los rincones de la lógica, pero nunca se encontró a gusto con su mujer, Xantipe. ¡Nunca! No era capaz de comprender lo que ella le decía. O sea, entendía lo que le decía, pero no comprendía nunca lo que quería decir con ello. El era tan lógico que siempre la malinterpretaba. El era directo, seguía una línea y ella se movía en círculos.

Tomado del blog 
Osho-Despierta

LAS OPCIONES DEBEN SER DOS O MÁS


Libertad bajo ciertas condiciones.
Segunda condición: Las opciones deben ser dos o más

Para que haya elección debe existir más de una opción.

La cantidad de posibilidades está relacionada con mi capacidad y con el entorno en el que me muevo, pero no con la moral del entorno, sino con lo que es posible en el orden de lo real.

¿En qué situaciones existe sólo una posibilidad?

Una vez, en una de mis charlas, alguien puso el ejemplo de lo que ocurría durante la dictadura:

—No se podía salir a la calle a decir “me opongo”.

—Sí se podía... por eso están los muertos —contestó una chica.

Y claro que podés, y porque podés es que hubo gente que murió por eso.

Y porque fue una decisión libre y porque otros no eligieron eso es que haberlo elegido tiene el valor que tiene.

Lo que importa saber es que aún en la dictadura uno sigue eligiendo, y hay que hacerse responsable de que uno decidió no jugarse la vida. No estoy haciendo un juicio ético. No estoy diciendo que habría que haberlo hecho. Estoy diciendo que cada uno eligió, con sus razones, y cada uno sabe qué piensa para sí.

Lo que realmente uno no puede elegir es el sentimiento. En ese sentido, no hay ninguna posibilidad de elegir y, sobre todo, es muy pernicioso tratar de hacerlo. Porque es muy perjudicial tratar de empujarnos a sentir cosas que no sentimos, o actuar como si las sintiéramos. Porque los sentimientos no se eligen, suceden.

En el resto de las situaciones, siempre podemos elegir. Porque aun en el caso extremo de que un señor me ponga un revólver en la cabeza y me diga: “Matalo a él o te mato”, aun en ese caso puedo elegir.

Yo creo que todos podríamos justificar cualquiera de las dos elecciones. Si un señor me apunta y me dice: “Dame la plata o te mato”, está claro cuál sería la elección que cualquiera de nosotros tomaría. Y nadie 
juzga.

“Entre la vida y el dinero, seguramente el dinero... —diría mi abuelo—. Después de todo, lo que importa es la plata, porque la salud va y viene...”

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

lunes, 9 de septiembre de 2013

MELODÍAS


Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz, y cuando mi amigo se va me quedo lleno con su música, y no se agotan las melodías, pues con cada persona suena otra melodía distinta que también me hace feliz y enriquece mi armonía. Puedo tener una melodía o más, que me agraden en particular, pero no me agarro a ellas, sino que me agradan cuando están conmigo o cuando no están, pues no tengo la enfermedad de la nostalgia, sino que estoy tan feliz que no añoro nada. La verdad es que yo no puedo echarte de menos porque estoy lleno de ti.

Si te echase de menos sería reconocer que al marcharte te quedaste fuera.

¡Pobre de mí, si cada vez que una persona amada se va, mi orquesta entrase en el paro!.

Cuando te quiero, te quiero independiente de mí, y no enamorado de mí, sino enamorado de la vida. No se puede caminar cuando llevas a alguien agarrado a ti. Se dice que tenemos necesidades emocionales: ser querido, apreciado, pertenecer a otro, que se me desee. No es verdad. Esto cuando se siente esa necesidad es una enfermedad que viene de tu inseguridad afectiva.

LA ELECCIÓN DE SER POSIBLE EN LOS HECHOS (continuación)


Me dijo una señora:

“Yo quiero esta libertad siempre y cuando el otro no sufra, porque mi libertad y mi forma de proceder pueden hacer sufrir mucho al otro”.

¿Cómo es esto? ¿Y mi sufrimiento por no ser libre?

Cuando yo digo que uno puede elegir hacer lo que quiere dentro de lo fácticamente posible, siempre aparece alguien que grita...

“¡Hay que respetar al prójimo!”

Y yo pregunto: ¿Qué hay que respetar? ¿Por qué hay que respetar? Yo quiero saber esto.

Y el que gritó no lo dice, pero piensa:

“¡Tiene que respetar! ¡No puede hacer lo que quiere! ¡Aunque quiera y pueda hacerlo... No puede!”

Los “¡No debe! ¡No puede! ¡Hay que respetar!” me llevan a preguntar...

¿Hay que respetar o soy yo el que elige?

Porque no es lo mismo “hay que respetar” que “yo elijo respetar”...

Y justamente, ésa es la diferencia entre sentirse y no sentirse libre: darme cuenta que, en verdad, soy yo 
el que está eligiendo.
Una de las fantasías más comunes es creer que la libertad se dirige a molestar a otro. Esta idea proviene 
de la educación que recibimos y hay que descartarla. Porque el hecho concreto de que yo sea libre de hacer 
daño a otro no quiere decir que esté dispuesto a hacerlo. Es más, que yo sea libre para dañar al otro es lo 
único que le da valor a que yo no lo dañe.

Lo que le da valor a mis actitudes amorosas es que yo podría no tenerlas.
Lo que le da valor a una donación es que podría no haber donado.
Lo que le da valor a que yo haya salido en defensa de una ideología es que podría no haberlo hecho, o 
haber salido en defensa de la ideología contraria.
Y por qué no, lo que le da valor a que yo esté con mi esposa es que, si quisiera, podría no estar con ella.

Las cosas valen en la medida que uno pueda elegir, porque ¿qué mérito tiene que yo haga lo único que 
podría hacer? Esto no es meritorio, no implica ningún valor, ninguna responsabilidad.

Vez pasada pregunté en una charla qué cosas sentían que no podían hacer. Una señora de unos 
cincuenta años me contestó:

“Por ejemplo, no puedo irme hoy de mi casa y volver cuando se me ocurra”.
¿Qué te hace pensar que no podés? ¿Qué es lo que te impide hacerlo?, le pregunté.
“Mi marido, mis hijos, mi responsabilidad... mi educación”, me respondió.
Entonces le dije:

Vos en este momento planteás una fantasía, la de abandonar todo, y si en realidad no lo hacés, a pesar 
de que creas que no es así, es porque elegís no hacerlo. Quiero decir, porque elegís quedarte. Por si no queda 
claro: No te vas porque no querés. Estás haciendo uso de tu libertad. Vos sabés que podrías elegir irte, pero no 
te vas; sin embargo nadie podría retenerte si hubieras elegido irte. Preferís pensar que no podés y te perdés el 
premio mayor. Es justamente el ejercicio de la libertad lo que le confiere valor a cada decisión. Tu marido, tus 
hijos, tus nietos, la sociedad, las cosas por las cuales has luchado, claro que todo esto condiciona tu decisión, 
pero este condicionamiento no impide que tengas la posibilidad de elegir; porque otras mujeres con el mismo 
condicionamiento que el tuyo han elegido otra cosa. Recordemos la historia de “Yo amo a Shirley Valentine” 
(Willy Russell): La mujer que de pronto deja su casa para irse a pasear por el Egeo y se encuentra con Kostas, 
el marinero turco que le ofrece lo que en ese momento más busca.

Que uno haga lo que se espera de uno es también una elección, y tiene su mérito, nunca es un hecho 
automático. Que vos resignes algunas cosas como yo resigno otras es meritorio, porque es el producto de 
nuestra elección libre.

Nosotros podríamos haber elegido dejar de lado las cosas que tenemos, y sin embargo elegimos 
quedarnos con estas cosas.
Este es nuestro mérito, y merecemos un reconocimiento.

Del libro:
 
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
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